Ahora que empezamos a salir de lo peor de la pandemia, podemos (y debemos) reexaminar lo que ocurrió durante las peores semanas del coronavirus: las decisiones, los sacrificios, el dolor. En eventos de crisis se ponen a prueba nuestras instituciones, y la corona no se ha librado de sus propias tensiones. Como otras casas reales, los Reyes se enfrentaron a la contradicción entre seguridad y salud (y, por tanto, encierro), y la clara ocasión de reforzar su papel de pegamento nacional en momentos especiamente duros para todo el país. Dentro de sus posibilidades, trataron de estar presentes. Y, en el caso de Letizia, en un rol que ha sorprendido gratamente y que puede simbolizarse en la irrupción de un nuevo calzado, los zapatos bajos, en su indumentaria pública.
La tímida apertura en Madrid de una nueva normalidad trajo una versión de la Reina que no habíamos visto. Sobria en lo indumentario y activa en las citas de su agenda, Letizia asumió un nuevo papel entre videoconferencias sola o en compañía del Rey, visitas solidarias y salidas institucionales. Sus asesores dieron en el clavo: la indumentaria vistosa típicamente ‘royal’ estaba fuera de lugar unos días en los que casi todos tuvimos miedo. En una visita a Mercamadrid la vimos con el look de crisis básico: pantalones, chaqueta y zapato bajo, esta vez unos clásicos Oxford.
Sin embargo, la imagen más sorprendente de Letizia Ortiz durante la crisis fue esta: con chaleco de Cruz Roja, guantes de látex y unos sencillos mocasines. A mediados de mayo, la Reina visitó las instalaciones de esta organización para conocer de primera mano la labor de los voluntarios que prestan ayuda telefónica. Otra salida con más acción de la habitual y en solitario, en la que de nuevo la ropa pasó a un tercer o cuarto plano para que se hablara de otras cuestiones. Lo cierto es que las personas que se han encontrado cara a cara con la Reina han hablado de una persona cariñosa y muy curiosa, y agradecen la visibilidad que su presencia le da a las causas.
No era la primera vez que veíamos esos mocasines: Letizia los ha llevado durante varias de sus videoconferencias que han tenido lugar en el Palacio de la Zarzuela y en las que se ha comunicado con todo tipo de personalidades, desde deportistas a empresarios, todos entregados a la tarea de reunir fondos para paliar la pandemia o impulsar la investigación de la vacuna. Su lenguaje de moda es, de nuevo, irreprochable. Sin embargo, la analista Patrycia Centeno ha detectado menos cuidado en detalles como las ‘chuletas’ pegadas con celo en las mesas, con las caras y nombres de los interlocutores de los Reyes, o que la Reina mostrara el mismo lápiz sin estrenar en varias reuniones. Sin duda, las expresiones más forzadas y la mayor falta de naturalidad las vimos en estas conferencias caseras, sobre todo si las comparamos con las de los Windsor o los monarcas holandeses.
En las últimas semanas hemos descubierto una nueva Letizia que, pese a los errores de puesta en escena, ha sabido adaptarse a esa incipiente nueva normalidad marcada por el coronavirus. Su look con zapatillas de deporte durante la visita a un centro de transporte en Coslada hubiera sido impensable en circunstancias normales. Y, sin embargo, resulta más cercano y humano que cualquier otro. ¿Por qué hemos tenido que sufrir una crisis de salud extrema para contemplar esta versión más real de la Reina? No se trata de menoscabar sus labores de representación al más alto nivel que exigen la etiqueta ‘royal’, sino de preguntarnos porqué la agenda de Letizia no incluye más amenudo encuentros con trabajadores esenciales que, sin duda, agradecen que una reina en zapatillas se interese por ellos.
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