Las últimas forografías de los reyes Alberto y Paola de Bélgica dibujan a un matrimonio cómplice y bien avenido. No siempre fue así. Durante décadas en su relación fueron muchos más que dos. Las infidelidades del soberano tuvieron como resultado una hija (Delphine Boël) y las de su consorte –éstas, no confirmadas por los protagonistas–, una canción dulzona bautizada con su nombre.El entonces príncipe de Lieja y la hija de los de Ruffo di Calabria se dieron el sí quiero el 2 de julio de 1959 en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas, después de un breve noviazgo curtido por el sol de las pistas de esquí y los clubs náuticos. Al soberano Balduino le pareció una candidata deluxe porque provenía de una de las casas aristocráticas más longevas de Italia y para más inri católica. Su hermano Alberto la había conocido durante los actos de entronización del papa Juan XIII el noviembre anterior. Lo que Dios había unido no lo podía separar el devoto quinto rey de los belgas.
Los romances más conocidos fuera de las fronteras de este matrimonio son el que el Sajonia-Coburgo y Gotha mantuvo con Sybille de Selys Longchamps (madre de la citada bastarda) y el que relacionó a Paola con el conde Albert Adrien de Munt, con el que fue fotografiada abrazados en ropa de baño en la playa de Porto Rotondo (Cerdeña). Él había avisado a los reporteros gráficos. A pesar del escándalo, la deslealtad que pasará a la posteridad, gracias a su musicalidad, es la que la de Forte dei Marmi protagonizó junto al cantante Adamo.
El consorcio principesco empezó a mostrar signos de debilidad poco después de que naciese su primogénito, el actual rey Felipe I, en abril de 1960. Cuando vino al mundo la segunda criatura, Astrid, un par de años después, Alberto ya presumía de una importante colección de amantesy cuando lo hizo el tercero, Lorenzo, en 1963, Paola quiso volar lejos de los muros del castillo, pero la palabra divorcio estaba prohibida en la corte belga. En vez de luchar contra los elementos se dejó llevar por la corriente infiel para entretenerse fuera del lecho conyugal del palacio de Belvedere donde la pareja se había instalado en alas opuestas. De la educación de los niños se ocuparon los reyes Balduino y Fabiola, que nunca tuvieron descendencia, en el castillo-convento de Laeken. El desinterés de Alberto por sus deberes reales provocó que cuando fue a recoger el cadáver de su hermano a Villa Astrida (en la costa de Granada) en 1993 tuviese que aclarar que “el rey soy yo”. La opinión pública daba por hecho que Balduino lo había desheredado y nombrado monarca sucesor a su sobrino Felipe.
La aventura entre Salvatore Adamo y la apodada como ‘Princesa rebelde’ fue breve, para disgusto de la crónica social que elucubraba sobre cada encuentro secreto, aunque resultó muy lucrativa para el cantautor de Comiso. Dolce Paola, la almibarada letra que le dedicó en 1965 a su amante real, es uno de sus temas más famoso junto a Mi gran noche. El poema, que algunos aseguran que Paola le pidió que compusiera para ella, dice así:
La, la, la, la, la, la, la
Paola, dulce Paola,
en un sueño mío
me he permitido, Paola
con la mano temblorosa
tocarle su rostro,
y robarle una sonrisa
Paola,
dulce quimera
cuando una noche
me ofreció su mirada
Paola,
en su majestad
he visto de verdad
una frágil paloma
(…)
Paola, si has visto sus ojos
perderse no pueden
de hacerme una leyenda, oh, oh, oh
Paola, conservo en el corazón
como una suave flor,
su dulzura, la, la, la, la, la, la
https://youtube.com/watch?v=y2Tu0Vwwav0%3Frel%3D0
Este episodio extramatrimonial nunca fue confirmado ni desmentido por alguna de sus partes. Lo contrario hubiese sido lo extraordinario. Tampoco hizo falta, los versos son bastante esclarecedores, y a la vista de 80.000 espectadores le entregó el Romeo una rosa roja a su Julieta durante un concierto también en el 65.
La buena sintonía entre ambos se mantuvo en el tiempo. En 2001 el rey Alberto nombró caballero a Adamo ante la atenta mirada de Paola (el trovador ha vendido 130 millones de discos) y en el 2007 el hijo del matrimonio, el heredero Felipe, le insistió para que compusiese una melodía para su esposa, la actual reina consorte Matilde. “He escrito algo sobre la sonrisa de Matilde y cómo cambia el mundo. Se trata de un homenaje a la princesa y a su belleza”, declaró Salvatore a los medios flamencos Het Laatsle Nieuws y De Niewe Gazet. El tema, Cuando Matilde nos sonríe, no se incluyó en su disco La part de l’ange porque según afirmó su autor “no quería enriquecerme a costa de la familia real”. Dolce Paola sigue formando parte de su repertorio de conciertos y por si cupiese alguna duda la presenta explicando que “la escribí para una lindísima princesa y ahora es una lindísima reina”. Salvatore Adamo era un adolescente romántico a los 22 y lo sigue siendo seis décadas después.
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