El gremio de los maquilladores profesionales se divide en dos equipos: el de los que aseguran que la base de maquillaje se debe aplicar directamente con los dedos y el de los que afirma que la forma correcta de hacerlo es con una esponja y brocha. Si tú apoyas a los segundos y sueles usar una esponja habitualmente, deberás saber que su correcta limpieza es clave.
Las herramientas que utilizamos para aplicar el maquillaje, al estar en contacto directo con la piel, se impregnan de aceite, células muertas y bacterias, que pueden transferirse de tu rostro a los productos de maquillaje, y viceversa, si no las limpias adecuadamente. Y esto puede provocar acné, infecciones u otros problemas en la dermis. Por no hablar de que, cuanto más maquillaje se les quede pegado, más secas y abrasivas se volverán, haciendo que la aplicación no sea tan perfecta como debería e incluso causando irritación en la piel.
Los expertos coinciden en que lo ideal es que limpies tu esponja después de cada uso, pero ¿realmente hay alguien que lo haga en su día a día? Sin embargo, sí es importante que sigas este protocolo al menos una vez a la semana, sobre todo si eres una usuaria frecuente. Y, si en algún momento se la dejas a tu amiga o a tu hermana, sí que tendréis que lavarla al terminar para evitar posibles infecciones.
El ritual comienza rociando la esponja húmeda con un spray específico o aplicando directamente sobre ella, húmeda, un poco de jabón para apretarla suavemente varias veces y así facilitar que el producto de limpieza llegue a su interior. Después, enjuaga la herramienta de maquillaje con agua tibia hasta que esta salga limpia.
Debes evitar cualquier jabón fuerte –no, el lavavajillas no es apto para limpiar tus utensilios de maquillaje–, ya que si la fórmula del limpiador es demasiado dura puede dañar la textura de la esponja o, incluso peor, puede causar irritación en la piel si no lo enjuagas adecuadamente.
Si ves que tu esponja está más sucia de lo habitual, o si presenta alguna mancha que parece más difícil de borrar, haz igual que con la ropa y los platos: sumérgela en agua tibia con un poco de jabón disuelto en ella y déjala en remojo unas cuantas horas, o toda la noche.
Por último, también es importante el sitio en el que la guardas. Para evitar la propagación de gérmenes es aconsejable que guardes tu esponja en un lugar limpio. De hecho, en el mercado hay unas cajitas específicas para su almacenaje, que al estar ventiladas evitan el crecimiento de bacterias que suele producirse en los lugares cerrados y húmedos. Y asegúrate de sustituir tu esponja por una nueva cada seis meses.
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