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Antes de ser la primera dama de Estados Unidos, Melania Knauss era ya una joven sin miedo a nada. Creció con su familia de clase media en un apartamento modesto en la ciudad de Sevnica (Eslovenia). Su padre trabajaba en un concesionario y su madre en una fábrica textil. Con la mayoría de edad se mudó a Liubliana para cursar diseño y fotografía. Una época que duró poco, al igual que sus estudios de Arquitectura en la Universidad. Melania lo dejó todo para dedicarse a su carrera como modelo, que había empezó con 16 años, cuando el fotógrafo Stane Jerko se fijó en sus impresionantes ojos azules y su 1,80 metros de altura. En Italia le llegó una gran oportunidad laboral de consolidar su futuro sobre las pasarelas, y recorrió las grandes ciudades de la moda –Milán, París…– hasta que se asentó en 1995 en Nueva York, donde pronto cosechó la fama.
Poco tardó en conocer al que sería su marido y quien años después la convertiría en la primera dama de los Estados Unidos. En 1998, en la Semana de la Moda de Nueva York, la agencia de modelos que representaba a la eslovena organizó una fiesta a la que acudió Donald Trump por su vínculo con el concurso Miss Mundo. En ese momento se estaba divorciando de su segunda mujer, Marla Maples, antes de que expiara el acuerdo prematrimonial y Marla pudiera quedarse con los dos millones de euros acordados. Melania tenía 28 años, y él 52. Según contaría Melania, el empresario le pidió su teléfono, pero como iba acompañado de otra mujer, prefirió no dárselo, así que en su lugar Melania le pidió el suyo. Él le dio todos los números que tenía: el de su oficina, el de su casa en Mar-a-Lago, el de su apartamento en Nueva York… Y sí, Melania le llamó.
Unos meses más tarde confirmaron su romance en un reality y en 2005 se casaron en Palm Beach. La novia llevó un recargado diseño de John Galliano para Diorcon cuatro metros de cola y pedrería cuyo valor superó los 200.000 euros, a la altura de los invitados, entre los que se encontraban desde Anna Wintour a Bill y Hillary Clinton (hoy parece imposible pero así fue). Un año después nació el quinto hijo de Donald, William Barron Trump, y primero de Melania. Así empezó a moldear su estilo la mujer que había salido desnuda en la portada de GQ unos años atrás y que, a diferencia de sus predecesoras, sí tenía un pasado estilístico bastante diferente al que ha logrado con los años.
Con motivo de su 50º cumpleaños rememoramos los looks más icónicos que Melania llevó en eventos y fiestas antes de convertirse en una de las mujeres más sofisticadas en términos de estilo de la última década, cuando prefería a Roberto Cavalli, Marc Bouwer Couture y Christian Siriano sobre los diseños por los que ahora apuesta de Michael Kors, Ralph Lauren y Dolce & Gabbana
A finales de los noventa, sus vestidos ajustadísimos estaban repletos de lentejuelas metalizadas; los escotes eran llamativos; las aberturas laterales, muy acentuadas; y los abrigos de pelo, un must. Unas constantes en el vestuario de la Melania de entonces.
‘Shine bright like a diamond’
La mujer enfundada en pequeñas piezas de cristal sobre la alfombra roja. La modelo había llegado hacía poco a tierras americanas pero ya se había convertido una de las invitadas fijas a los eventos más cool del Upper East Side. Para estas ocasiones escogía vestidos deslumbrantes, como el que lució, con lentejuelas plateadas y tirantes espagueti, en una fiesta de postín a finales de los noventa. A Melania nunca le ha importado destacar entre los demás. Aunque parece que es mujer de pocas palabras, su estilismo ya hablaba –y habla– por sí solo.
Con la entrada de la nueva década se mantuvo fiel a su estilo más brillante (literalmente). Para sorpresa de muchos no dejó las prendas confeccionadas a partir de abalorios reflejantes, al revés, apostaba incluso más por este tipo de atuendos para ir de fiesta en fiesta. Como el minivestido de flecos naranjas que llevó durante los Premios MTV Music en Nueva York en el 2003. Todo un espectáculo.
Aberturas infinitas
El atrevimiento iba como anillo al dedo al repertorio estilístico de la aún novia de Trump. Una de las peculiaridades más repetidas en sus vestidos de gala de principios de siglo se centraba en un aspecto clave: la abertura que recorría toda la pierna al estilo Angelina Jolie –aunque la actriz todavía no había protagonizado aquel momento legendario en los Oscars–. El diseño satinado rosa con escote efecto corsé y anudado al cuello fue la pieza estrella de esa fiesta de Nochevieja en Palm Beach, donde la pareja celebró junto a sus amigos su última Navidad antes de convertirse en marido y mujer.
A diferencia de su vestuario actual mucho más sobrio y elegante, sus piezas para acudir a las celebraciones de la Gran Manzana se convertían en las protagonistas de la alfombra roja entre otras cosas debido a su impactante corte lateral que rozaba casi la cadera de la modelo. Era el momento estelar en el photocall.
Efecto Marilyn Monroe
De Marilyn Monroe cogió Melania la archiconocida frase ‘Diamonds are a girl’s best friend’ para convertirlo en el lema de su vida como personaje público. Algunos de sus atuendos recuerdan además al mítico vestido blanco de la intérprete con escote anudado al cuello.
Melania no era ni actriz ni un icono de la época, pero supo aprovecharlo mejor que nadie en todo Manhattan. No importaba el corte de los vestidos, con falda de vuelo o entubados. Se atrevió con cualquier prenda por muy imposible que pudiera parecer, porque era ella quien llevaba al vestido y no el vestido quien la llevaba a ella.
Hombros al aire
Su estatus cambió al casarse, algo que le permitió asistir a grandes eventos como el Baile de la Rosa de Mónaco que organiza la familia Grimaldi para recaudar fondos para la Cruz Roja. Por supuesto, la pareja no podía faltar a celebraciones de tal calibre acompañada de un vestuario digno para la ocasión. Melania solía apostar por escotes palabra de honor durante esta época –así lo hizo con su traje de novia–. El vestido satinado con falda voluminosa y detalles de pedrería que lució para esta fiesta fue un acierto.
Como ocurrió durante el homenaje a Susan Sarandon en la gala de la Sociedad de Cine del Lincoln Center, donde su traje bicolor con pequeños volantes en la parte inferior que resaltaba su figura –y formaba una pequeña cola– fue inmortalizado por los flashes de los paparazzis. Pero el accesorio triunfal fueron los zapatos de tacón que recuerdan a los de la reina Maria Antonieta y que combinan a la perfección con el look.
De gala
A la pareja Trump era común verla en citas benéficas como la que se organiza cada primer domingo del mes de mayo en el MET. Para la gala de 2005 en honor a Chanel, Melania optó por un espectacular vestido negro palabra de honor acabado en falda sirena confeccionado con tul blanco, una pieza de Alexander McQueen que combinó con un broche de la maison francesa acorde a la temática de la fiesta.
Para estas ocasiones, la eslovena se atrevía incluso con llamativos colores. El diseño que llevó en la Gala del MET del año 2008 en Nueva York cautivó a todos los presentes: un vestido rosa intenso con pequeños volantes y lazo de Vera Wang, una pieza que recordaba sutilmente a los trajes de flamenca.
Abrigo de pelo
El abrigo de piel no faltaba en su armario invernal. En época de frío, independientemente del evento al que asistía, Melania tenía el compañero que nunca le fallaba. Su abrigo favorito era el de visón de color marrón con el que combinó infinidad de estilismos durante los inviernos en la Gran Manzana. Todo un clásico.
Temporada tras temporada los abrigos de piel se convirtieron en una prenda imprescindible en su amplísimo vestidor de principios de los años 2000. Era y es una mujer difícil de descifrar, igual que algunos de sus conjuntos más emblemáticos.
En imágenes
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