Si necesitas hidratar el pelo con urgencia, cuidado con el aceite de coco: esto es lo que te conviene usar (y lo que no)

El triunfo del coco como ingrediente cosmético es innegable, ya sea en formulaciones comerciales o en su versión más íntegra y natural. Se ha convertido en un multiusos favorito para las millennials y centennials, muy preocupadas por evitar químicos y conseguir tratamientos lo más eco posible. Lo usan (lo usamos) para hidratarlo todo: cuerpo, labios, cabello. Es casi imprescindible a la hora de recuperar la piel tras la inevitable agresividad de la depilación: deja las piernas suavísimas. El aceite de coco es ya un básico del neceser de casi todas. Y, además, es baratísimo. Por desgracia, tenemos que ponerle un pero: su uso en el pelo.

Si sueles usar mascarillas que integran el coco en su formulación, no hay ningún problema. En realidad, las contraindicaciones tienen que ver solo con su presentación en aceite y, en general, con la costumbre de aplicar aceites sobre el pelo mojado. De hecho, podemos llegar a pensar que si tenemos el pelo particularmente seco, el aceite nos puede dar ese extra de hidratación que estamos buscando. Error. El agua repele el aceite, de forma que si recurrimos al aceite de coco tras el lavado, la humedad repelerá la hidratación.

Los expertos advierten de algo más en relación al aceite de coco: si el pelo sobre el que lo vamos a aplicar está dañado, debilitado o es frágil, necesita urgentemente alimentarse de aminoácidos, esto es, una mascarilla con un PH lo más bajo posible. El aceite nos puede dar la falsa impresión de reparar rápidamente la cutícula capilar, pero lo cierto es que no producen ningún efecto ni a corto ni a largo plazo. Es más: nos disuaden de recurrir a otro producto, empeorando la situación. Resumiendo: el aceite de coco, mejor para hidratar la piel. O para la sartén.

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