Ahora que tenemos algo más de tiempo en casa, seguro que te ha dado por aplicarte mascarillas de pies a cabeza, experimentar con algún peinado o maquillaje para perfeccionar la técnica o incluso montarte un minispa casero que ha empezado por un baño relajante. Lo más probable es que antes del confinamiento no te exfoliaras la piel con la frecuencia adecuada y ahora, para compensar la ausencia de mimos en el pasado, has decidido exfoliarte la cara demasiado a menudo, o incidiendo demasiado en las zonas más problemáticas. El resultado: tu piel está irritada y muestra sequedad, granitos y enrojecimiento.
“Exfoliar rejuvenece el aspecto de la piel porque le ayuda a desprenderse de las células muertas que se adhieren a su superficie, mostrando un aspecto luminosos y juvenil”, asegura la experta en belleza Carmen Navarro. Lo normal es que te hagas una exfoliación semanal -si tu piel es sensibles es mejor que esperes a que pasen 15-20 días-, masajeando y deteniéndote especialmente en la barbilla, frente y aletas de la nariz, y friccionando el producto de manera más suave en el contorno de los ojos y en la parte superior del pómulo. Pero, quizá ahora hayas aumentado la frecuencia de uso, debido a que tienes más tiempo para cuidarte, pensando que de esta manera ibas a lograr que tu piel estuviese perfecta rápidamente.… ¡Error! El exceso de exfoliación o el uso de una fórmula demasiado agresiva pueden ser contraproducentes tanto para el aspecto como para la salud de tu cutis.
Los exfoliantes físicos han cambiado mucho desde que aparecieron las fórmulas con microperlas y cáscara de nuez, que podían causar irritación , sensibilidad e incluso pequeñas heriditas en la piel. Ahora sus fórmulas han sustituido estos gránulos más agresivos por otros mucho más respetuosos con la piel, como el azúcar. Sin embargo, si te decantas por los de este tipo, debes tener en cuenta que frotar bruscamente tu rostro e incidir en exceso en las zonas más ásperas lo único que provocará es que se te irrite la piel y que incluso te salgan granitos.
Los químicos, en cambio, “suelen ser más respetuosos con el cutis porque sus fórmulas, a base de ácidos o enzimas, hace una doble función: elimina las células muertas y también las repara”, explica Almudena Perera, directora de los centros Beauty Room. Busca productos que contengan ácido láctico o polihidroxiácido que, como sus moléculas son más grandes, no pueden penetrar en la piel profundamente, por lo que de esta manera te asegurarás una exfoliación más suave, sobre todo si tu piel es sensible. Y una advertencia muy importante: ni se te ocurra combinar un exfoliante físico con uno mecánico.
Tanto el mix de ambas fórmulas, como una exfoliación demasiado fuerte o muy frecuente pueden causar enrojecimiento, irritación, ardor, sequedad, descamación, un pequeño sarpullido o incluso algún brote de acné. Esto se debe a que en tu afán de tener una piel lisa y suave no solo has eliminado las células muertas, sino que también te has llevado por delante las células sanas que están debajo de la piel, sensibilizándola.
Lo primero que debes hacer en este caso es olvidarte de la exfoliación por un tiempo. Además, es aconsejable que uses solo limpiadores y cremas hidratantes suaves y sin perfume, que te ayuden a fortalecer tu barrera cutánea, que ahora está debilitada. Y, solo cuando tu piel vuelva a tener un aspecto normal –este proceso tomará una semana, como mínimo–, podrás volver a introducir, poco a poco, el exfoliante (esta vez asegúrate que usas una fórmula suave y que no te pasas frotando) en tu rutina facial. Aunque es aconsejable que esperes al menos 15 días para volver a él.
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