Durante 14 días y unas 3.500 millas náuticas, el príncipe de Mónaco Pierre Casiraghi y el marino alemán Boris Herrmann han acogido en su velero Malizia II a la activista sueca Greta Thunberg y sus acompañantes –su padre y un documentalista–. Un viaje que les ha llevado desde Plymouth, ciudad portuaria del suroeste de Inglaterra, hasta el sur de Manhattan, sin dejar huella de carbono, a bordo de una de las pocas embarcacionescapaces de cruzar el Atlántico sin quemar combustibles fósiles. Y lo han hecho disfrutando cada momento de esta "acampada en una montaña rusa", como la llamó Thunberg después de la primera noche. Especialmente Casiraghi.
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El cocapitán y dueño del velero ha cumplido con este viaje uno de sus sueños: embarcarse en una aventura marina como hacía su héroe de la infancia, Corto Maltés. Junto a su amigo Herrmann, director del Team Malizia y con quien forma equipo desde hace años, Casiraghi se ofreció a ayudar a la adolescente sueca sin compromiso. Siempre que ella y sus acompañantes fuesen conscientes de lo que les esperaba: "no hay comodidades", contaba Casiraghi a The Times. "Es un velero de competición".
En un cuestionario entregado a la prensa, Hermann y Casiraghi ahondaban en lo que les esperaba a los viajeros y tripulantes: un casco prácticamente desnudo, sin baños ni camarotes, donde un par de cortinas crearían pequeños habitáculos: uno para los dos marinos, y otros tres para Greta, su padre Svante y el documentalista Nathan Grossman. El Malizia II, con sus 18 metros de eslora, construido principalmente en fibras y resinas ultraligeras, equipado con dos hidroturbinas y paneles solares –cuya energía se dirige a alimentar los sistemas electrónicos de la embarcación, incluyendo un pequeño laboratorio marino, no a proporcionar empuje– y fletado en 2015, no iba a tener compasión con nadie.
Tras una primera noche en la que los delfines acompañaron a la embarcación por el Golfo de Vizcaya, hasta casiraghi y Herrmann sufrieron algo de mareo el segundo día, sacudidos por vientos de 30 nudos y fuertes olas que hacían temer en las palabras de Casiraghi antes de partir: "Aquí una caída puede hacer que te rompas un brazo". "Todo", escribía el cocapitán Hermann, "desde vestirse hasta preparar unas gachas, parece que se lleva a cabo a cámara lenta".Sin embargo, los más inexpertos pronto se acostumbraron a la vida marina: "Greta y su equipo", rezaba el cuaderno de bitácora de a bordo, "duermen toda la noche y charlan con Pierre durante todo el día".
Al superar las Azores, en el quinto día –donde fueron recibidos con pancartas y vítores– el equipo ya era consciente de lo que les esperaba: un barquito baqueteado por la fuerza del océano que aprovechaba el empuje de las tormentas para alcanzar picos de velocidad, a costa de estar continuamente "empapados y botando". Teniendo que cambiar de rumbo de vez en cuando para evitar enfrentarse a fenómenos para los que la embarcación no está preparada.
Es el motivo por el que la nave llegó con unos dos días de retraso a su destino, recibidos con euforia al Malizia mientras atracaban en Nueva York –con un remolcador con motor eléctrico, para hacer sostenible el viaje hasta el final–. Acompañados por una flotilla de Naciones Unidas en el que cada embarcación representaba uno de los objetivos del desarrollo sostenible.
Pierre Casiraghi ya ha dicho que no quiere que el gesto se saque de madre: "Greta", había dicho en la entrevista al Times, "necesitaba una embarcación sostenible y yo tenía una. Eso es todo". Pero también reveló que, aparte del Corto Maltés, hay otros dos motivos para apoyar la causa de Thunberg: su propia convicción contra la emergencia climática, y su familia. Porque el Team Malizia no se dedica sólo a la competición ni es un barco sostenible por casualidad. Parte de la aventura marina de Casiraghi y Herrmann consiste en dedicarse a la exploración a bordo del Malizia II, apoyados por alguno de los científicos marinos que componen el equipo de cerca de 16 personas que apoyan al capitán y al fundador. El equipo no sólo promueve la investigación, sino la educación para hacer del mundo algo más sostenible.
En cuanto al apartado familiar, la referencia no es sólo el padre de Pierre –muerto en accidente de competición náutica cuando él tenía tres años–, sino incluso los primeros Grimaldi de renombre. En el escudo de armas de Mónaco aparecen dos monjes con espadas. Que en realidad eran dos marinos genoveses, primos entre sí y apellidados Grimaldi: Rainiero (primer príncipe soberano de Mónaco y que llegaría a ser almirante de los franceses en la Guerra de los Cien Años) y Francesco, el hombre que casi inaugura la dinastía. Francesco fue el que tuvo la idea de disfrazarse de frailes para burlar a la guardia del castillo y conquistarlo por sorpresa con un pequeño destacamento en 1297, algo que se creía imposible, y que le generó el apodo de La Malizia, El Taimado. "Con lo que ese apodo significa para nosotros en el Principado", contaba Pierre en la presentación del equipo, "siempre quise llamar así a un barco de competición".
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