Televisión, información y mentiras

Attilio Fontana (78 años), presidente de Lombardía, la región más castigada por la pandemia, confesó esta semana que si pudiera dar marcha atrás «sería más contundente lanzando la alarma, aun a costa de que me insultasen. Al principio pedí que todos los ciudadanos procedentes de China fueran puestos en cuarentena y me llamaron racista. Me puse la mascarilla en la televisión, y me insultaron y me dijeron que le restaba credibilidad a Italia. Dejé de hacerlo, pero tendría que haber seguido adelante con esa comunicación para hacer transmitir que era muy grave».

Esas críticas a las que se refiere son las de los contertulios y la de los expertos que vomitan su bilis en las redes. Una de las lecciones de esta nueva era es que los políticos deben tomar decisiones, por duras que sean, sin tener en cuenta la presión y la opinión mediática. Por nuestro propio bien.

Ana Rosa Quintana empezó su programa esta semana con una declaración de intenciones: «La información es la mejor vacuna contra la incertidumbre». La autora de ‘Sabor a hiel’ había sido Trendindg Topic todo el fin de semana por el siguiente tuit: «Me ha costado años, pero he cogido gusto a bloquear. En este momento no estamos para tonterías y perfiles falsos o emboscados. Si tienes algo que decir, sé valiente y di quién eres».

Dicho y hecho. Su Twitter se llenó de gente con foto, nombre y apellidos denunciando los vaivenes con los que El programa de AR había informado sobre el coronavirus. Algunos vídeos retuiteados mostraban las reacciones en su debate televisivo sobre la anulación del Mobile en Barcelona: «Hay un histerismo galopante», «Estamos cediendo al pánico». Uno de los que más defendía la tesis de la exageración era Eduardo Inda, que aseguraba: «La gripe normal causa más muertes. Es un histerismo galopante». «Hemos cedido a la irracionalidad. Hablamos de dos casos, y ninguno se ha contado en España», aseveraba Javier Gómez.

Ana Rosa se burlaba de la cuarentena de los españoles que volvieron de China. Así todo. Hasta que un día, ya cuando el programa atacaba las drásticas decisiones del Gobierno, Esther Palomera le paró los pies a la presentadora y a María Claver cuando comentaban que «en España todo se ha hecho mal»: «Pues nada, estupendo. Ahora todos somos expertos en gestión de crisis, epidemiólogos y científicos. En este programa se ha relativizado lo que estaba pasando».

Ana Rosa saltó: «Me niego. ¿Te enseño dos artículos que me acusaron de ser alarmista?». Y Esther le recordó que ella misma, en plan broma, se le abrazó un día para demostrar que no había contagio posible. «¡Eso no es verdad!», insistía Ana Rosa. «Le decíamos a la gente que no tuviera miedo y que hiciera vida normal».

Dueña y señora de su programa, Ana Rosa zanjó la discusión. Pero en Mitele pueden ustedes recordar ese momento que según AR no existe. Y pone los pelos de punta la insistencia en la mentira, el descarado cambio de argumentario. No es de extrañar que la cara de Esther Palomera fuera un poema.

Es tiempo de expertos, no de opinadores de trinchera que buscan réditos políticos. No queremos falsos profetas de la medicina como Spiriman ni vengativos justicieros como Javier Negre: las nuevas estrellas del ‘Deluxe’. Hay periodistas sensatos, desde Zarzalejos a Ónega, de Gabilondo a Maraña. De uno y otro signo político: porque no es polítiqueo lo que necesitamos en televisión ahora mismo. Queremos la verdad. Y sabemos que es difícil.

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