El “relato hegemónico” de las cuatro últimas décadas sostiene que fueron los políticos de la Transición, los padres de la Constitución y el gobierno de González y Guerra los que consiguieron que a este país no lo conociera “ni la madre que lo parió”.
Lo que parece olvidarse de manera recurrente es que fueron muchos los profesionales creativos que, años antes de la muerte del dictador, se dedicaron a preparar el terreno a los políticos, limpiando de telarañas las cabezas de los españoles y modernizando la sociedad, empleando para ello materiales tan humildes pero tan efectivos como revistas, portadas de libros, fotografías, restaurantes, locales de ocio y spots de televisión.
Uno de esos creativos fue Leopoldo Pomés, fallecido este martes a los 87 años. Hace apenas unos meses el Ministerio de Cultura y Deporte lo reconoció con el premio Nacional de Fotografía 2018, un galardón que, al tiempo que valoró su labor como obrero de la imagen, puso de actualidad su carrera como creativo publicitario y coordinador de eventos claves para la historia del país, entre ellos, la ceremonia de apertura del Mundial 82 o la campaña de la candidatura que consiguió que Barcelona fuera designada ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos de 1992.
Talento natural
Nacido en Barcelona en 1931, Leopoldo Pomés fue pionero y autodidacta a partes iguales. Con quince años se compró su primera cámara de fotos, con la que comenzó a experimentar tomando fotografías con más intuición que rudimentos sobre teoría de la imagen o los haluros de plata. Una intuición que le sería muy útil años después, cuando se propuso modernizar la publicidad española desde Tiempo, agencia de la que fue cofundador y en la que creó uno de los anuncios más recordados de la televisión española: aquel en el que una mujer, ataviada únicamente con una blusa blanca, cabalgaba por la orilla de la playa a lomos de un caballo del mismo color. El anuncio era de Terry, aunque para muchos espectadores en esa España con olor a cerrado y sacristía, eso fuera lo de menos.
A pesar del éxito de ese trabajo, lo cierto es que las innovadoras propuestas estéticas de Pomés no siempre fueron bien entendidas. Una de sus primeras exposiciones como fotógrafo, la celebrada en Galerías Laietana en 1955, obtuvo muy malas críticas. Según los expertos de la época, las imágenes del catalán, en algunas de las cuales aparecían miembros del colectivo Dau al Set como Antoni Tàpies, estaban fuera de foco y eran demasiado densas. “En fin, eran desde luego todo lo contrario que ellos defendían en la concursística y exposiciones de las agrupaciones”, recordaba Pomés al periodista Manuel Santos, en una entrevista en la que también hacía mención a cómo era España en asuntos publicitarios en la década de los sesenta.
“Era una época en la que teníamos que reinventarlo todo. No existían los casting, buscábamos una imagen moderna y, por fuerza, teníamos que recurrir a modelos extranjeras”. Una de esas modelos fue Nico, cantante de The Velvet Underground que había abandonado The Factory para establecerse en Ibiza. En la isla coincidió con Pomés y Karin Leiz, esposa y colaboradora del fotógrafo que, justamente debido a esa falta de candidatas, también se vio en la necesidad de actuar como modelo en alguna que otra ocasión. La más conocida de todas, la sesión de fotos para la imagen gráfica y decoración interior del restaurante Flash Flash, fundado por Pomés y Alfonso Milá.
Con un par
Aficionado a las tortillas, Pomés pensó que sería una buena idea abrir un local cuya carta estuviera centrada principalmente en esa especialidad gastronómica. Además, los dos amigos, que solían frecuentar bares y restaurantes con asiduidad, decidieron que el local debía tener una serie de características que lo hicieran más atractivo, acogedor y novedoso.
Entre ellas se encontraba la necesidad de que estuviera perfectamente insonorizado para diferenciarlo de los ruidosos locales de la España de la época en los que todo el mundo levantaba la voz para hacerse entender. Además, el horario debía ser amplio. Por ejemplo, desde las 13 a la 1:30 de la madrugada, sin importar que eso obligase a tener un doble turno de cocina y sala. También era imprescindible poder dejarse caer por el local cualquier día de la semana con la seguridad de que estaría abierto. Si cerraba, tenía que ser solo un día al año, concretamente, el de Navidad. Por último, los aseos debían ser casi tan atractivos como el comedor principal. Todas esas ideas de Pomés y Milá cristalizaron finalmente en el Flash Flash, un moderno restaurante que abrió sus puertas en 1970 en Barcelona y que, ya entrados los 2000, inauguró sucursal en Madrid.
Leopoldo Pomés también contribuiría al éxito de otro de los locales icónicos de la Barcelona del tardofranquismo: Boccaccio. Ni las buenas artes de relaciones públicas de Oriol Regàs, ni la decoración modernista de su hermano Xavier, ni su selecta clientela –entre la que se contaba lo mejor de la Gauche Divine, como Terenci y Ana María Moix, Ricardo Bofill, Serena Vergano, Joaquin Jordà, Oriol Maspons, Colita, Jorge Herralde o autores del boom latinoamericano como García Márquez, Vargas Llosa y José Donoso–, hicieron tanto por popularizar el local de la calle Muntaner, como esa fotografía promocional que realizó Pomés en la que aparecía una bellísima Teresa Gimpera cuyas manos, hombros y brazos estaban estampados con el logotipo de Boccaccio.
Gimpera había conocido al fotógrafo casi por casualidad. Un buen día, la modelo acudió al estudio de Pomés y Leiz quienes, rápidamente, se dieron cuenta de que la joven modelo “era una persona que comunicaba muy bien”. No se equivocaron. Con Gimpera, además de las imágenes de Boccaccio, el fotógrafo creó diferentes campañas de publicidad para marcas como las medias Rodiflex. Unos trabajos que, al igual que los realizados para Tergal o Burberrys, fueron incluidos por Pomés en exposiciones antológicas de su obra porque su factura está más cerca del trabajo personal de autor que de un mero encargo comercial.
Además de campañas gráficas, a lo largo de estas cinco décadas Pomés también demostró su calidad en el campo de la dirección cinematográfica. En trayectoria figuran más de 3.000 spots –entre los que se encuentran algunos de Freixenet, marca en la que estuvo trabajando como director creativo y para la que creó las famosas “burbujas”– y un largometraje, el asombroso Ensalada Baudelaire, filme rodado en 1978 y que, a pesar del tiempo transcurrido, mantiene intacta su demoledora crítica social y su atractivo estético.
Artículo publicado originalmente en octubre de 2018 y actualizado
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