Nos tocamos la cara constantemente. Es un gesto básico en nuestra comunicación corporal que tiene que ver con la reflexión, la sorpresa, la pesadumbre o incluso el flirteo. Un estudio de la Universidad de Sidney (Australia) grabó a estudiantes de medicina para observar cuántas veces se tocaban el rostro. Cada uno de los 26 futuros médicos se llevaron las manos a la cara un promedio de 23 veces por hora, pero casi mitad de esas veces (el 44%) el contacto involucraba ojos, nariz y boca. Por eso, evitar este acto tan automatizado, casi reflejo, nos resulta dificilísimo, aunque sea lo que nos piden ahora mismo las autoridades sanitarias para esquivar al coronavirus y tener una actitud proactiva frente al pánico que nos produce un posible contagio.
Para evitar el contagio por coronavirus, lo más útil es lavarse minuciosamente las manos con un jabón desinfectante y agua caliente, recurrir frecuentemente a cualquier gel desinfectante o líquidos con alcohol (en un porcentaje de al menos un 60%) y, por descontado, alejar totalmente las manos de la cara. María Neira, responsable de Salud Pública de la OMS, no se cansa de repetirlo: «Lavarse las manos no tocarse allí donde pueda haber contacto con mucosas, en especial ojos, boca y nariz, es fundamental». ¿Cómo evitar el acto reflejo de tocarnos la cara? Existen algunos trucos. Por ejemplo, maquillarte. El deseo de no estropear un bien trabajo de make up disuade a las mujeres de tocarse la cara. Es un buen momento para planificar un maquillaje completo, contouring incluido.
Otro recurso muy útil: llevar constantemente cosas en las manos que impidan que nos las llevemos a la cara: el móvil, una pelota antiestrés, unas llaves. De hecho, aunque los guantes no sirven de nada a la hora de protegernos de un contagio, sí pueden ser útiles para evitar que nos toquemos la cara, sobre todo si son muy aparatosos. Importante: lleva el pelo recogido. Así no tendrás que recolocarte ningún mechón. Otra buena idea es sostener constantemente un pañuelo desechable y, cada vez que nos toquemos con él el rostro, cambiarlo por otro. Podemos incluso poner una alarma en el móvil para que cada cierto tiempo nos recuerde que tenemos que estar alerta en la vigilancia a nuestros gestos. Y aprovechar, de paso, para lavarnos las manos o echarles desinfectante.
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