En mayo de 2016, tres treintañeras quedan en el Soho Club de Canadá, un club privado con piscina y una de las mejores barras de Toronto donde tomarse un buen cóctel. Una de ellas, Sophie Trudeau, es primera dama del país desde hace solo unos meses: su marido, Justin Trudeau, ganó las elecciones en noviembre de 2015. La otra es Meghan Markle, actriz estadounidense que acaba de iniciar una relación con el Príncipe Harry. La persona que las reúne esa noche es una de esas figuras poco conocidas para el gran público, pero siempre presente en los lugares, las fiestas y los entornos donde se cuece el poder: Jessica Mulroney, estilista de Markle –a quien conoció en los seis años que la intérprete vivió en ese país roando la serie Suits–pero también de Sophie.
La amiga en común no es una estilista cualquiera: además de ser reputada en su trabajo, está casada con Brian Mulroney, hijo de un ex primer ministro de Canadá y por eso está acostumbrada a tratar con celebrities, pero también con gente de las más altas esferas del poder. Tampoco el club es un lugar escogido al azar: además de ser uno de los más exclusivos del mundo con sedes en varias ciudades, uno de sus promotores es el canadiense Markus Anderson, amigo de Meghan y ayudante en una de las fiestas privadas que el príncipe Harry le organizó a su novia cuando su relación aún no era de dominio público. Así lo explica en su libro Harry: Life, Loss and Love Katie Nicholl, experta en temas de realeza de la edición estadounidense de Vanity Fair.
De aquella noche donde las tres mujeres hicieron su particular party girlquedaron unas instantáneas divertidas en las que las tres aparecen muy cómplices haciendo muecas y riendo como si estuvieran en un fotomatón. Es casi la única prueba de la relación entre la ex duquesa de Sussex y la primera dama, antes presentadora de televisión, que no fue invitada a la gran boda inglesa de la pareja real pero con la que que mantiene una relación muy próxima, más ahora que viven cerca. Siguiendo el estilo canadiense, sin embargo, Trudeau no ha alardeado nunca de esa relación y ni siquiera ha mostrado apoyo público a la pareja cuando decidió apartarse del foco en Reino Unido como si hicieron otras personalidades como Hillary Clinton.
"Claro que les deseamos lo mejor, pero no tenemos otros asuntos que atender", dijo el primero ministro cuando le preguntaron por qué no iban al enlace que se celebró en Windsor en mayo de 2018. Lo más probable es que estuvieran invitados, pero también lo más probable es que prefirieran quedarse al margen de un evento al que acudieron más de mil invitados. El apoyo, sin embargo, llegó de otra manera : por ejemplo pidiendo a los canadienses que los recibieran con el mismo cariño y respeto que han tenido con ellos.
Los Trudeau pueden ser una inspiración para Harry Meghan. El modo en que llevan su popularidad es la envidia de todo el que tiene un papel público pero quiere mantener cierta reserva en su vida privada. Además de tener un don natural para las cámaras, los Trudeau tienen el respeto de los medios, a quienes regalan fotos –también de sus tres hijos– y atienden y de quienes reciben un trato respetuoso. Es una manera muy distinta a cómo funciona esa exposición en Reino Unido, y uno de los motivos por los que han elegido Canadá para abandonar un país en el que Harry sintió que no trataban con respeto a la madre de su hijo.
De ese modo, Sophie se ha convertido en un modelo y también en un apoyo para Meghan. Y entre ellas está Mulroney, que las asesora a ambas, según la prensa canadiense, no solo en cuestiones de ropa, sombreros o maquillaje: también en la manera en que deben manejarse ante la opinión pública. A la vez, como persona influyente, hace "campaña" por ambas en los entornos donde se mueve y se ha convertido en una fiel guardiana de la intimidad de sus amigas, a quienes defiende con uñas y dientes y de quienes no suelta prenda por más que los periodistas le pregunten con insistencia.
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