Además de pasaportes, rifles o munición, entre las herramientas de trabajo de James Bond también hay unas monedas. Se las da Q en Desde Rusia con amor y no son una invención del autor de las novelas, Ian Fleming, pues los soberanos de oro se acuñan en Inglaterra desde finales del siglo XV. Desde entonces, han llevado grabado el rostro del monarca de cada momento histórico: en el caso de las que gasta el espía Bond, el de Isabel II. Su principal valor es que se pueden usar en cualquier lugar del mundo y por eso no le han servido solamente al espía de ficción, sino también a militares de carne y hueso: lo llevaron en su kit de supervivencia los agentes especiales británicos durante la Segunda Guerra Mundial. Y es solamente un ejemplo.
A pesar de su larga historia y su valor,el cuarto de onza de oro con el que está hecho el soberano inglés no puede competir con la onzaentera de metal precioso que contiene la moneda dorada más cotizada del mundo: el krugerrand. Acuñada en Sudáfrica en 1967, tomó el nombre de Paul Kruger, político bóer que luchó contra Reino Unido y presidió el país a finales del siglo XIX. La moneda vuelve a ser noticia porque las ventas de dicho metal en el mundo no paran de aumentar en los últimos meses. Según informa el Consejo Mundial del Oro, Rusia es uno de los principales compradores, también China, cuya demanda de lingotes y monedas aumentó un 30% en solo un año. Los analistas interpretan esa fiebre compradora como la señal de que hay otra crisis económica a la vista, pues como indica la Sociedad Española de Metales de Inversión, los inversores se refugian en el oro porque es un valor seguro: la prueba es que un krugenrrand adquirido en 1967 por 35 dólares, hoy se podría vender por más de 1.200.
Cada pieza contiene una onza troy, unidad de medida imperial británica para medir metales preciosos que equivale a algo más de 31 gramos. Quien compra krugerrands paga por el oro –contiene once partes de dorado metal y una de cobre, para darle más flexibilidad– y por los costes de fabricación y distribución y una de las razones por las que fue un éxito desde su salida al mercado es que, aunque nunca se usó para comprar bienes, sí fue de curso legal desde el inicio. Eso permitió venderla en cualquier país y sin tener que pagar impuestos, tasa que sí hay que abonar con las monedas conmemorativas. Esas eran sus bondades, que se mantienen en la actualidad, pero también hay en el origen del krugerrand una historia mucho menos reluciente que el metal del que está hecha.
El oro del apartheid
En el reverso del krugenrrand hay impresa una gacela, uno de los símbolos de Sudáfrica. En la cara está impreso el rostro de Kruger, que además de presidente, fue autor de frases como esta: "El hombre negro tiene que aprender que él llegó en segundo lugar y que pertenece a una clase inferior que debe obedecer". Escoger una figura con esos antecedentes para adornar una moneda creada para dar salida al oro de las minas sudafricanas no era extraño en pleno apartheid, régimen que ya sufría el boicot de su moneda de curso corriente, el rand, desde los años 50 en varios países del mundo.
De hecho, un año después de salir al mercado el krugerrand, la ONU aprobó una resolución para suspender cualquier acuerdo cultural, educativo o deportivo con Sudáfrica. Pero la brillante moneda, aunque con dificultades, no detuvo su avance. Para limpiar su imagen en aquellos países más reticentes, el gobierno sudafricano decidió invertir tiempo y dinero. Por eso, en 1975, el organismo responsable de las minas en Sudáfrica se plantó en Nueva York y contrató a la agencia de publicidad Doyle Dane Bernbach para que creara una campaña de anuncios en prensa y en televisión con dos ideas principales: que el oro era una inversión inteligente y que el krugerrand era la mejor manera de poseer oro puro.
Las razones de los escépticos, sin embargo, eran de peso. “A mediados de los 70, las minas de Sudáfrica empleaban a unos 380.000 trabajadores, de los que aproximadamente el 90% eran negros. Aquellos trabajadores cobraba unos 124 dólares al mes, casi un quinto de lo que cobraban los trabajadores blancos”. La cita es de A Nation under Gold, un libro de James Ledbetter, subdirector de CNN Money, quien explica en esas páginas que la exportación de oro era vital para las operaciones del gobierno del apartaheid porque suponían el 40% de los ingresos del comercio extranjero.
Aún así, la campaña publicitaria surtió efecto en suelo estadounidense y por eso en enero de 1978, Sudáfrica había vendido 669.000 krugerrands, más del triple que el mismo mes del año anterior y la mayoría se habían adquirido en el país gobernado entonces por Jimmy Carter. A final de ese mismo ejercicio la Casa de Moneda de Sudáfrica acuñó seis millones de unidades, doblando así la cifra del año anterior en un momento en el que la onza se pagaba a 300 dólares.
Un krugerrand literario
El fervor por el oro en esos años, y concretamente por el krugerrand, dejó huella en la literatura del momento. Uno de los autores que introdujo la moneda en sus historias fue John Updike, que en su novela Conejo es rico se refiere al krugerrand como el “metal sagrado” e incluso le confiere cualidades afrodisíacas –el protagonista, sintiéndose poderoso por poseer un buen puñado de krugerrands, los lanza sobre la cama donde le espera su amante– a la vez que lo desprecia –lo describe y lo compara con el papel higiénico y con la orina– por considerarlo sucio y caduco.
Quizás tenía en mente el novelista la suerte que acababa de sufrir el krugerrand en su país. Su libro salió en 1981, cuatro años después de que Merry Lynch anunciara que dejaba de vender la moneda sudafricana. ¿El motivo? Las presiones de losgrupos anti apartheid, que llevaban años organizando manifestaciones y que convirtieron el teléfono gratuito que había facilitado el organismo de las minas sudafricano para pedir información y comprar moneda en un canal por el que los activistas transmitían sus protestas.
Pero tampoco eso mató al krugerrand, al que le salió su primer competidor en 1979 cuando el gobierno de Canadá acuñó la Hoja de Arce de Oro. Le siguieron el nugget de oro australiano (1981); el Águila de Oro de EEUU (1986) y diez años después, Austria acuñó la Filarmónica de Viena de Oro. Como informa a Vanity Fair Tobias Rotthaler desde Coininvest, una asesoría de compra y venta de plata y oro,, la solidez del producto radica en que no le afectan ni la inflación ni la devaluación del dineroz, pues su valor es el propio metal con el que está hecho el krugenrrand y por tanto, solo depende del precio que tenga el oro, marcado por el mercado de Londres.
La ventaja del krugerrand es que llegó primero y aunque, como indica Rotthaler,es imposible saber cuántos circulan hoy en el mundo, “porque muchas de las piezas antiguas se han fundido”, la Casa de Moneda Sudafricana informa de que cada año emplean un 1,1 millones de onzas, lo que supone el 25% del mercado mundial de monedas. A pesar de las cifras, saben que la competencia es dura: China no solo está a la cabeza de la compra y la venta de lingotres y monedas, sino que también acuña su propia pieza dorada, el Panda de Oro, disponible en varios pesos (no se mide en onzas, se mide en gramos y los hay de 1 hasta un quilo) que compite en pureza –del 99,99%– con el todopoderoso krugerrand.
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