En un mundo globalizado en el que a tan solo un click de distancia tenemos todo lo que queremos, parece imposible sufrir carencias emocionales. La comunicación es mayor, tenemos acceso a todo lo que necesitamos y, a través de las pantallas, podemos hacer casi cualquier acción que se nos ocurra.
Pero si bien el auge de las redes sociales ha tenido efectos positivos sobre nuestra salud mental, cierto es que los negativos también han proliferado. ¿Cuántas veces has escuchado la frase de que Instagram no es todo lo que parece? Alrededor del mundo de los social media se esconde un entramado artificialmente creado por y para los usuarios.
Si bien son estas propias plataformas las que nos permiten de manera fácil y sencilla mostrar y crear mundos idílicos y utópicos, nosotros mismos somos también los que siempre apostamos por enseñar nuestras mejores caras. Fotos de comidas sin empezar y perfectamente colocadas, perspectivas que agrandan el tamaño de nuestro salón, filtros que nos modifican los rostros siguiendo los cánones socialmente construidos… Si las redes son, en su mayoría, ficción, ¿por qué seguimos creyéndonos todo lo que vemos?
Nos gusta imaginar que el mundo puede ser de la forma que lo vemos a través de las aplicaciones. Pero la realidad es diferente. Los problemas existen y ni la comida está siempre bien colocada sobre la mesa, ni tenemos un salón propio de una casa en el campo ni tampoco nuestra tez se encuentra impoluta y libre de imperfecciones cada vez que nos hacemos un selfie.
Mundos ficticiamente construidos
¿Lo peor que construir un mundo paralelo y ficticio y mostrarlo al resto? Que terminamos creyéndolo e, incluso, comparando la vida de otras personas con las nuestras. Esto es lo que se conoce como comparanoia. La comparanoia define esa actitud que a menudo tenemos al equiparar nuestra vida con la de otros. Comparamos todo lo que nos rodea y vemos en redes: desde la ropa que guardan en sus armarios, hasta los abdominales que tienen o, incluso, las amistades que le rodean. Y es entonces cuando empezamos a entrar en un bucle tan tóxico que nuestro malestar no hace más que crecer, haciéndonos, como consecuencia, sentirnos inferiores. Inferiores respecto a una realidad decorada. Una realidad construida para que, precisamente, pensemos que no existen malas circunstancias en la vida.
Pero frente a esta creación de vida que hemos realizado a propósito en redes y que dista mucho de la realidad que se encuentra al otro lado de la pantalla, han hecho frente algunas figuras públicas que, cada vez más, emplean el poder de la comunicación global para hacer ver que los problemas emocionales existen y que no todo es lo que parece.
La importancia de dar visibilidad a los problemas
Meghan Markle, Cara Delevingne, Demi Lovato, Lena Dunham y una gran infinidad de nombres más que, a pesar de gozar de gran fama, han sacado a la luz los entresijos más oscuros de su día a día.
Que una persona de renombre como ellas sea capaz de dar visibilidad a los problemas mentales y a la rutina del día a día, significa un gran paso hacia la humanización del contenido que se publica. Aceptar que la vida no es perfecta y romper este tabú es el primer paso.
¿Qué más se debe hacer para evitar la comparanoia? Anima a otras personas a hablar de sus problemas. Puedes compartir alguna anécdota tuya y así se sentirá más cómodo para hacerlo. Es importante tomar conciencia y saber que no eres el único que no tiene una vida perfecta. De hecho, probablemente, seas de la gran mayoría que no la tienen.
Mal de muchos, es, esta vez, consuelo de todos.
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