Entrevista con @elBarroquista, autor de 'Otra historia del arte'

Muchas veces solo hace falta cambiar la forma en la que miramos algo para apreciarlo de una manera totalmente diferente. Y es que si algo ha perseguido al Arte es la distancia que mucha gente ha puesto ante él. Lejos de acercarse y disfrutarlo desde su propia experiencia, el miedo a no entenderlo o no apreciar lo que según todos es una obra maestra se han convertido en barreras infranqueables.

Ahora, Miguel Ángel Cajigal, más conocido como @ElBarroquista y uno de los grandes divulgadores de arte en España, ha escrito un libro, Otra historia del arte, en el que plantea que el arte es para todos y repasa las grandes obras maestras de la historia desde otro punto de vista. Un libro que es una invitación a entrar al mundo del arte para divertirse, disfrutar y aprender a mirar.

¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

Cuando me contactó la editorial no me había planteado escribir un libro divulgativo, pero enseguida me apeteció mucho la idea de intentar trasladar de alguna manera una mirada ‘desde dentro’ de la historia del arte al público general. Les expuse mi planteamiento y me apoyaron totalmente, lo cual agradezco mucho porque hemos huido de un modelo de libro donde se dan explicaciones a los ‘secretos’ de las obras de arte, que es lo que más ha abundado en el ámbito divulgativo sobre nuestra disciplina.

¿Qué objetivo te marcaste al escribir ‘Otra historia del arte’? ¿Qué te gustaría que sintieran quienes cierran sus páginas tras haberlo leído?

Me gustaría que tuviesen muchas preguntas en la cabeza y que la siguiente vez que se enfrentasen a una pieza se planteasen esas preguntas. Creo que no se enseña a la gente a apreciar las obras de arte, sino que se les cuentan relatos cerrados sobre las mismas. Esos relatos muchas veces están en debate dentro del mundo académico, o incluso totalmente superados por inexactos o falsos, pero se lanzan al público general como si fuesen certezas. En general, creo que las certezas no ayudan mucho a entender o disfrutar el arte.

¿Crees que a muchas personas les da miedo el arte? ¿De alguna manera sienten rechazo ante algo que creen que no entienden?

Totalmente. Se ha trazado una línea ficticia entre quienes ‘entienden’ de arte y el resto de la población. Y esto me parece un error. Evidentemente, las personas que nos dedicamos profesionalmente a la historia del arte tendremos un conocimiento más especializado que cualquier otra persona sobre algunas cuestiones, pero eso no significa que no debamos hacer esfuerzos por acercar el arte al público y por poner nuestra disciplina al servicio de la sociedad.

¿Qué es, para ti, ‘entender el arte’?

Para mí, comprender los procesos. Por un lado, los procesos que llevan a una persona a crear una obra de arte determinada en un contexto concreto. Y por el otro, los que nos hacen percibir, valorar e interpretar esa misma obra según nuestro propio contexto. Las obras de arte son el mejor documento de la mentalidad de una época o cultura, pero también es bueno que seamos conscientes de que una misma obra de arte no se interpreta igual en la actualidad de lo que se interpretaba hace cincuenta o cien años. La manera de ver una pieza artística dice mucho sobre nuestra época y contexto.

En tu libro reflejas como criticar Las Meninas es un sacrilegio pero hacerlo con el arte contemporáneo no tanto. ¿Por qué tendemos a criticar lo nuevo?

Sospecho que cuando nos falta el argumento de antigüedad todo se vuelve más incierto para mucha gente. Las Pirámides son importantes porque son muy antiguas. Las cosas que hay en muchos museos también son antiguas. Con las catedrales pasa lo mismo. La edad de las cosas les aporta un prestigio añadido. Lo que se hace en el momento presente no tiene esa valoración. Siempre se dice lo de que «el tiempo pone a cada cosa en su lugar», pero esto no es cierto: lo que hace el tiempo es matizar o acallar los prejuicios o modas que no permitían poner las cosas en su lugar. Hoy en las escuelas se ponen de modelo obras literarias, musicales o artísticas que en su día fueron criticadas y rechazadas por las mismas razones con las que hoy se rechaza el arte actual.

¿Nos enfrentamos a esas obras con demasiados prejuicios?

Exhibir rechazo al arte actual es políticamente correcto en determinados círculos. Decir frases como «esto no lo entiende nadie», «el arte de ahora es una tomadura de pelo» o «esto lo hace mi niño de tres años» es parte de un modelo de comportamiento. Lo que quizás no piensa la gente que dice esas frases es que es el mismo rechazo que sufrieron genios hoy totalmente venerados como Monet o Bach. Pasó con la música de The Beatles no hace tanto tiempo, así que no deja de ser sorprendente este tipo de actitudes censoras.

Cuando nos falta el argumento de antigüedad todo se vuelve más incierto para mucha gente

En el libro hablas de algunas cosas a las que damos demasiada importancia a la hora de acercarnos a una obra de arte, como la biografía del autor o su descomunal talento en la infancia. ¿A qué sí debemos darle importancia cuando queremos apreciar una obra de arte?

Tenemos muchas opciones. Por un lado podemos fiarnos simplemente de nuestro gusto instintivo, aunque siempre tendremos que tener en cuenta que nuestro gusto no determina que una obra sea mejor o peor. Otra alternativa es apreciar las obras como documentos que nos hablan de su época e intentar entender el momento y el lugar en que se crearon, para tratar de acercarnos a la cultura en la que fueron realizas. Otra opción podría ser una aproximación puramente intelectual, o la valoración relativa a la calidad. En realidad hay muchas maneras de aproximarnos a las obras de arte pero lo importante es intentar abrir la mente y no dejar que los prejuicios distorsionen ese proceso.

Le dedicas un capítulo a cómo no siempre nos conmovemos con las mejores obras y que algo nos guste no significa que sea bueno. ¿Cuáles son esas obras que están en tu top-5 y que no tienen por qué ser manjares sino Big Mac?

La lata de Merda d’artista de Piero Manzoni es una obra que me encanta. No estéticamente, sino desde el punto de vista de los desafíos y provocaciones intelectuales que contiene. Es una gamberrada pero con mucho más sentido de lo que parece. Siento especial debilidad por el arte popular y el arte rural, por ejemplo el que podemos encontrar en la Edad Media en la Península Ibérica, que tiene una calidad de ejecución irregular pero mucho interés. En el libro hablo de la pieza L.O.V.E. de Maurizio Cattelan, que me fascina aunque no tenga una gran complejidad técnica. Y lo mismo me sucede con las pequeñas esculturas plegables de Lygia Clark o los móviles de Alexander Calder, que a primera vista no parecen demasiado complejas pero me entusiasman.

¿El gusto artístico también se educa?

Sin duda, nuestros gustos son educados y educables. De hecho hay muchas cosas que comemos después de enseñar a nuestro paladar a disfrutarlas. Con el arte no es muy distinto. Podríamos usar el símil de la cerveza: normalmente la primera vez que alguien prueba un sorbo no le gusta el sabor, pero mucha gente se acaba acostumbrando a él y termina por gustarle. Ese mismo proceso se puede dar con el arte que a priori no nos guste.

Exhibir rechazo al arte actual es políticamente correcto en determinados círculos

En el libro también reflejas artistas que vivieron épocas en las que su arte no se valoró, y maestras del arte sin su merecido reconocimiento por el hecho de ser mujeres. ¿Cree que este sesgo de género está superado?

Desgraciadamente, no. Me encantaría decir que es algo del pasado, pero todavía está muy vivo en el presente. Algo tan sencillo como dar a conocer a artistas que eran mujeres sigue despertando el rechazo de algunas personas que no se quejarían si esa misma acción fuese destinada a poner de relieve a artistas de su pueblo que son injustamente desconocidos. La valoración del arte ha sido machista, especialmente a lo largo del siglo XX, y pagamos las secuelas de ese proceso. Lo triste es que haya gente que prefiera no verlo y vivir perdiéndose todas esas obras de arte tan interesantes.

Tu perfil en redes, @elBarroquista, cuenta con una legión de seguidores. ¿Te gusta divulgar arte en redes sociales? ¿Qué te aporta?

Sobre todo en redes sociales aprendo muchísimo. Es el lugar para leer y escuchar a gente que sabe mucho más que yo de un montón de cosas. La ventaja de las redes es que puedes ir directamente a la fuente y hablar de tú a tú con personas que, de otro modo, no habrías conocido o no habrías tenido la ocasión de charlar o plantearles preguntas. Por otro lado, es evidente que las redes me han dado una comunidad y que eso significa que tengo más audiencia de lo normal para un historiador del arte. Intento aprovechar eso con responsabilidad para hacer que la disciplina sea más conocida y para sembrar debates que me parecen importantes sobre el arte y el patrimonio cultural.

¿Crees que la divulgación de arte vive buenos tiempos?

No sé si buenos tiempos, porque la mayoría de las personas que la hacemos la practicamos como complemento o placer personal, pero sin una dedicación profesional a ella. Lo que sí me parece evidente es que el conocimiento cercano del arte se ha popularizado mucho, gracias a las redes y plataformas sociales, y que en ello tienen mucha culpa también los museos e instituciones culturales. Ahora puedes escuchar a una especialista hablando de arte sin tener que colarte en una conferencia o clase universitaria, a través de Internet. Es un gran avance para la disciplina, porque no hay que olvidar que la ciudadanía tiene derecho legal al acceso y disfrute del arte y que, durante bastante tiempo, el ámbito académico no prestó demasiada atención a la transferencia del conocimiento hacia la sociedad.

Hay muchas maneras de aproximarnos a las obras de arte pero lo importante es intentar abrir la mente

Si tuvieras que citar tres museos o espacios artísticos en los que te gusta perderte, ¿cuáles serían?

Quien me conoce por las redes sabe que el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid es mi paraíso museístico. Me encanta perderme allí y siempre que estoy en la capital me paso por sus salas. Otro lugar que me fascina es el Museo Berggruen de Berlín, que no es demasiado conocido, ni siquiera por la gente que hace turismo cultural en la ciudad. Y, barriendo un poco para casa, la catedral de Santiago de Compostela, con su museo, es un lugar que nunca deja de seducirme y donde se me pasan las horas volando.

¿Y tres lecturas obligatorias para todos aquellos que quieren saber más de Arte?

No me gusta mucho esa idea de lo obligatorio. Pero como recomendación, diría que para acercarse al arte contemporáneo de una manera fresca y razonada, el libro de Will Gompertz, ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos, es realmente muy útil. También recomendaría leer la reciente edición en castellano de Linda Nochlin bajo el título Situar en la Historia. Mujeres, Arte y Sociedad. Y un libro muy reciente, que acaba de salir en castellano y es muy accesible, titulado Cómo entender el arte de Janetta Rebold Benton ofrece muchas ideas con las que estoy totalmente de acuerdo.




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