Se acerca el fin de las vacaciones y con ello la vuelta al trabajo (presencial o no). Esto provoca que muchas personas abandonen la actitud positiva y den paso a un malestar físico y emocional conocido como depresión postvacacional y que afecta a más de un 45 por ciento de la población.
Los síntomas pueden ser físicos (cansancio, fatiga, falta de apetito, sueño, dificultad para la concentración e incluso se puede llegar a tener molestias estomacales o musculares) hasta psicológicos. Estos últimos se traducen en falta de interés, irritación, nerviosismo, tristeza o falta de motivación.
Según explica la psicóloga Júlia Pascual, directora del Centro de Terapia Breve Estratégica de Barcelona, este tipo de malestar suele durar desde dos a tres días hasta un máximo de 21 días que es cuando la persona se vuelve adaptar a su nueva realidad. Cuando el malestar persiste en el tiempo puede generar trastornos de ansiedad y/o depresión.
«No nos parece bien utilizar el término depresión para definir este posible fenómeno porque es una forma de banalizar una patología que puede llegar a ser muy invalidante. Creo que es más adecuado referirse a estrés o melancolía vacacional. Desde nuestro punto de vista este problema sólo existe si lo piensas y lo seguimos difundiendo y hablando al inicio de cada curso laboral. Las palabras crean realidades así que deberíamos ir con cuidado en querer patologizar naturales procesos adaptativos».
Para gestionar con mayor facilidad el impacto emocional que implica el regreso a la rutina, es conveniente realizar una adaptación lo más progresiva posible siguiendo una serie de consejos:
Regresar unos días antes al lugar de residencia habitual
Apurar los días de vacaciones hasta el último día puede ser muy atractivo pero también podría hacer más pesado y difícil el regreso al mundo laboral.
Normalizar el horario de manera progresiva
Cuando estamos de vacaciones uno de los mayores placeres es poder dormir más. Volver al trabajo implica cumplir horarios por lo que es aconsejable regularlos unos días antes de volver al trabajo.
Recuperar los hábitos alimentarios y hacer ejercicio físico
Volver a la normalidad lo antes posible es lo ideal pero recuerda no forzarte. Date el tiempo necesario para recuperar los hábitos y así disfrutar de sus beneficios. Piensa que según el famoso psicólogo W. James se necesitan 21 días para instalar un hábito (aunque ese tiempo depende de la motivación, de la persona y de otros aspectos).
Aceptar las emociones que nos toca vivir
Aunque no nos guste sentir melancolía, tristeza, angustia o rabia, estas son una respuesta funcional de nuestro organismo a los cambios. Permitirse llorar no hará que cambiemos nuestras obligaciones pero sí nos hará vivirlas de una manera más serena. O por ejemplo: si escribimos en un papel la rabia que sentimos por lo que nos ocurre y a continuación lo destruimos en mil pedazos, nos ayudará a canalizarla.
Aceptar imprevistos y cometer errores
Este truco está especialmente indicado para los planificadores, es decir, esas personas que se lo apuntan todo en la agenda, que se hacen listas. Ejercen un control diario que también suelen hacer antes y durante las vacaciones.
Pensar cada mañana que todo va a salir bien
Indicado para las personas más fóbicas y controladoras, aquellas que por miedo a equivocarse o a no estar a la altura de las circunstancias estarían continuamente fuera de vacaciones.
Escribir lo horrible que será la vuelta al trabajo
Esta recomendación está especialmente indicada para los profetas, es decir, aquellos que continuamente tienen pensamientos catastróficos y negativos y que les hacen sentir angustiados, tristes, nerviosos e irritables.
Para terminar: no hay que olvidar que si todos estos síntomas descritos persisten, debemos consultar a un psicólogo.
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