La hija de ‘l’Avvocato’ ha reanudado la batalla que paró hace 18 años. Margherita Agnelli ha presentado una demanda contra su millonaria familia para actualizar el acuerdo hereditario que firmó en 2003 para llevarse la parte del imperio que erigió su padre, Gianni Agnelli, y quitarse de en medio. Considera ahora que los 1.300 millones de euros que consiguió fueron un mal pacto y no le falta razón: son minucia si los compara con la fortuna que han amasado sus familiares tras comprar Stellantis –grupo de automoción–; el equipo de fútbol Juventus de Turín; gran parte de Ferrari y el grupo mediático Gedi, que edita diarios como La Reppublica.
Tal como reconoció en una extensa entrevista ofrecida a a la edición estadounidense de Vanity Fair en 2008, Margherita no tiene trato con sus nietos y es una extraña para su primera familia. Incluidos sus hijos mayores John y Lappo Elkmann. Sólo con Ginevra, la más pequeña de los vástagos que tuvo con el escritor italiano Alain Elkann, mantiene relación. Pero esa solo es la primera parte de una vida de película: la segunda empezó tras casarse en 1985 con Serge Gräfin von der Pahlen, nacido en Normandía (Francia) pero parte de una familia rusa de rancio abolengo. Experto en finanzas, este noble de 77 años, es conde y padre de los cinco hijos menores de Margherita: Maria, Pierre, Sophia, Annay Tatiana Gräfin von der Pahlen.
Su estilo nada tiene que ver con las llamativas portadas, ya sean en las páginas salmón o en las rosas, que protagoniza siempre la familia Agnelli: en el caso de Pahlen es más fácil encontrar cuadros de siglos pasados con retratos de todos los ancestros que ostentaron algún título nobiliario que una fotografía suya. Su familia vivió siempre entre San Petersburgo y un castillo que esta revista no ha podido ubicar pero que según una fuente que conoce a la pareja es "imponente" y se encuentra en algún punto de la vastísima región báltica. Allí vivieron los Pahlen hasta la Primera Guerra Mundial, cuando el padre de Serge se exilió con su familia a Francia, algo que no aflojó, en absoluto, los lazos de su hijo con su tierra de origen.
La segunda vida de Margherita, sin embargo, no iba a transcurrir lejos de los suyos pues tras su boda con Pahlen, éste fue llamado por su suegro para formar parte del emporio familiar. De ese modo, el noble ruso aceptó el cargo de director de Fiat en Brasil, país al que se habían ido a vivir la pareja tras casarse. De esa manera, quien parecía que alejaría del todo a Margherita de los suyos no hizo más que aproximarla. Tras ese puesto, llegó el de vicepresidente de Fiat en Rusia, donde se encargó de las relaciones internacionales de la empresa. Y es en ese periodo donde se centra uno de los episodios del polémico libro que el año pasado sacó al mercado británico la periodista Catherine Belton: How the KGB Took Back Russia and Then Took On the West (La gente de Putin: cómo la KGB recuperó Rusia y luego se apoderó de Occidente.)
El volumen, editado por Harpers Collins, investiga las relaciones deVladimir Putincon numerosos oligarcas rusos como Román Abramóvich y la forma en que estos habrían ayudado a su gobierno a través del servicio de inteligencia, conocido como KGB. Según la autora del libro, sin ser un oligarca, el bien relacionado Serge Pahlen habría sido otra de esas personas.
Como indica Belton informada por el oligarca Kostantin Malofeev (una de las personas más próximas al Kremlin), ambos hombres se conocieron en 1991: "Pahlen eligió inmediatamente a Putin. Dijo: ‘Este hombre piensa como nosotros.’" La conexión entre el político y el noble fue inmediata y tenía como principal punto en común una idea que también tiene Malofeev, defensor del zarismo, la monarquía y el tradicionalismo en Rusia: recuperar el imperio, los viejos valores y devolverle a su país los brillos y la importancia del pasado. Aunque la periodista ha sido demandada por varios de los empresarios que aparecen en esas páginas, Pahlen es uno de los pocos que no ha tomado ninguna medida al respecto: "No he visto nada destacable", respondió a preguntas de la prensa suiza sobre un libro que es un excelente trabajo de investigación que aporta numerosas pruebas. Entre ellas y en el caso de la relación del líder ruso con Pahlen, la de que cuando Putin fue a Francia en visita oficial para conocer a su homólogo francés, Jacques Chirac, se hospedó en casa de los Pahlen Agnelli.
El padrastro, expulsado de Fiat
Las relaciones con Putin se iniciaron a principios de los 90, la década de mayor esplendor profesional para Pahlen, que entonces defendía los intereses de su suegro en Rusia. Según cuenta el libro de Belton, fue él quien presentó a l’Avvocato al líder ruso, pero las relaciones con los Agnelli se le torcieron a Pahlen cuando murió el patriarca en 2005. Margherite no solo batalló entonces por su herencia, sino también para que su segundo marido se quedara al frente de Fiat hasta que sus hijos, John y Lappo, estuvieran suficientemente maduros para afrontar ese liderazgo. Eso nunca ocurrió: cuando John, el mayor, tomó las riendas de la empresa, desmanteló buena parte del organigrama internacional y despidió a su padrastro, el hombre con el que prácticamente se había criado.
Desde entonces, la pareja se instaló en Suiza, en una finca en Pecherie, entre Lausana y Ginebra, una mansión que cuenta con su propia capilla ortodoxa, confesión a la que se convirtió Margherita, criada en el catolicismo, cuando se casó con Serge. La pareja tiene una estrecha relación con el patriarca de Moscú Alexis II, que fue el encargado de bendecir personalmente la capilla de los Pahlen Agnelli, aliados también de Malofeev en las cuestiones de la fe y socios en la Fundación de San Vasilio el Grande, que tiene como objetivo difundir los principios de la religión ortodoxa en el mundo.
No es el único lazo que los mantiene vinculados a la comunidad rusa, pues Serge Pahlen creó en 1999 Les Editions des Syrtes, un sello editorial que dirige y con el que recupera autores rusos y "abre la discusión sobre temas a menudo sensibles: ensayos de historia o geopolítica, arte o literatura, testimonios e historias singulares". La suya, aunque siempre en segundo plano, lo es sin duda. También su fortuna, pues aunque dejó de trabajar para Fiat en 2005, enseguida pasó a ocuparse de diversos negocios financieros e inmobiliarios, así como de la gestión del patrimonio familiar. El suyo y el de su esposa, pues las cuentas de ambos según la revista suiza Bilanz, suman unos 1.800 millones de euros. Una cantidad que con su demanda a los Agnelli Margherita quiere aumentar.
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