QUÉ HA PASADO
• Beatriz muere a manos del esbirro de Hernaldo.
• Diego consigue hablar con el embajador francés.
• Amelia tiene que guardar cama porque ha tenido una amenaza de aborto.
Melquiades contrata a Elías para que acabe con las chinches que invaden Castamar, pero el mayordomo no sabe sus verdaderas intenciones. “Tiene que estar todo perfectamente limpioantes de la boda del duque”, le comenta el criado. Cuando descubre la presencia de su enemigo, Úrsula entra en pánico y huye de él, pero el fumigador no se lo permite: “Dame una segunda oportunidad y ayúdame a robar el oro del ducado”
Angustiada, y para evitar sus constantes acosos, consigue la llavedel cofre donde Diego guarda el tesoro. El delincuente se dispone a quedarse con todo, pero quiere algo más. En un forcejeo desesperado entre ambos, Úrsula lo empuja y el hombre cae al suelo, sin vida.
Clara, que pasaba cerca, escucha ruidos extraños en el cuarto y descubre a Úrsula arrastrando el cuerpo para ocultarlo. “¿Ha intentado forzarla?”, le dice. Muy asustada, la criada se confiesa: “He sido cosas en el pasado que ni puedes imaginar y él quería aprovecharse”. La cocinera pide ayuda a Melquiades, que no desvela la verdad de lo ocurrido para salvar a su amiga. “Se ha intoxicado con la mezcla de resinas”, asegura cuando descubren el cuerpo.
Por su parte, Alfredo llega herido a Castamar y le pide a Diego que vaya urgentemente al zaguán porque Gabriel se encuentra allí. Doña Mercedes está muy preocupada por el estado de su hijo pequeño, así como Amelia, pero su primogénito las tranquiliza: “Esto tengo que hacerlo yo. Iré con dos guardias y volveré con mi hermano”.
En la posada donde vive el Zurdo, el duque se encuentra a este malherido y tras presionarlo acaba contándole todo. “Hernaldo de la Marca me pagó para secuestrarle y ahora va camino de Portugal para ser vendido como esclavo. Y yo también adiestré el caballo en el que murió Alba, tu mujer, por orden del marqués de Soto”, le confiesa.
En los alrededores de Talavera de la Reina, los conductores del furgón donde viaja Gabriel paran para comer, circunstancia que aprovecha Diego para liberarlo. “Tranquilo. Nos vamos a casa”, le dice al fin satisfecho.
Limpiando la habitación que compartía con Beatriz, Elisa se encuentra una caja llena de papeles y monedas debajo de la cama y se queda atónita. Sin saber qué hacer con el hallazgo, se lo comenta a Roberto, su novio. “Con este dinero podríamos hacer una boda de señores o comprarnos una casa”, le propone él,pero la chica no está por la labor de quedarse con algo que no es suyo. Además de contárselo a su amiga Clara, acude a Melquiades.Después de pensarlo mucho, decide hacer un donativo a la casa de señoritas donde estudió Beatriz de niña para ayudar a otras chicas como ella.
Sin poder ocultar lo que siente, Clara vive angustiada por la ausencia de su amado. Ante el malestar de doña Mercedes, le prepara un caldo, algo que no entiende Amelia. En un momento de debilidad, la duquesa se sincera con ella: “Si no regresan, ¿quién llevará el ducado cuando yo muera? Mi hijo no se ha casado todavía y los nobles tenemos que pensar en el futuro. Tú eres buena persona, además de preciosa”. La señorita Castro las sorprende durante esa conversación, que le sienta fatal, y acaba recriminando a Clara su comportamiento. “No se preocupe, me iré antes de la boda”, afirma ella.
Para alegría de todos, el duque regresa a palacio con su hermano, maltratado por los latigazos, y enseguida es atendido por el médico. Amelia se encuentra en una encrucijada: o acude a cuidar a Gabriel, de quien está enamorada, o se acerca a Diego, su prometido. Sin embargo, el noble solo busca a la cocinera, con quien se acaba besando en las escaleras de la cocina.
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