Su dinero llegó a todas partes: universidades, salas de museos, centros de investigaciones, galerías de arte, bibliotecas. El apellido Sackler figura hasta en un planeta de fuera del Sistema Solar. De hecho, su millonaria filantropía constante pero silenciosa les valió el apodo de «los Medici del siglo XX». Ni los Rockefeller soñaron con tanta influencia. Un poder que no tuvo fronteras hasta 2017, cuando saltó a los titulares que la fortuna de los Sackler procede de la venta indiscriminada de un medicamento opiáceo con la potencia de la heroína: OxyContin.
OxyContin fue el medicamento que se llevó por delante a Michael Jackson o Prince. El que ha provocado una adicción que llevó a Estados Unidos a declara una emergencia de salud pública 2017 con más muertes que la guerra de Vietnam y de Afganistán juntas. Hablamos de la gran obra de una familia que ofrecía becas, crea fundaciones, patrocina salas en el Louvre y el Museo Británico, abre escuelas en Israel y funda decenas de programas científicos, académicos y culturales, mientras envenenaba a su propio país. Tan inhumano era su negocio, que debían lavarlo a conciencia y comprar, con muchos millones, el respeto.
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El origen de este escándalo está perfectamente contado en ‘El crimen del siglo’, el documental que acaba de estrenar HBO. Todo comenzó a finales del siglo XIX, cuando Arthur, Mortimer y Raymond Sackler, tres hermanos psiquiatras de Brooklyn, fundaron en Greenwich Village una pequeña empresa de medicamentos. En 1950, los Sackler tienen otro golpe de suerte: compran Purdue Pharma, una farmacéutica que fabricaba eliminadores de cerumen de oídos, laxantes y betadine, el antiséptico color naranja que se suele usar antes de las operaciones.
En 1980 vuelven a tomar otra decisión clave: saltan a la producción de analgésicos y se forran con Valium. Ya estamos hablando de un gigante farmacéutico a escala mundial, con el hambre de beneficio de este tipo de corporaciones. En 1995, Purdue Pharma encuentra su mina de oro: lanza al mercado el OxyContin, un medicamento para el dolor, a base de opioides, casi tres veces más fuerte que la poderosa morfina.
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Los expertos lo advirtieron: el medicamento era altamente adictivo. Pero la campaña de publicidad de la farmacéutica fue tan enorme, que desde que las autoridades lo aprobaron en ese mismo 1995 hasta 2001, las ventas superaron a las de la Viagra: 1.600 millones de dólares. Alrededor del 80% de los ingresos de Purdue Pharma. «El lanzamiento de las pastillas de OxyContin irá acompañado de una tormenta de recetas que hundirán a la competencia», dijo Richard Sackler, uno de los hijos de Raymond, durante la fiesta de lanzamiento. «La tormenta de prescripciones será tan profunda, densa y blanca que no volveréis a ver la bandera blanca». Para 2010, la cifra de beneficios se dobló: 3.000 millones de dólares.
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¿Cómo fue posible este éxito de ventas si el producto era tan peligroso? Gracias a los millones de euros que los Sackler destinaron a falsear datos y sobornar a los médicos para que prescribieran a los enfermos de dolor crónico un opioide hasta entonces limitado a cuidados paliativos. Purdue consiguió que un medicamento llamado a quedar restringido a los pacientes de cáncer se autorizara también para los dolores de espalda, la fibromialgia, la artritis o las migrañas.
Solo en 2012, médicos escribieron más de 282 millones de recetas para analgésicos opiáceos, incluidos OxyContin, Vicodin y Percocet, una cantidad que equivalía casi a un frasco por cada habitante del país. La fortuna de los Sackler se multiplicó y para 2016 fueron nombrados entre las familias más ricas de Estados Unidos, con una riqueza ascendente, según cálculos de la revista Forbes, a 13.000 millones de dólares.
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La habituación al OxyContin y demás analgésicos opiáceos de Purdue Pharma está en la base de la emergencia de salud pública que EstadosUnidos tuvo que declarar en 2017, ante las cifras de muertos por sobredosis de opioides: en 2016, fallecieron más de 60.000 personas. Desde 1999, los opiáceos han matado a más de 450.000 estadounidenses, una crisis en la que tienen responsabilidad las autoridades regulatorias, los médicos, las distribuidoras farmacéuticas y otros fabricantes de opioides. Sin embargo, pocos dudan del protagonismo que la farmacéutica de los Sackler tuvo para propulsarla.
La fiscal general de Nueva York ha dicho que el OxyContin fue «la raíz primaria de la epidemia de opioides», mientras que su colega de Massachusetts afirmaba que «una sola familia tomó las decisiones que han causado buena parte de la epidemia». De hecho, en 2019 más de 500 ciudades, condados y comunidades tribales de Estados Unidos demandaron a ocho miembros de la familia Sackler de violar la ley intencionadamente «para enriquecerse con miles de millones de dólares mientras cientos de miles de personas morían«.
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La familia está formada actualmente por unos 20 miembros que son descendientes de los tres hermanos: Arthur, el fundador del imperio, falleció en 1987; Mortimer, en 2010 y Raymond, a principios de 2017. Los demandados son: Richard Sackler, Beverly Sackler, David Sackler, Ilene Sackler Lefcourt, Jonathan Sackler, Kathe Sackler, Mortimer DA Sackler y Theresa Sackler. La cabeza visible de todo este imperio del dolor es Richard Sackler, hijo de Raymond y Beverly.
«He dedicado mi vida a hacer del OxyContin un éxito«, le confesó Richard Sackler a un amigo. Su compañero de habitación en la universidad dijo de él que «estaba ciego a las consecuencias de sus actos y era extraordinariamente firme en sus convicciones». Como hicieron sus tíos cuando les echaron en cara lo adictivo del valium, Richard Sackler también echó la culpa a los adictos de no poder contener su deseo anestésico, no a la criminal disponibilidad de su producto.
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Pocos dudan de que la familia Sackler se va a librar de pagar su responsabilidad: sus conexiones con el establisment son demasiado fuertes como para que les dejen caer. Aunque su apellido ha perdido todo el prestigio, gracias sobre todo a los libros de investigación, los reportajes y los documentales que desvelan su crimen, han tenido la previsión de sacar su fortuna a paraísos fiscales hasta hacer quebrar Purdue Pharma en 2019.
Por el momento, se ofrecen a pagar 4.3 billones de dólares para cerrar las 2000 demandas que se han interpuesto contra ellos, con lo que sus fortunas privadas, valoradas en 11 billones de dólares, quedarían a salvo de las reclamaciones de los fiscales generales de 24 estados. Un juez federal de Nueva York decidirá este mes si acepta el plan de los Sackler, o les hace responsables no solo a título empresarial, sino también individual. La sentencia será histórica.
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