Las joyas que se olvidó Patrick Swayze y otras anécdotas del Palace de Barcelona contadas por su legendario conserje

El hotel Palace (antes Ritz) de Barcelona podía haber tenido una obra de Dalí original en un techo de sus salones si la dirección de aquel entonces -cuando el artista no era tan reconocido como ahora-, hubiera aceptado su propuesta. “No les pareció oportuno, y, fíjate, ahora vendrían turistas al hotel solo para ver ese fresco”, me cuenta Francisco Racero, el jefe de conserjes que empezó en 1983 siendo un chaval y se lo sabe todo sobre el hotel con más pedigrí de la ciudad, que este año celebra su primer siglo.

Este noble edificio de la Gran Vía que cambió su nombre a El Palace en 1996 por una disputa de derechos con los antiguos propietarios,guarda memoria de grandes eventos, banquetes y detalles de la estancia de las múltiples personalidades que se alojaron en sus clásicas suites de amplios ventanales y bañeras al estilo romano, con teselas incluidas, que se han reformado totalmente. Pensad en cualquier nombre y la respuesta es sí, estuvo ahí.De Evita Perón a Madonna, pasando por Churchill, Cary Grant, Maria Callas, Noor de Jordania o Josephine Baker, que tiene una habitación con su nombre donde se puede escuchar su música, como también la tiene Miró o Dalí.

Las excentricidades de Dalí: modelos con caracoles

La suite del pintor es la 108. Era donde se alojaba durante sus estancias en Barcelona en los años 70, convirtiéndola en un espacio surrealista donde convivían hippies, editores, intelectuales, toreros y artistas de Hollywood. “¿Os imagináis a Dalí encerrado en el baño garabateando en un papel mientras el mentalista Uri Geller trata de adivinar al otro lado que narices dibuja el genio?”, cuenta el crítico de arte especialista en el pintor Ricard Mas. Ahora mismo la suite no se puede visitar porque lleva un año ocupada por el mismo cliente,pero sí podemos disfrutar del recuerdo de las excentricidades que protagonizó en el hotel.

Memorable fue el día que hizo subir cinco pisos por la escalinata un caballo blanco disecado como regalo de cumpleaños a Gala. Se habló tanto del evento que se convirtió en leyenda y hubo quién hasta comentó que a causa del barullo pisó una deposición del animal (¡disecado!). También escandalizó a la sociedad de entonces que colocara dos modelos casi desnudas en una bañera llena de caracoles vivos para captar una imagen que habría de promocionar unas joyas carísimas.

Los dos momentos están inmortalizados en la exposición de fotografías que hasta el 30 de noviembre se puede ver en el gran salón central del hotel. La mayoría son bodas, bautizos y puestas de largo de la burguesía catalana que en los últimos meses las han enviado al hotel para que formen parte también de un libro conmemorativo del centenario, que se acaba de editar. Algún rostro mediático se cuela, como el de Ingrid Bergman–con su característico pelo corto- junto a su marido Roberto Rossellini en 1954, cuando la actriz interpretaba a Juana de Arco en el Liceo y él dirigía la puesta en escena de la obra.

También distinguimos a Joaquín Prat y a Massiel haciendo entrega al equipo del Un dos tres responda otra vez del premio Ondas 1972 (Kiko Ledgard toca cariñosamente el brazo de ‘don Cicuta’, Valentín Tornos) desfiles de moda, y hasta a Roger Moore (todos los James Bond han pasado por el Ritz) en una cena de gala. Tampoco falta el rey Alfonso XIII, llegando en coche descapotable al hotel donde se alojó cuando estaba en Barcelona hasta que se construyó el Palacio de Pedralbes.

Un poco de historia: lujo y revuelta social

Fueron Francesc Cambó y Gonzalo Arnús, con el apoyo del bisabuelo de Felipe VI, quienes impulsaron la construcción del hotel de lujo en una Barcelona con una burguesía enriquecida en la primera guerra mundial, que quería ser cosmopolita. Convencieron a César Ritz, que ya había abierto sus sibaritas hoteles en Londres, París, Lisboa y Madrid, y en 1919 se inauguraba el establecimiento con bastante discreción porque la situación social y política andaba revuelta. Ese fue el año de la gran huelga general, que se inició en la eléctrica La Canadiense, pero aun así no faltaron desde el primer momento clientes notables en un hotel también llamado a ser el centro de reunión de la sociedad catalana y testigo de los acontecimientos históricos.

Durante la guerra civil fue convertido en comedor social, el jefe de las SS, Heinrich Himmler saludó desde un balcón pocos días después del fusilamiento de Lluís Companys, y se cuenta que el violinista Bernard Hilda tejió una red de influencias en sus tertulias que salvó a muchos judíos. “Todos los políticos han pasado por aquí, pero a mí me impresionó especialmente Mikhail Gorvachev por su amabilidad”, explica Racero con su uniforme impecable en el salón donde está la muestra de fotografías. En sus salones se celebraron los primeros Premios Planeta, desde 1958 se entregan los Nadal con una gran cena y también tuvo lugar la gala de las estrellas Michelin en 2011.

Los JJOO: Montserrat Caballé y Freddie Mercury al piano y el enfado de Cela

Los Juegos Olímpicos marcaron un antes y un después en la historia de la ciudad y también del hotel, con el boom del turismo que impulsó su modernización. El Palace vivió un momento único un poco antes de 1992 en una de sus suites cuando Montserrat Caballé y Freddie Mercury entonaron los primeros acordes de la popular Barcelona al piano. “La Caballé era una persona adorable, educadísima, y Freddie, ¡qué te voy a decir de él si era mi ídolo!”, cuenta el jefe de conserjes que entonces tenía 18 años y opina que Rami Malek lo interpreta de maravilla en la película Bohemian Rhapsody.

Otra anécdota de los días olímpicos tuvo lugar en la entrada del Ritz porque la seguridad era máxima, y se había colocado un arco de seguridad. “Vi que había un conflicto en la puerta porque un huésped no quería atravesarlo y discutía con la policía. Era Camilo José Cela”, cuenta Francisco Racero. El escritor perdió la batalla, y tuvo que pasar por el aro.

Aristócratas y toreros: de Thyssen a Paquirri

El Ritz- Palace siempre ha sido un hotel de toreros. Racero recuerda la simpatía de Paquirri, a quién ninguna camarera podía limpiar el santoral que desplegaba en su habitación porque se lo podían desmontar, y la amabilidad de José Ortega Cano. El barón Thyssen también fue cliente del hotel, al igual que Tita Cervera, a quién el conserje recuerda junto a su hijo Borja, “un niño de pelo muy rubio cortado al estilo paje”.

La baronesa era amiga de otro de los asiduos, el elegante José Luis de Vilallonga, y también del ya fallecido presidente del hotel Antonio Parés. Parés tenía también buena relación con Mariví Dominguín, la prima de Luis Miguel Dominguín (por cierto, Ava Gardner y Frank Sinatra también durmieron en el Ritz barcelonés), y con el relaciones públicas Carlos Martorell para quien Naty Abascal posó de rojo Valentino en una exquisita producción de moda que organizó en sus lujosos salones.

La mortadela y la zapatilla de Sofía Loren

Martorell fue el encargado de entregar un ramo de flores a Sofía Loren en 1979 cuando presentó su libro en el hotel con Luis del Olmo de maestro de ceremonias. Pero no le llevó rosas si no una mortadela en honor a su película del mismo nombre, del 1971. “Los agentes de seguridad se me tiraron encima pensando que podía ser un explosivo”, cuenta. Su amiga Sofía de Baviera impidió que lo detuvieran pero en el percance, tan surrealista como los que organizaba Dalí, se rompió un valioso jarrón. Y además la actriz no se comió el embutido.

No fue el único desencanto, ya que los asistentes que habían esperado dos horas para ver a la actriz, la disfrutaron muy poco tiempo, aunque por la noche se asomó a un balcón de la Suite Real “y lanzó una zapatilla al numeroso grupo que la aclamaba en la calle provocando una batalla campal entre fetichistas”, cuenta Martorell. Toda una diva.

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Los calcetines rojos de Xavier Cugat

Junto a Dalí, Xavier Cugat es otro de los rostros asociados al Palace. A finales de los 70, el siempre divertido director de orquesta regresó con la democracia y vivió los últimos años de su vida en el hotel. Su Rolls Royce dorado causaba tanta sensación como él mismo, a quién todos querían agasajar y hasta pedirle dinero para montar algún show. Aparte de pipa sin tabaco, bastón y peluquín, Cugie llevaba siempre calcetines rojos. “Le pregunté por qué y me dijo que había perdido una apuesta de por vida con un actor, creo que con Humphrey Bogart”, me explica el agradable Racero, que recuerda como el veterano artista apadrinó a una entonces muy joven Nina, aunque nunca llegó a verla triunfando como directora de la Academia de OT.

Muchos músicos, Mike Oldfield, Whitney Houston, Rod Stewart y Sting, que durmió en la habitación Dalí, han pasado por el mítico hotel barcelonés. Roonie Wood (que tiene una suite con su nombre) ha tocado la batería en el hotel y Woody Allen, su clarinete. El cineasta es un asiduo del Palace aunque a veces le sea infiel con el hotel Arts y con la modernista Casa Fuster.

Hollywood: El descuido de Patrick Swayze y la invisibilidad de Michael Jackson

Estos días en los que se habla del vestido Valentino que Lady Gaga olvidó en el hotel Beverly Hilton, el jefe de conserjes recuerda que Patrick Swayze y su mujer se dejaron en su suite todas sus joyas, y no eran pocas, envueltas en una tela de terciopelo. “Llamaron y se las guardamos y enviamos de inmediato”, apunta el conserje que nunca ha querido dedicarse a otra cosa: “Me gusta el trato con el cliente en primera línea de fuego y en un hotel como este siempre es un reto y un placer”.

Para él fue un impacto la presencia de Rock Hudson, cuando acababa de explicar al mundo que padecía esa enfermedad entonces desconocida llamada sida, y lo fue también la noche en que se encontró de bruces con Michael Jackson sin saber siquiera que estaba alojado en el hotel. El cantante quería mantenerse en el anonimato y él no salió corriendo a contarlo: “Para ocultarse entraba siempre por el parking y nadie lo veía hasta esa noche en que la puerta de acceso se estropeó y yo bajé a repararla. Me fijé en que llevaba una bolsa de una famosa hamburguesería”. Fast food en el hotel de los banquetes.

También se cuenta que Joaquín Cortés visitó en el hotel a Elle McPherson, Naomi Campbell y Claudia Shiffer, que estaban en Barcelona para inaugurar el Fashion Café, en 1996. Quién sabe si ahí podría haber empezado esa fugaz relación entre el bailarín y la modelo de ébano de la que corrieron ríos de tinta. De tinta de tragedia griega.

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Bodas y bautizos: Cesc Fàbregas, Rafael Amargo y Pilar Rahola

En marzo de este mismo año Cesc Fàbregas y Danielle Semaan celebraron el bautizo de sus tres hijos pequeños, Leo, Capri y Lia en la sala Gran Vía decorada con flores, velas y figuras de ángeles dorados, cosa que demuestra la vigencia del estilo Ritz-Palace en la actualidad. “Nuestros clientes buscan calidez, casi familiaridad en el servicio y privacidad; tenemos ya varias generaciones repetidoras”, me comenta el director Jean-Marie Le Gall de un hotel del que se cuenta que los trabajadores conocen a los clientes por su nombre, y trascienden detalles como que Juan de Borbón siempre encontraba su whisky preferido preparado al llegar a la habitación.

Le Gall se ha propuesto aprovechar el aniversario para abrir el establecimiento a la ciudad más que nunca. Para ello prepara una nueva experiencia de gastronomía alpina que a partir de enero convertirá la bella terraza Diana en un chalet suizo donde tomar fondies, y también con la exposición de imágenes cedidas por clientes.

Entre las muchas bodas que aparecen no encontramos la que en 2001 celebró Pilar Rahola con el empresario Roberto Cerdán, que reunió en El Palace perfiles como los de Iñaki Anasagasti, Cristina Almeida y colaboradores de Crónicas Marcianas como Ramoncín y Juan Adriansens, con la familia de talante conservador de su joven y agradable novio navarro, que se definía como librepensador. La polemista siempre cuenta divertida cómo una republicana de pro vivió su noche de bodas en una suite real y recientemente explicó en Tv-3 que llevados por la pasión hasta rompieron una bañera. ¿Sería alguna de las preciadas piezas romanas? Pregunto y no hay respuesta. Dejémoslo así. Un buen hotel ha de convivir con sus verdades pero también con sus leyendas.

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