Todo puede ser un espejismo, y más si Instagram anda por medio. Cuidado: no vamos a desmontar la historia de amor más apasionante de 2020, ese nuevo romance torero que confirmó lo mucho que España se entrega a los amores color albero de los diestros. No se nos ha olvidado que vivimos un verano absolutamente apasionante gracias a Enrique Ponce, Paloma Cuevas y Ana Soria, protagonistas de culebrón en el que no faltó ningún ingrediente: un matrimonio pluscuamperfecto que se revela acabado, una esposa trágica abandonada y una nueva pareja más joven y rubia de la que, además, el maestro Ponce presume a tope en las redes sociales. El escándalo se sirvió, caliente, caliente, en todos los canales del entretenimiento
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Tras el primer momento de desconcierto, llegó la polémica. La discusión acerca de la diferencia de edad (de casi 30 años) entre Enrique Ponce y Ana Soria desveló los límites de los políticamente correcto en lo que a la configuración de parejas se refiere. Constatamos que algo que hace 20 años no levantaba suspicacias públicas (recuérdese el flechazo en 1998 entre Nuria González y Fernando Fernández-Tapias, con 33 años de diferencia de edad entre ambos). Pero hoy, en la era post MeToo, una relación entre un señor y una jovencita puede ser calificada de ridícula.
El correctivo generacional de la opinión pública no se quedó en lo sentimental, sino que se cuestionó si determinado comportamiento del torero en las redes sociales era digno de su casi medio siglo, o no. Tras ver los besos, abrazos, achuchones, clips romáticos, rancheras dedicadas y demás, España toda se preguntó: ¿se puede hacer el tonto en las redes después de los 50, aunque sea por amor?
Más allá de las críticas o la complicidad, una cosa quedó constatada: la popularidad de Enrique Ponce no solo llevó público a las plazas, sino que renovó la imagen del torero, hasta el punto de convertirse en el torero en activo más viral. Su presencia en Twitter, Instagram o Tik Tok en vídeos de moda orquestados por Ana Soria o protagonizando arrumacos varios junto a su novia actualizó absolutamente su imagen, hasta el punto de hacer factible una posible carrera como cantante de canción ligera (como pudimos ver en varios clips, ya tiene experiencia con los boleros y las rancheras). Hasta detectamos una renovación en su look campero y tradicional, quizá influido por el criterio de Soria. Apareció un nuevo Enrique Ponce, más joven, más guapo, más moderno. El torero del siglo XXI.
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¿Qué ha pasado con Enrique Ponce? Pues que toda aquella frescura y renovación pudo ser eso, un espejismo de la red social. Ya instalados en su nido de amor en Almería, poco sabemos de los flamantes novios. Él torea sin la presencia de ella en las plazas, prueba de que Ana Soria ya ha comenzado a ejercer como ‘señora de’: en cuanto se oficializa una relación, la faena se vuelve insoportable para la futura esposa.
No podrá hacer lo mismo (ejercer de ‘señora de’) en la comunión de la hija mayor de Ponce, a la que el torero acudirá solo por no dificultar aún más su divorcio de Paloma Cuevas, un documento que aún no está firmado pese a que los abogados llevan casi un año de negociación. La consigna, después de un final de 2020 explosivamente mediático, es la discreción. Pero la mutación de Ponce va más allá.
Tras unos meses en los que le hemos visto juvenil, luciendo torso híper musculado en el yate, gin tonic en el botellón millennial o cazadora de cuero motera, Enrique Ponce salta a los titulares por ejercer de fan de Francisco Franco. En su última corrida en la plaza de La Ventas de Madrid, el torero lució una chaqueta gris en cuyos botones figuraba la efigie del dictador. La botonadura imitaba las monedas de plateadas de 5, 25 y 50 pesetas que se utilizaban durante la época de la dictadura, en las que se podía ver el retrato de Franco y la leyenda «Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios». ¿Cómo asumir, de repente, a este Enrique Ponce franquista, después de tantos meses de creerle un romántico Romeo 2.0?
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Pues de ninguna manera. El mismo Enrique Ponce ha explicado en porqué de esta aparición de Franco en su planeta de amor total. «En ningún momento he pretendido hacer apología del franquismo, ni yo he sido franquista en mi vida, ni pretendo resucitar a un dictador«, ha declarado. «Colecciono monedas de distintas épocas de la Historia de España y suelo hacer las botonaduras de mis trajes cortos con monedas antiguas. En unos hay monedas de Alfonso XII, en otros de Alfonso XIII. O isabelinas. O del Rey Emérito… No he querido significarme. Ni mucho menos. Pero, si ha habido quienes se hayan sentido ofendidos, pido perdón. Jamás pensé en reivindicar una dictadura«.
Efectivamente, Enrique Ponce no es franquista. Es coleccionista de monedas, cosa que tampoco es como para publicar una ‘story’ en Instagram. Ay, Ponce. Que se nos nota la edad.
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