Cuando Isabel de Baviera llegó por primera vez a Bad Ischl, la residencia de verano de la familia imperial de Austria, nadie se imaginó lo que estaba a punto de suceder. El viaje había sido concertado para que Helena, la hermana mayor de Isabel (conocida popularmente como Sissi -o Sisí-) fuera testada como futura emperatriz y esposa de Francisco José, heredero de la corona. Pero el joven, de 23 años, no pudo apartar los ojos de esa prima de 16 que era una niña la última vez que la vio y ahora aparecía como una joven con una preciosa melena castaña y belleza notable.
Y por mucho que todos trataron de hacerle cambiar de opinión, José Francisco se declaró enamorado hasta las trancas y no quiso ceder en su pretensión de casarse con Sissi. Había muchas papeletas para que aquello no funcionara: el carácter de la joven, las etiquetas cortesanas, el férreo control de la archiduquesa Sofía… un listado de ingredientes que, tras éxitos en series sobre la realeza como The Crown, Netflix ha decidido explotar.
Durante 6 capítulos (protagonizados por Dominique Devenport y Jannick Schümann –en la imagen superior-) seremos espectadores de la llegada de Sissi a la corte y sus primeros meses en Viena. Una historia más cercana a la realidad de aquella que retrató Ernst Marischka en los 50, con Romy Schneider en la versión edulcorada de la emperatriz. Aquí no. En la ficción de Netflix Sissi es feminista, inteligente y aventurera y el impacto político que causó su figura ocupará un papel principal.
Y es que, lejos de los retratos cortesanos (como el de Franz Xaver Winterhatler) que nos presentan la imagen de una princesa envuelta en tules y estrellas, ausente, cuya única preocupación parece ser lucir cabellera y mantener la falda ahuecada, Isabel de Baviera poco o nada tenía que ver con aquella vida encorsetada. Ella se había criado libre, junto a un lago, entregada a la espontaneidad. Cuando se trasladó al Hofburg todos –incluida ella misma- supieron que no acabaría de encajar. Sin embargo, José Francisco estaba totalmente enamorado y ambos hicieron por entenderse a pesar de los pesares.
Sissi era criticada de manera continua por sus formas, su ropa sus costumbres e incluso sus aficiones. Como las obligaciones de su marido no les permitían pasar demasiado tiempo juntos, la madre de este –y tía de Sissi- se convirtió en la peor pesadilla de la joven. Hasta el punto de considerarla incapaz como madre y, por tanto, quitarle a Sofía (la primera hija que tuvieron Sissi y José Francisco) para ser ella quien se encargara de la pequeña. Y no contenta con semejante hazaña, al nacer la segunda (Gisela) repitió la jugada. Pero esa vez Sissi sacó fuerzas de donde nadie creyó que las había y recuperó a sus hijas consiguiendo que, quince días después del nacimiento de la pequeña, las trasladaran a sus habitaciones del Hofburg.
Un pequeño triunfo que se convirtió en una auténtica desgracia
Aquel pequeño triunfo que supuso recuperar a sus hijas acabó con la peor de las suertes. Cuando Sissi y Francisco José viajaron a Hungría, la archiduquesa Sofía se opuso a que las niñas los acompañaran, pero Isabel volvió a defender sus ideas y las llevó con ellos. Por desgracia, una de las niñas (Sofía) contrajo disentería y murió poco después.
La culpa por la muerte de su hija la persiguió toda la vida y fue así como su suegra consiguió nuevamente hacerse responsable de la educación de la nieta que había quedado con vida. Así, sumida en un estado depresivo que no consiguió superar ni con el nacimiento de Rodolfo, su tercer hijo, viajó hasta Madeira para recuperarse. Desde entonces fueron frecuentes los viajes a Corfú y otros destinos mediterráneos, casi como un antídoto a la férrea disciplina y el encorsetamiento de Austria. Cada vez que Sissi volvía a la Corte, enfermaba y los médicos le prescribían alejamiento de Viena.
Siendo ya una mujer madura, en el cénit de su belleza, acordó con el emperador que no se sometería a la disciplina de la corte más que cuando fuera estrictamente necesario. Cumpliría con sus deberes de emperatriz, pero siempre mantendría un territorio propio donde cultivar su individualidad.
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