A teacher’ parece un cliché. Esta miniserie, escrita y dirigida por Hannah Fidell y disponible en HBO, desmonta el mito del romance entre maestra y alumno púber. Durante su primera mitad, la serie juega con el espectador, le hace creer que está ante la enésima historia del amor prohibido entre una profesora y su alumno adolescente. Vemos cómo es su primer beso, sus primeros encuentros sexuales… Hasta que todo se rompe y la realidad te da un golpe a través de la pantalla: no es amor, es estupro.
La ficción (adaptación televisiva de la película de 2013 de su misma creadora) cuenta la relación íntima entre la treintañera Claire (Kate Mara) y su alumno Eric (Nick Robinson), de 17. A medida que avanzan los capítulos, es fácil olvidar la diferencia de edad entre ambos. La historia te anima a acompañarlos en ese supuesto amor apasionado y maldito, a pasar de puntillas por lo importante: él es menor y ella, una adulta con posición de poder. A teacher demuestra lo fácil que es caer en la trampa de excusar el abuso sexual a menores cuando se disfraza de enamoramiento.
Todo cambia en los dos últimos capítulos. La serie se da la vuelta y cuenta lo que a menudo se suele obviar en estos romances prohibidos: las consecuencias del estupro en las víctimas. “Son las mismas que en cualquier otro tipo de abuso sexual. Cuando ocurre, los adolescentes creen que es una relación consentida y el sentimiento de culpa es mucho mayor. Los adultos suelen entender que un niño no entiende lo que le ocurre cuando abusan de él, pero se tiende a creer que en la pubertad ya saben que eso es algo sexual”, explica Beatriz Benavente, psicóloga de la fundación RANA (Red de Ayuda a Niños Abusados).
Se considera estupro cuando un adulto con posición de superioridad mantiene relaciones sexuales con menores de entre 12 a 18 años. La edad de consentimiento sexual se sitúa en España en los 16, aunque hasta hace poco teníamos una de las más bajas de la Unión Europea. Hasta 2015 ese límite estaba en los 13 años. Con ese cambio en el Código Penal asumimos los 16 como la edad mínima y con ello nos equiparamos a países como Bélgica, Reino Unido, Luxemburgo, Países Bajos y Noruega.
El Senado de Francia acaba de aprobar una proposición de ley para fijar la edad de consentimiento en los 13 años. Con esta nueva norma se penaría cualquier tipo de relación sexual de un adulto con un menor de esa edad. Desde las asociaciones de protección a la infancia ya se ha pedido que se fije en los 15.
Su aprobación se da en pleno escándalo por el libro La familia grande, de Camille Koucher, en el que acusa a su padrastro, el famoso politólogo Olivier Duhamel, de haber abusado sexualmente de su hermano mellizo cuando era un adolescente en los años 80. Su publicación ha supuesto toda una revolución en el país francés y con ella se ha generado el llamado movimiento #MeTooIncest, por el que miles de personas han confesado en las redes sociales haber sido víctimas de abusos sexuales cuando eran menores.
Hay una manipulación por parte del adulto, por eso para ellos es tan difícil ver en ese momento que aquello que ocurre les daña”
“En el caso de los adolescentes, acceden porque obtienen ciertas ‘ganancias’. Unas veces es placer, promesas de una relación romántica, dinero, calidad de vida, libertad fuera del hogar familiar… Hay una manipulación por parte del adulto, por eso para ellos es tan difícil ver en ese momento que aquello que ocurre les daña”, explica la psicóloga de RANA.
Benavente cuenta el caso de una víctima que mantuvo una relación con un hombre adulto cuando era preadolescente. “Él era su jefe en el trabajo. Todo se basaba en los privilegios que obtenía a cambio: dinero, poder pasar más tiempo fuera de casa… Lo viven creyendo que ellos son quienes deciden. Muchas veces llegan a terapia sin reconocerse como víctimas, pero con mucha sintomatología. Buscan la evasión a través del abuso de drogas y alcohol; llevan una doble vida, porque para mantener esa relación tienen que tener una oculta y asumen la mentira como un estilo de vida”. Entre esos síntomas, señala, también están la depresión; trastornos de alimentación; problemas de sueño; dificultades para establecer vínculos afectivos y de confianza; autolesiones; incluso intentos de suicidio: “En la terapia descubren que el adulto fue su abusador”.
El espejismo de la relación romántica que vemos en los primeros capítulos de A teacher ocurre también en la realidad. “No son relaciones consentidas, aunque en el momento lo puedan parecer. Hay un silencio sobre lo que ocurre después. No se habla de las consecuencias en las vidas de esos adolescentes”, asegura Benavente. Ella, como terapeuta, ha tratado casos de chicas que acabaron prostituyéndose: “Caen ahí porque la manipulación y el abuso que han sufrido hacen que perciban que su cuerpo pierde valor”.
“A veces las víctimas creen que dominan la situación y acaban siendo explotadas”, asegura Benavente, que en la actualidad desarrolla un cuestionario para profesionales que les ayudará a detectar esos casos. Se trata de un test para que profesores, médicos, enfermeros, policías… puedan saber cuándo están ante un caso sospechoso de abuso sexual infantil o adolescente.
La profesora protagonista de A teacher no se reconoce como abusadora. Hasta el final, cree que vivió un romance prohibido al que no pudo resistirse. En la escena más importante de la serie, en el último capítulo, se recrea en lo mal que ella lo ha pasado después de esa relación y le da a entender a su víctima que no tenía que haber permitido que le besara la primera vez.
Esa conversación ocurre diez años después del estupro. Él ya es un adulto que recoge todos los pedazos de su dolor, de su trauma, y dice las palabras que, por fin, recolocan toda serie: “Yo no seguí adelante con mi vida. Nuestra relación me destruyó, me dejó hecho una mierda (…) ¿Sabes cuánto tiempo me odié a mí mismo? (…) Tendré que vivir con esto para siempre”.
Vía: ELLE ES
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