Timothy Laurence, el misterioso marido de la princesa Ana que tuvo que ganarse a la familia real

El vicealmirante Timothy Laurence sí necesita presentación. Su figura pasa inadvertida incluso para las decenas de fotógrafos que cubren los eventos más importantes de la familia real británica. Casi nadie sabe quién es este caballero discreto y silencioso que conduce su propio automóvil, no tiene un cuerpo de seguridad y viste sencillamente. Y eso a pesar de ser el único yerno de la reina de Inglaterra.

Alto, de espalda recta y con cierto aire de autoridad, producto de su larga carrera en la Marina Británica, Timothy es el segundo esposo de la princesa Ana de Inglaterra. Conoció a su futura esposa estando al servicio de su futura suegra, Isabel II, y su matrimonio dura casi tres décadas. Precisamente hoy celebran su 28 aniversario de bodas. La pareja superó muchísimos titulares de la prensa que indicaban que ya no se amaban, que se llevaban mal y que Ana lo despreciaba.

Cuando Tim conoció a Ana, ella era una mujer casada con el padre de sus dos hijos, el capitán Mark Phillips. Al parecer fueun flechazo instantáneo. Ana ya estaba cansada de lo que se consideraba "un matrimonio falso y de ficción" con el engreído y mujeriego Phillips, sobre quien los tabloides esparcían rumores –bastante creíbles– sobre aventuras amorosas extramatrimoniales.

La tormenta llegó en 1989, justo cuando también llovían los rumores sobre el matrimonio de pesadilla formado por Carlos –hermano mayor de Ana– y la princesa Diana de Gales. La prensa amarillista británica contó y retrató el romance que Mark Phillips mantuvo con una mujer neozelandesa llamada Heather Tonkin. Aseguraban que el capitán le pagó 80.000 dólares anuales, durante cinco años, para que callara la existencia de una hija suya.

Los rumores resultaron ser la verdad absoluta, aunque jamás se comprobó la versión de que el policía Peter Cross fuera el amante de la desdichada princesa Ana. Lo que sí pudo comprobarse es que la princesa mantenía un fogoso, muy fogoso, romance con el comandante Laurence, uno de los ayudantes más cercanos, fieles y queridos de la reina.

La bomba estalló ese mismo año de 1989, cuando la prensa publicó una serie de cartas de amor que se intercambiaban Tim y la princesa, cinco años mayor que su amigo secreto. Las misivas, que abundaban en frases románticas, habían aparecido en una redacción de prensa después de haber desaparecido misteriosamente de las habitaciones de la princesa en el palacio de Buckingham.

La princesa Ana era todo un personaje en la monarquía británica: no era bonita ni era amable, como era de esperarse en una princesa. Todo lo contrario: según su padre, solo le interesaban los caballos, el gran amor de su vida. Tenía un lado humano, ya que era una gran activista por los derechos de los niños, pero detestaba la publicidad y odiaba a la prensa, cosa que no ayudaba en nada a mejorar su imagen.

Pero Tim amaba a Ana como era. Tras la sentencia de divorcio, el comandante de la Marina, que comandó cuatro buques de guerra, llevó a cabo la misión más importante de su vida: pedirle a la reina la mano de su hija. Todos felices, excepto una persona: la abuela de Ana, la implacable reina madre, para la cual la palabra divorcio era un tabú, una mancha imperdonable.

El 12 de diciembre de 1992, cuando todavía no se apagaba el estruendo mundial provocado por la separación de los príncipes de Gales, la princesa Ana se casó en Escocia. Eligió las Highlands escocesas porque la Iglesia de Escocia, a diferencia de la de Inglaterra, no bendecía el matrimonio de personas divorciadas. Al igual que la reina madre, que amenazó con no ir a la boda.

Mientras millones de personas de todo el mundo vieron su primera boda a través de la televisión, en 1973, la segunda boda de Ana no llamó la atención de nadie. Apenas unos fotógrafos retrataron a la princesa con un vestido usado y unos zapatos viejos conduciendo su propio automóvil al salir de la capilla donde se casó con Tim. No había carruajes, desfiles, ni multitudes ni protocolo alguno.

Aunque casado con la hija de la reina, la vida de Tim Laurence, que no recibió ningún título de nobleza, no cambió mucho. La princesa Ana y el discreto consorte alquilaron un departamento en el Dolphin Square de Londres, más tarde se mudaron a Gatcombe Park y finalmente se acomodaron en un apartamento del palacio real de St James. No tuvieron hijos, y apenas se ha escuchado hablar de Tim en los últimos 25 años.

Tim Laurence siguió yendo a pie a su oficina en el Ministerio de Defensa o a veces en su propio automóvil, aunque se comenta que su entrada a la familia no fue fácil, especialmente a causa del trato de la reina madre y de otros miembros de la Casa de Windsor, donde muchos años después todavía no era aceptado. Incluso por los hijos de Ana, Peter y Zara Phillips, y la prensa, que lo tachaba de "mantenido real".

Brian Hoey, escritor y periodista británico, afirma en su libro sobre la Casa de Windsor que el almirante Laurence tampoco muy querido por parte del personal del Palacio de Buckingham: "Es considerado como un hombre con ideas previamente formadas y con actitudes que no se encuentran entre los nacidos en la realeza ", escribe.

Por esos años, la prensa volvía a acechar a la princesa Ana con especulaciones sobre su matrimonio: que no vivían juntos, que no se hablan, que apenas se ven en compromisos oficiales. "La verdad es que raramente se ven. Ya no están enamorados y depositan sus energías en el trabajo", escribió el sensacionalista Daily Express.

En privado, pese a los comentarios, la vida de Ana y Tim sigue tranquila y sin cambios. Ya ha pasado los 25 años de matrimonio, un récord bastante notable entre las turbulentas generaciones jóvenes de la Casa de Windsor. La pareja sigue llevando un estilo de vida simple y quizás su mayor lujo es el yate que tienen atracado en Loch Craignish, Escocia, donde pueden hacer lo que más les gusta: escapar del mundo.

Artículo publicado originalmente en abril de 2018 y actualizado.

Fuente: Leer Artículo Completo