Dos años después de la muerte de Margaret Thatcher, en 2015, muchas de sus pertenencias salieron a la venta en pública subasta. Entre la colección de objetos personales estaban su maletín rojo de primera ministra, los icónicos bolsos que habían ayudado a construir su imagen, trajes, pañuelos de seda y joyas. Prácticamente todo eran piezas que le había dejado a su hija Carol, por lo que parte de la opinión pública consideró que la heredera estaba cometiendo una falta de respeto hacia la memoria de su madre. El otro hijo de Thatcher, Mark, declaró que la subasta le parecía “aberrante”. Los amigos de Carol argumentaron en su defensa que tal vez él no necesitaba el dinero porque era millonario, pero ella sí. Además, no tenía espacio físico donde guardar de forma apropiada tantos complementos y prendas. El episodio escenificó la falta de sintonía entre los dos gemelos. Una persona del entorno de los Thatcher filtró al diario Daily Mail que los hermanos “no podían estar en la misma habitación juntos”. Como suele pasar con las relaciones familiares, los problemas venían de lejos.
Carol y Mark nacieron mediante una cesárea el 15 de agosto del 53, con seis semanas de adelanto sobre la fecha prevista. En una época en la que las ecografías apenas empezaban a desarrollarse, el nacimiento de dos bebés supuso una sorpresa para sus padres, Margaret Thatcher y su marido Denis. Como muchos matrimonios de su mismo nivel económico, encomendaron los cuidados de los niños a una nanny que trabajaba casi a tiempo completo en la residencia familiar. Denis estaba ocupado con sus negocios y Margaret, que contaba entonces 27 años, quería centrarse en su carrera política. “No creo que mis padres disfrutaran de ocuparse de nosotros el día que la niñera tenía libre” contaría años después su hija.
Al llamar a su hija Carol, a Margaret Thatcher le venían todos los nombres de sus secretarias antes que el suyo».
El relato de su infancia que hizo ya como adulta Carol es el de una época solitaria. Decía que a su madre, al llamarla, le venían a la cabeza todos los nombres de sus secretarias antes que el suyo. En la línea de muchos padres de aquel momento, los Thatcher tampoco eran especialmente abiertos y comunicativos. Carol descubrió por la prensa que su padre, Denis, había estado casado con otra mujer antes que con su madre. Cuando los niños tenían ocho años, Mark ingresó en una escuela preparatoria y a Carol la enviaron a un internado al año siguiente. Pese a todo, Margaret Thatcher se esforzó porque sus hijos tuviesen acceso a los privilegios de los que ella no había gozado durante su humilde infancia: recibieron clases de equitación, de esquí y practicaban muchos deportes al aire libre durante los fines de semana.
Nadie dudaba de un hecho: Mark era el hijo favorito de Margaret Thatcher, su ojito derecho. “Sin duda, Mark era la estrella –reconoció Carol–. De niña, yo tenía miedo de mi madre. Siempre sentí que iba en segundo lugar. “No amada” no es la expresión correcta, pero nunca sentí que estuviera a la altura”. Esta preferencia se hacía patente incluso aunque Carol fuese mejor estudiante que Mark: mientras el joven no fue capaz de terminar sus estudios de contabilidad, ella se licenció en Derecho y vivió una temporada en Australia durante la que trabajó como periodista.
Mark, por su parte, contó con el apoyo de su madre en su decisión de iniciar una carrera como piloto de rallies que estuvo a punto de terminar en tragedia cuando, durante su participación en el París-Dakar de 1982, se pasó seis días perdido en el Sahara. Poco tiempo después, Margaret Thatcher se entrevistó con Mijail Gorvachov y el político soviético bromeó: “¿No ha traído a su hijo? Tenemos muchos desiertos en los que se puede perder”.
Conforme se fueron haciendo adultos, los gemelos Thatcher continuaron divergiendo en sus trayectorias. Mark se casó en 1987 con la millonaria texana Diane Burgdorf, con la que tuvo dos hijos, Michael y Amanda. La familia acabó estableciéndose en Sudáfrica. Por esa época, amasó su propia fortuna, en teoría gracias a unos negocios exitosos; según la prensa por motivos más oscuros, relacionados con el cobro de unos 12 millones de libras en comisiones por un acuerdo de venta de armas firmado por su madre con Arabia Saudita. La siguiente ocasión en la que su nombre sonó a lo grande en los medios fue en 2004, y tampoco por un buen motivo. Se le acusó de financiar el intento de golpe de estado de su entonces amigo Simon Mann contra el dictador de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang. Mark fue condenado a pagar una multa millonaria y a cuatro años de prisión, pena que posteriormente fue suspendida. Al año siguiente se divorció y pasó a vivir una existencia errante en destinos como Mónaco, Marbella o Gibraltar, donde en 2008 se casó con su segunda esposa, Sarah Jane Russell. Su exmujer Diane regresó a Estados Unidos y, durante un tiempo, a Mark se le prohibió incluso la entrada en el país para ver a sus hijos. “Es un mujeriego arrogante y un niño de mamá”, declaró ella tras el fin de su matrimonio.
Mientras, Carol construía una carrera como periodista y personalidad televisiva de lo más variada, aunque sus detractores criticaron que siempre estaba a la sombra de sus padres. Ella misma era consciente de que parte del interés que despertaba estaba ligado a su famoso apellido. “Tenía que esperar que mis compañeros periodistas no me delatasen por beberme 11 piñas coladas en un viaje de prensa”, contó con sorna. En 1983 publicó un libro sobre la campaña para la reelección de su madre; también escribió biografías sobre deportistas, produjo un documental sobre su padre y otro llamado La guerra de mamá, sobre el conflicto de las Malvinas. Nunca se casó y su relación más conocida fue con el político conservador Jonathan Aitken. Se rumoreó que la ruptura había tenido sus consecuencias en la carrera política de Aitken, a raíz de la declaración de Margaret Thatcher: “Jamás le daría trabajo al hombre que ha hecho llorar a Carol”.
A pesar de ser Mark su favorito, fue Carol quien más visitó a su madre en sus años de decadencia».
En 2005 Carol dio la campanada participando en el reality Soy famoso… ¡sácame de aquí!, del que fue ganadora. Se enfrentó a los rigores de la selva australiana, comió testículos de canguro y, cuando el jeep que conducía durante una prueba, se precipitó por un abismo, comentó con humor: “Debería haber traído a mi chófer”. Después de su victoria, continuó con su ecléctica carrera como reportera y periodista. En 2008, reveló en su libro A Swim-on Part in the Goldfish Bowl que su madre padecía demencia senil, algo que a Mark no le gustó en absoluto. Al año siguiente, un incidente truncó sus colaboraciones en la BBC. Durante una reunión en la sala de guionistas comparó al tenista negro Jo-Wilfried Tsonga con un Golliwogg, un muñeco negro británico del siglo XIX –algo parecido a decir en nuestro país que alguien de raza negra parece un Conguito–. Se negó a disculparse, aduciendo que su comentario no tenía connotaciones racistas. Su despido de la BBC fue fulminante.
La muerte de su madre en 2013 sorprendió a Carol haciendo un curso de castellano en Madrid. A las exequias fue con su pareja, el instructor de esquí Marco Grass, 14 años más joven que ella, con el que residía en Klosters, un exclusivo centro de esquí suizo. Mark estaba en Barbados. Fue una de las últimas ocasiones en las que se vio a los hermanos juntos.
En sus años de enfermedad y decadencia, y pese a que Mark era su favorito, fue Carol la que visitó y se ocupó más de su madre. Eso no le impedía ser pragmática sobre el pasado; ante las quejas de Margaret por lo poco que veía a sus nietos y porque sus hijos viviesen en países tan lejanos, Carol respondía: “Una madre no puede esperar que sus hijos adultos regresen a su lado como un bumerán, compensando el tiempo perdido. Haber sido una madre ausente y ser ahora una abuela demasiado presente no es una ecuación equilibrada”.
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