Decía Coco Chanel que una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida. En esas estaba la princesa Diana cuando, en 1990, aceptó posar ante el objetivo del prestigioso fotógrafo Patrick Demarchelier en una sesión que pasaría a la historia y que publicó la edición británica de Vogue. Mientras su matrimonio con el príncipe Carlos hacía aguas ante el mundo entero, Diana comenzó su propia transformación. Había dejado atrás sus prendas aniñadas de estampados naíf y colores pastel pero le faltaba algo para coronar la imagen que encajara con su nuevo espíritu, más independiente y más moderno. Y aquel día, sin planearlo, dio con el corte de pelo que identificó a toda una década, la de los gloriosos noventa, y a toda una generación. Algo que estuvo a punto de no suceder.
El estilista convocado para aquellas fotos era el británico Sam McKnight. Como contó después, al llegar al set no tenía ni idea de quién sería la protagonista, tan solo sabía que se trataba de "alguien importante", así que pensó en Margaret Thatcher. En el libro que publicó más tarde, Hair by Sam McKnight, describe su entusiasmo al descubrir que se trataba de Diana. Para uno de los retratos la princesa llevaría una tiara, así que decidió recogerle el pelo con unas horquillas simulando un corte falso: "Hice que su cabello pareciera corto en la tiara para la sesión y decidió que le gustaba", relata McKnight. "Cuando se iba, Diana me preguntó qué le haría el cabello si tuviera rienda suelta… Sugerí que se lo cortara y ella, para mi sorpresa, aceptó y lo hicimos allí mismo". La decisión de meter tijera fue totalmente improvisada y el resultado –un corte más corto, más actual y mucho más favorecedor– no pudo ser mejor.
Tras la foto de Diana, el corte se volvió viral antes de que este término existiera: "Apareció en todas partes: en High Street, en las revistas: era el corte que todas las mujeres querían de repente", recuerda el peluquero. Su hipótesis es que suponía un cambio radical con el cabello ahuecado y voluminoso (o sea, antiguo) típico de los años ochenta y representaba un aspecto "más deportivo, más andrógino" que "seguía siendo enormemente femenino". Efectivamente, este corte sofisticado y práctico al mismo tiempo simbolizaba el renacer de Diana, que comenzó a acortar el largo de sus vestidos, a bautizar bolsos con su nombre (en esos años se renombró el icónico Lady Dior en su honor), a vestir de Chanel y Versace pero también con vaqueros y zapatillas Superga. A raíz de aquella sesión la princesa y McKnight siguieron trabajando juntos durante años: "Veía a Diana todas las semanas cuando estaba en Londres".
Poco quedaba entonces de Shy Di, la tímida rosa de Inglaterra de mejillas encendidas y pelo voluminoso que protagonizó el cuento de hadas de los primeros años ochenta. Cuando Diana se comprometió con Carlos, con tan solo 19 años, no tenía un estilo definido ni un armario a la altura de la escena pública. Pronto se dio cuenta de que no contaba ropa adecuada para los actos oficiales que vendrían después ni para entrar en palacio. Así que se fue de compras y se compró "seis de todo", contó ella misma años después a su biógrafo Andrew Morton: "Cuando me dieron el anillo, literalmente tenía un vestido largo, una blusa de seda y un par de zapatos: eso era todo", dijo. Ni siquiera llevaba un peinado al uso en la corte (ninguna futura reina consorte había tenido un corte tan masculino y voluminoso antes), así que se enfrentó al reto de encajar en su propio papel mientras todo el planeta la observaba.
Años 80: corto, a capas y con mucho volumen
Años 90: de ‘Shy Di’ a ‘Chic Di’
En imágenes
18 imágenes de Diana antes de ser un icono del estilo
Fuente: Leer Artículo Completo