La fascinante historia de Daniela Bosé, la ejecutiva de la música tras las carreras de Pablo Alborán o Rozalén y que unió a Hombres G

"Dicen que voy al grano", responde cuando destaco su claridad. "Pim, pam, pum", le digo y ella replica: "Esa soy yo". Daniela casi no precisaría decir su apellido para adivinarle dónde nació. Se siente "europea y de Pozuelo", y aún se le escapa el acento milanés, pero hasta en la voz –tono alto, carcajada larga y decir rotundo–, se nota que su verdadero origen no es Italia ni España sino Bosé.

Daniela dirige desde febrero de 2019 el Palacio de Vistalegre, el auditorio cubierto más grande de Madrid. Es la última parada de una carrera que coloca a esta Bosé en segundo plano en cuanto a exposición mediática, pero en el primero en cuanto a poder en la industria musical. Por eso no le tiembla la voz a la hora de dar su opinión sobre cómo encaran los políticos la situación del sector en la pandemia. "El mayor problema es que no saben ni lo que hacemos ni quiénes lo hacemos. No son conscientes de cuántas personas han dejado de trabajar desde marzo 2020 y de cuántas tienen ingresos cero desde entonces", dice esta activista de Alerta Roja, movimiento con el que la música expone su situación y reclama sus derechos.

La autoridad que transmite Daniela se la confiere el carácter, pero también su curriculum, que refleja que ha conocido el negocio desde todos los ángulos. Incluido ese que hoy crítica, el sector público, pues en 2009 fue nombrada Directora Adjunta del Gabinete de la ministra de Cultura, Ángeles González Sinde. "Con ella se reconoció la música que consumimos los mortales y no solo las élites, y se hizo creando un Premio Nacional de Músicas Actuales. El nombre tiene su explicación y lo ‘copiamos’ de los franceses, para que no nos lo ‘arrebatasen’ con la música llamada contemporánea". Esa fue una de sus aportaciones. La otra fueel circuito "Girando Por Salas" y por supuesto, parte del redactado de la "Ley Sinde" contra la piratería, proyecto que José Luis Rodríguez Zapatero tumbó por la férrea oposición que mostraron otros miembros de su Ejecutivo.

Los inicios y Hombres G

Uno de los primeros hitos de Bosé fue convertise en la directora editorial de discográfica más joven de España: tenía 31 años y lo hizo con BMG. Pero si su nombre sale de la sombra hoy para pasar a la primera línea de la actualidad es también por una novedad editorial: Hombres G. Nunca hemos sido los guapos del barrio, memorias autorizadas de la banda que convirtió en un hit "Sufre mamón". A Daniela la recuerdan los autores como quien hizo “el guiño al destino” y posibilitó que se formara el grupo. Entonces eran sólo tres y se hacían llamar Los bonitos Redford, nombre con el que nunca llegaron a actuar en directo. Lo que hizo esta Bosé fue presentarles a Rafa Muñoz, guitarrista mucho más experimentado que David Summers, y hermano de Felipe, bajista y fundador de Tequila.

Ocurrió en un plató. "Para ganar algo de dinero (en casa no había la ‘paga’) hacíamos figuración en programas musicales de TVE con mis amigas y amigos. En una de ésas ‘figuraciones’ faltaba un guitarra y se lo dije a Rafa y ahí conoció a David, Dani y Javi", cuenta Daniela sobre una tarea que consistía en hacer bulto mientras otros artistas hacían su playback. El programa en cuestión era Aplauso, la presentadora Adriana Ozores y quienes actuaban ese día, Carmen y Antonio, los hijos de Rocio Dúrcal, convertidos en fenómeno por su disco Sopa de amor, aunque ese día cantaron “Angora” y “Te tienes que levantar”. Detrás, simulando tocar los instrumentos los futuros Hombres G.

A David, Dani y Javi los conocía Daniela del entorno del Liceo Italiano de Madrid –Venezia, otro de sus hits, bebe de la influencia de ese ambiente– donde se matriculó cuando llegó de Milán, la ciudad de su familia, la misma en la que Luchino Visconti descubrió a su tía, Lucía Bosé cuando era dependienta de la pastelería Galli. "Mi tía era maravillosa, siempre hizo lo que le dio la gana y no le importaba lo que opinaran de ella. Nos enseñó a pensar diferente y a ser creativos. Una cualidad necesaria y diría que imprescindible para cualquier trabajo y oficio, hacer las cosas de forma diferentes, saber ver la realidad y adaptarse a las necesidades del momento, no limitarse a hacer lo que todos ya han hecho."

El padre de Daniela, que falleció hace 20 años, se llamaba Gianni Bosé, era diseñador ténico y uno de los dos hermanos de Lucía Bosé. El otro se llamaba Aldo y murió en la Segunda Guerra Mundial "por falta de penicilina". También en casa de Daniela fueron tres hermanos; Bettina y Simone eran los mayores. El último era presidente de Universal Music Ibérica cuando falleció en enero de 2014 con sólo 51 años. Bettina también trabajó en el mundillo, según informa otra fuente a Vanity Fair, concretamente en Nueva York, para sellos como Warner y Virgin.

Fascinada por Dominguín

La llegada de Daniela a España está muy ligada a esos hermanos: "Veníamos a veranear los tres a España, casi siempre sin nuestros padres. ¡Yo era un mico!", recuerda divertida. Esas vacaciones solían partirse en dos: "Mis hermanos y yo pasábamos una parte del veraneo con mi tía y otra con mi tío". El tío era el torero Luis Miguel Dominguín a quien Daniela recuerda así: "Yo tenía pasión por mi tío, estaba fascinada por él, y por su sentido del humor, la persona y el personaje no siempre coinciden. Le quise mucho y estoy convencida que él a mí." Y añade que aunque Lucía y él estuvieran separados, el torero quiso seguir viendo a sus sobrinos.

Uno de esos estíos llegaron los tres hermanos a Madrid pero a Milán sólo volvieron dos pues Bettina se quedó para estudiar aquí "y pasarlo bien" con su prima Paola Dominguín, pues son de la misma edad. Luego convenció a Simone y finalmente, vino Daniela a instalarse con sus padres. Los motivos eran dos: aquí se ahorraría un año de instituto (en Italia son cinco) y su tía Lucia necesitaba una familia. "Y para nosotros era una oportunidad de cambio, España estaba en su pleno esplendor, en la Transición. Mi tía y mi padre eran dos hermanos muy diferentes porque mi tía Lucia era muy extrovertida y mi padre muy introvertido, pero se querían en silencio y se respetaban. Mi madre hizo muy buenas migas con mi tía y a veces volvían loco a mi padre, que era todo orden y perfección".

A pesar de ese carácter recto, ni a Gianni ni a Marisa –que aún vive– nunca les importó que entrara y saliera de RockOla o El Penta –el bar donde ubicó Antonio Vega "La chica de ayer"–, como Pedro por su casa siendo una adolescente. Ni que cogiera trabajos como el primero que le dieron en CBS encargándose del club de fans de Adam and the Ants, grupo de punk inglés del que era seguidora o que pasara los veranos como asistente de Rosa Lagarrigue, cuando ésta se encargaba de la carrera de Mecano. La única condición es que sacara buenas notas. "Y yo siempre les llevaba sobresalientes".

Así pudo acompañar también a su primo, Miguel Bosé, en dos de sus giras italianas. "Mi primera experiencia en el directo fue con él, iba con el road manager, teníamos que llegar antes que la troupe a los sitios para comprobar que las exigencias tecnicas estaban cubiertas. ¡Era la época del láser en los conciertos!". Aquello fue en el tour de 1982, al que fue para unos días y se quedó toda la gira. "Pude acabarlo gracias a Loredana Berté, que regaló la ropa", cuenta refiriéndose a la importante cantante italiana que estuvo casada con el tenista sueco Björn Borg.

Cuando le pregunto qué tal se lleva con sus primos más famosos, Miguel, Paola y Lucía Dominguín, asegura que mantienen el contacto, se ven y la relación es fluida. Y al pedirle que me confirme si fue ella, como cuenta Javier Menéndez Flores en Miguel Bosé: con tu nombre de beso, quien llamó a su primo para anunciarle la muerte de su padre, asiente. "Fue terrible, como puedes imaginar. Decirle a una persona a la que quieres que su padre, al que también adoras, ha fallecido es espantoso por el dolor que sabes están provocando con esa noticia". Fue en mayo de 1996, cuando Miguel se encontraba en París rodando Oui, película de Alexandre Jardin de la que tuvo que ausentarse para viajar hasta el cementerio de Guadiario (Cádiz) donde enterraron a Dominguín.

Una artista pragmática

Sobre su vida privada no quiere hablar. Dice que si habla de la parte más conocida de los suyos es porque está muy orgullosa, pero ella prefiere ser conocida por lo que hace. Lo que ha hecho y hace es una trayectora que varias personas del sector consultadas aseguran ha sido rápido y siempre en ascenso. Y que está acostumbrada a pelear y a salir adelante. Algo ha tenido que ver el hecho de que Daniela desarrollara buena parte de su carrera en un momento de cambio radical en la industria, que vio caer la venta de discos físicos en poco más de 10 años hasta un 70%.

Ella cree que si ha sobrevivido no es solo porque creció rodeada de arte y artistas, sino también gracias a su formación. “Yo era la rara en mi familia, pues todos eran cantantes, actrices, modelos… yo era la primera que tenía una carrera universitaria”, le contó a Carlos Galán en su podcast “Simpatia por la industria musical” sobre sus estudios de Empresariales. Esas fuentes la atribuye un buen olfato comercial, pero ella prefiere hablar de intuición, una que le ha llevado a adelantarse no pocas veces a los acontecimientos. Por ejemplo, cuando detectó que el single y no el álbum sería el futuro de la música o que Operación Triunfo era una oportunidad para ampliar el catálogo editorial de los sellos.

Esos catálogos fueron su especialidad durante muchos años, del mismo modo que fue empeño suyo que los artistas tomaran conciencia de sus derechos y profesionalizaran su labor. "Delegaron muchas veces su economía en unos terceros que no fueron honestos o no supieron hacer su labor", cuenta a Vanity Fair alguien que estaba harta de escuchar decir aquello de "yo no sabía lo que firmaba". Tampoco duda en analizar con crudeza lo que ha pasado en los últimos años en ls SGAE: "La falta de profesionalización y de transparencia nos ha llevado a la situación actual", comenta sobre los múltiples escándalos protagonizados por la entidad que debería velar por los derechos de autor –Daniela los llama "el plan de pensiones de los artistas"–y a la que acusa de no hacer actuado "cuando debía defender los intereses de todos los socios y no solo de algunos".

Por todo eso, Daniela les leía los contratos en voz alta a quienes fichaban en su sello, una lectura que era conocida en el mundillo como "la vomitona de Daniela". Entre otros, esa "vomitona" la escucharon nombres que le vienen a la boca cuando le pregunto de qué fichajes está más orgullosa. "Le tengo especial cariño a Beatriz Luengo que la firmé cuando aún no componía y ahora es top mundial con premios Grammy y escribe para artistas internacionales. También de haber participado en el fichaje de Rozalen para Sony,el de Izal para BMG o enla compra de los primeros álbumes de Pablo Alborán". Hay otro favorito que se cuela en ese repertorio de números 1: "Recuerdo especialmente la firma de una canción de un tal Ricky Martin que no sabíamos ni quién era en ese momento. ¡Imagínate! Y la canción iba en el mismo álbum que ‘Maria’… Un, dos, tres..”

Por las mujeres

"Daniela, ¿has visto que eres la única mujer de la reunión?". Esa frase, dicha por un compañero en un encuentro profesional, la puso sobre aviso. Y la irritó porque según cuenta, diez años atrás, ya la había sentido y nada había cambiado. Así que decidió tomar las riendas y empezar un documental que llevaría por título Mujeres de la música. En él aparecen altas directivas como ella pero también representantes de todos los sectores, pues a veces se olvida que no son solo quienes suben al escenario quienes forman ese mundillo. "Me di cuenta de que al haberme criado igual que mis hermanos y en un colegio mixto, unido a mi atrevimiento, no me había dado cuenta de lo que pasaba". Y quiso empezar a cambiarlo.

Efectivamente, como dice quien fue Directora Genral Editorial de Universal y da clases en centros como Icade o la Universidad Marqués de Comillas para formar a los futuros profesionales del sector, el mundo de la música está dominado por hombres y es machista. "Por eso no cuesta ver mujeres en los puestos más altos", le contó a Galán en su charla. No fue su caso, pero es consciente de que, por muchos motivos, es una privilegiada. Por eso, esta mujer cuyo último cargo en el sector privado fue el de directora general de BMG para España y Portugal, piensa seguir reclamando sitio para las mujeres y luchando por mejores condiciones de trabajo para los profesionales de la música. "Seguiremos luchando para exigir que haya Estatuto del Artista, entendido como aquel que representa a todos los trabajadores de la música, y ayudas a las podamos optar todos: promotores, recintos y técnicos. No solo prestamos ICO que hay que devolver, sin haber vuelto a la actividad", reclama una Daniela deseosa de que en el Palacio de Vistalegre suene de nuevo la música.


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