A la reina Victoria Eugenia le encantaban las joyas. Tanto que cuenta la leyenda que cuando estaba enferma en la cama mandaba que le llevasen una selección de su joyero para animarse con el brillo de las piezas. Una historieta con más papeletas de ser cierta que la que dice que el rey Alfonso XIII le regalaba una chuchería de chatón cada vez que le era infiel. No habría diamantes en el mundo para pagar tantas penas. Hoy la pasión por la orfebrería de la nieta favorita de la reina Victoria de Reino Unido es noticia porque Sotheby’s saca a subasta uno de sus broches más desconocidos el próximo 11 de noviembre en Ginebra. Se tendrán que rascar los bolsillos pues se estima que alcance un precio de 120.000 euros.
Este bombón, cocinado por la casa Cartier en 1933, es descrito como un clip con zafiro cabujón de 25,20 quilates de origen birmano y realzado con diamantes de talla circular, baguette, bala y cometa. El lote 163 de la venta Magnificent Jewels and Noble Jewels fue subastado por la misma casa británica de pujas con la misma numeración en Nueva York en 1999.
Este prendedor de estilo Art Déco no es la pieza estrella de la subasta ni lo fue del joyero de Ena de Battenberg, sin embargo, le sirvió de adorno a la reina durante el último momento histórico del que fue protagonista si obviamos su fallecimiento. El 30 de enero de 1968 nació el hoy Felipe de Borbón en Madrid y su bisabuela fue invitada por los entonces príncipes de España (título que se inventó Franco) a ser la madrina de bautizo del niño como lo había sido 30 años antes de su nieto Juan Carlos. La reina exiliada llevaba 37 años sin pisar suelo español, al que tampoco echaba de menos, cuando viajó a la capital para asistir el 8 de febrero al bautizo del hoy Felipe VI en el palacio de la Zarzuela. Aquel en el que se reunió a solas con Francisco Franco para convenir que fuese su nieto Juan Carlos y no su hijo don Juan el nombrado sucesor del dictador a título de rey.
Durante esa escueta visita a Madrid Victoria Eugenia se hospedó en el céntrico palacio de Liria invitada por su ahijada Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba. Capricho barroco en el que la casualidad quiso que muriera la madrina de doña Victoria, la emperatriz Eugenia de Montijo que era tía-bisabuela de la duquesa. Visto el exitoso recibimiento en el aeropuerto de Barajas y en la Cruz Roja, se organizó, fuera del programa oficial, una recepción en el hall de Liria para quienes quisieran saludar a la última reina de España. La desaparecida duquesa recordó esta anécdota en el documental Mujeres en la Historia – Victoria Eugenia de Battenberg (TVE) con las siguientes palabras: "ella se sentó arriba en un sillón y entró todo el que quiso, o sea gente de la calle, lo que no había era gente conocida que no interesaba nada. Había pueblo. Hasta vino Pastora Imperio que vivía entonces y me acuerdo que la saludó ‘ay Pastora cuánto tiempo”. Ángel Esteso, ex mayordomo de la casa, precisaba en la misma cinta que Victoria Eugenia estuvo saludando a la gente cuatro horas y que la cola de espera llegaba hasta la plaza de España (aproximadamente un kilómetro separa Liria de la plaza).
Esa tarde la reina Victoria Eugenia llevaba el broche de Cartier que protagoniza este artículo sobre un sencillo vestido oscuro. Testigo de excepción, aunque inerte, de la última demostración de afecto monárquico de los madrileños a la desdichada mujer de Alfonso XIII antes de su muerte el 15 de abril de 1969 en la fría Lausana. A excepción de las imágenes del besamanos apenas existen fotografías de Ena presumiendo de este broche. Destaca una tomada en 1958 en Villa Fontaine, residencia suiza de la reina, en la que don Juan y don Juan Carlos permanecen atentos a las palabras de la matriarca. Tal vez les estuviese explicando cómo empeñar una joya.
En imágenes
La diadema prusiana, la de flores, la que le regaló Felipe… Las siete tiaras que atesora Letizia (y también la reina Sofía)
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