Emily Brontë, Mary Shelley, Shirley Jackson… Seis autoras que fueron injustamente menospreciadas y que queremos reivindicar en el Día de las Escritoras

En 1847, Cumbres borrascosas fue aplaudida y luego denostada cuando se supo que su autora era una mujer, Emily Brontë. Algo parecido le sucedió a Mary Shelley, que inauguró la literatura de ciencia ficción a los 19 añitos con Frankenstein y tuvo que soportar las miradas condescendientes del mundillo literario (y los rumores sobre si era o no era de verdad la autora de su obra). También la española María Lejárraga y la francesa Colette se vieron arrojadas a la sombra por sus parejas, que insistieron en firmar sus obras para evitar los prejuicios hacia cualquier mujer con talento para la pluma. Y, por supuesto, no podemos olvidar a grandes damas de la literatura de género (Shirley Jackson, Octavia E. Butler) que tuvieron que pelear su prestigio. A todas ellas deberías empezar a leerlas en el Día de las Escritoras, que se celebra hoy.

Cuando Cumbres borrascosas se publicó, la crítica la recibió con los brazos abiertos. Pero, tres años después, al ver la segunda edición, se echaron atrás y la menospreciaron sin paños calientes. ¿Por qué? Muy sencillo: su autora, Emily Brontë, decidió firmar la novela en esa segunda ocasión y los sabios del mundillo literario descubrieron, ¡oh, cielos! que habían estado alabando la obra de una mujer. No fue la única. En 1817, Mary Shelley escribió la que se considera la primera novela de ciencia ficción de la historia: Frankenstein, una historia que mezclaba terror, tecnología punta y mitos griegos, rompiendo todos los cánones. Pero también ella tuvo que publicarla bajo seudónimo, e incluso cuando su nombre salió a la luz, lo hizo con el apellido (y patronazgo) de su marido, el poeta Percy Shelley; se habló mucho de la labor de edición que él había realizado, y corrieron rumores sobre la “verdadera” autoría del aterrador relato.

Lo de ser pareja de personajes famosos, desde luego, no ayuda a labrar reputación. Lo supo muy bien María Lejárraga, que a pesar de escribir más de 90 obras literarias, ser feminista, sufragista y diputada del PSOE en la Segunda República y fundar una revista con Juan Ramón Jiménez, estuvo a punto de ser borrada de la historia de la literatura, porque firmaba la mayor parte de sus obras con el hombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra. Canción de cuna (que Garci llevó al cine), el libreto de El amor brujo y El sombrero de tres picos… El siglo XXI la ha reivindicado como autora. Incluso hay una obra de teatro, Firmado Lejárraga (escrita por la escritora Vanessa Montfort) que relata la historia.

Algo parecido le sucedió a Colette, una de las autoras francesas más importantes del siglo XX. Su primer marido, Willy, era quien firmaba las novelas que ella escribía: así nació la saga de Claudine, fuertemente inspirada en los propios recuerdos de Colette, que fue recibida con pasión y escándalo… ¡y eso que pensaban que el autor era un hombre! Henry Gauthier-Villars (el verdadero nombre de Willy) llegó a encerrar a la escritora para que escribiera (y ganara) más. Spoiler: el matrimonio no acabó bien y Colette reclamó la autoría de todas aquellas novelas.

Y si en la literatura generalista las escritoras sufren la condescendencia de la crítica, ni os contamos lo que sufren las que trabajan en géneros tradicionalmente dominados por los hombres. Shirley Jackson vivió de sus libros y disfrutó del cariño de los lectores, pero nunca logró el prestigio que se merecía. Ahora, su cuento más icónico, La lotería, se estudia en todos los talleres de relato corto (era el favorito del autor Dylan Thomas), sus novelas (La maldición de Hill House, Siempre hemos vivido en el castillo) se reeditan y adaptan a la televisión y existe incluso un biopic protagonizado por la todoterreno Elisabeth Moss.

Peor aún lo tuvo Octavia E Butler, autora de ciencia ficción afroamericana, que dudó si dedicarse a la literatura porque su madre le dijo que ninguna mujer negra había hecho algo semejante. A pesar de ser la primera autora de ciencia ficción en ganar la beca “para genios” MacArthur, críticos y editoriales menospreciaron su obra durante décadas. En España vio la luz hace poco Hija de sangre y otros relatos, una antología de sus mejores cuentos.

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