Donald Trump ha vuelto a la Casa Blanca: en un acto cargado de electoralismo y fanfarria épica, el presidente se ha despojado de la mascarilla en la balconada de su residencia, celebrando su alta hospitalaria, a 27 días para las elecciones. Ahora, Donald y Melania Trump pasarán la cuarentena en la Casa Blanca. Han pasado tan sólo cinco días desde que reconociese que tanto él como la primera dama, Melania Trump, estaban contagiados de coronavirus, y que se someterían a "cuarentena y proceso de recuperación de inmediato. ¡Saldremos de esta juntos!". Un "juntos" que, en caso de referirse a Melania, que ha pasado estos días de confinamiento en su ala de la Casa Blanca, requiere de comillas extra
Después de que Trump jurase el cargo, el 20 de enero de 2017, Melania se quedó en Nueva York. Fueron casi cinco meses en los que el presidente se instaló en la Casa Blanca mientras su mujer permanecía junto a Barron, el hijo en común de ambos, en la Torre Trump. La excusa oficial era que Barron, que entonces tenía 10 años, terminase el curso escolar sin problemas. Aunque Mary Jordan, periodista del Washington Post, afirmaba en su biografía no autorizada de Melania que lo de no mudarse a Washington hasta junio se debía a que quería renegociar su contrato prenupcial. No tanto por ella, sino por Barron: al parecer, el hijo menor de Trump no contaba con las mismas garantías a la hora de repartir la herencia que Donald Jr. o Ivanka Trump. Los dos hijos que el mismo Trump admitió en 2005 que intentaron sacar a Tiffany, la hija más alejada del presidente, del testamento paterno.
Una de las ex mejores amigas de Melania en los años neoyorquinos, la directora de eventos Stephanie Winston Wolkoff, también revelaba en su libro sobre la primera dama, de reciente publicación, que otra razón para no mudarse es que la Casa Blanca no estaba a la altura de lo que quería la Primera Dama, que exigió reformas para su dormitorio independiente (aunque fue su marido el que tuvo la última palabra sobre el color de las paredes). También que la pareja dormía por su cuenta desde antes. Algo apoyan otras crónicas, entre ellas la de Karen McDougal, supuesta examante de Trump que confesó que Donald le enseñó el dormitorio de Melania en 2006, poco después del nacimiento de Barron.
Wolkoff también confirmó que eso de cogerse de la mano y hacerse arrumacos no iba mucho con Melania y que ambos tenían una conexión tan fría como funcional. Algo que la propia primera dama ha reconocido en múltiples ocasiones, apelando a su "gran independencia" y al "espacio necesario que nos damos", meses antes del nombramiento de Trump. En 2005, Donald Trump le dijo a Larry King que, con sus horarios y la carga de trabajo, lo último que quería era "llegar a casa y trabajar en una relación".
En la Casa Blanca, casi todos los cronistas coinciden en que ni se ven mucho ni cenan juntos si la agenda oficial no lo requiere. En cuanto a las estancias, Donald Trump ocupa el dormitorio principal en la tercera planta, donde pasa las noches enchufado a los relatos de Fox News. Mientras que Melania duerme en otro piso, en el segundo, en el dormitorio que solía ocupar Marian Robinson, la madre de Michelle Obama. Que tras la reforma de ese ala quedó convertida en: dormitorio, vestidor y tocador independientes, aparte de un gimnasio privado. Una Casa Blanca dentro de la Casa Blanca donde tener "bastante espacio, repartido en múltiples habitaciones" –en palabras de la periodista Kate Bennet en otra biografía: Free, Melania– al margen de Trump.
Así que la cuarentena la pasarán juntos como la pueden pasar los vecinos de un bloque de edificios.
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