La aparición de las rojeces fue gradual, más o menos desde los 30 años. Todo comenzó con unas pocas venas rojas tras tras las aletas de la nariz que aparecían en momenos muy determinados, probablemente cuando la dieta cojeaba, aparecía el estrés o apretaba el frío. Con el paso del tiempo, sin embargo, las rojeces se instalaron y se volvieron permanente. Entonces comenzé a tomármelas en serio y empecé mi batalla: delicadeza extrema al limpiar e hidratar la zona, cuidado con la dieta, productos específicos… Lo probé todo. Y por el camino, esta mínima zona del rostro se convirtió en una obsesión: cuando mi miraba al espejo, solo veía la piel de mi nariz roja. Si te pasa algo parecido, te interesa saber cómo pasé de la obsesión a la solución.
Mi primer paso fue ‘googlear’ el problema para ponerle nombre: cuperosis. Son pequeñas lesiones vasculares que se producen en el rostro al presentarse un problema de microcirculación que afecta a los vasos sanguíneos de la piel. Las pieles blancas y sensibles somos las más propensas a tener estas microlesiones, sobre todo en los cambios de temperatura. Sin embargo, las causas son múltiples: problemas hormonales, dietas desequilibradas, mala circulación, uso de cosméticos agresivos, consumo de tabaco o de alcohol, hipertensión… Además, se trata de un rasgo hereditario: si tu madre o tu padre ha tenido cuperosis, es fácil que tú también la tengas.
Mi primera opción fue extremar los cuidados (no ser agresiva en las limpiezas, llevar siempre protección solar pantalla total y usar cremas para pieles sensibles) y comenzar a utilizar productos específicos, blanqueadores y calmantes. Probé tres: Rosaliac UV Legere, de La Roche-Posay, una hidratante con vitamina B3 y C que fortalece los vasis sanguíneos; Antirougeurs de Avène, una mascarilla para reforzar semanalmente el efecto de la hidratante; y tres productos de la firma Bielenda; emulsión limpiadora, sérum y crema hidratante para el día y la noche.
La verdad es que las rojeces de las aletas de la nariz mejoró con todas estas cremas, pero en ningún momento llegué a conseguir que desaparecieran. Al final me cansó no solo la inversión constante en productos específicos, sino el tener que recurrir constantemente a corrector y base, al maquillaje. Llegó un momento en que soñaba con poder ir a la oficina o salir con la cara lavada, sencillamente con el protector solar y nada más. Necesitaba una solución definitiva.
La encontré, claro, en la clínica estética. Gracias al desarrollo del láser para el tratamiento facial di con un procedimiento específico para este tipo de rojeces que las eliminó por completo. Se trata de la llamada terapia fotodinámica que estimula la renovación del colageno, no requiere anestesia ni gel refrescante y no deja ningún tipo de marcas en la piel. La cuperosis no se va con una sola sesión (se requieren entre cuatro y seis) pero termina coagulando los capilares dilatados y haciéndolos desaparecer a la vista. Mi experiencia es que merece la pena invertir en este tratamiento definitivo: son entre 120 y 250 euros por sesión, pero te olvidas. Para siempre.
Fuente: Leer Artículo Completo