En 2013, siendo estudiante de Empresariales, Pablo Lago Escalada (Madrid, 1990) decidió romper con la vida ideal a la que parecía destinado y decidió convertirse en DJ profesional de música electrónica. Tenía 23 años. “Era un sueño desde pequeño. Debuté con 15 años con vinilos en Pachá”, se justifica. Una de las primeras tareas para el joven fue encontrar un alias que tuviese fuerza y sonara comercialmente atractivo. Lo tuvo claro: optó por el nombre artístico de Julien Leik, una versión exótica del de su padre, el famoso periodista Julián Lago, fallecido a los 63 años en 2009 tras sufrir un atropello en Paraguay, donde se había mudado huyendo de la “farándula del mundo periodístico”. “Siempre he querido llevar un trocito de él conmigo y de ese modo lo sentía cerca. Estábamos muy unidos. Lo he echado de menos todo este tiempo. Ahora, por ejemplo, me gustaría compartir mis preocupaciones con él”, reflexiona emocionado al otro lado del teléfono.
Hoy, Pablo es un hombre de 30 años que ya ha abandonado el mundo de la noche y ha encontrado su sitio como director de desarrollo de negocio de Madrid Exposiciones y Eventos Urbanos (MEEU), una empresa multisector que gestiona gimnasios, ocio y restauración. Uno de sus últimos proyectos ha sido la apertura de Zielou, el nuevo restaurante de moda de Madrid. “Es un lugar donde se apuesta por la calidad gastronómica y donde se respetan mucho las medidas contra el COVID-19”, comenta antes de recomendarme los platos que elabora el chef Kiko Solís y los arriesgados cócteles de autor que se sirven. Antes de llegar hasta este puesto “después de muchos años de intenso trabajo”, Pablo vivió, según sus palabras, en una “pompa”. Efectivamente creció en la elitista urbanización La Moraleja (Madrid), fue al exclusivo colegio británico Runnymede College de la capital, acudió a la prestigiosa universidad CUNEF y conoció la fama muy de cerca gracias a sus progenitores.
Julián Lago, un icono del periodismo durante la Transición, logró el éxito entre el gran público tras presentar el programa La máquina de la verdad en Telecinco. Era 1993. Pablo tenía tres años. “Ese fue el final de su carrera. Hay gente que olvida que era un periodista político increíble. Dirigió la revista Tiempo y, entre otras exclusivas, consiguió, por ejemplo, entrevistar a la reina Sofía por primera vez. En mi casa, tenemos esa portada enmarcada. Mi padre no se casaba con nadie. Era amigo de Felipe González, pero si tenía que publicar la corrupción de algún ministro de su Gobierno lo hacía. Era independiente y eso le costó incluso perder a algunos amigos. Lo echo mucho de menos. Me gustaría compartir mis preocupaciones con él”, recuerda. Su madre, la periodista Natalia Escalada, también es una de las personas mejor conectadas de España. Fue asistente personal del presidente Adolfo Suárez en La Moncloa y miembro del equipo fundador de El Mundo. “Es la persona que más admiro en esta vida. Me ha enseñado a que un ‘no’ se puede volverse un ‘sí’ y a que no hay que ser conformista. Ella siempre me habla del trabajo que hizo mi padre. Los dos vivieron un momento histórico: el 23-F. Mi madre, desde La Moncloa; mi padre desde el Congreso de los Diputados”, cuenta orgulloso. Gracias a los dos, el joven creció rodeado de gente interesante: políticos, empresarios, diplomáticos y personalidades que van desde la princesa Beatriz de Orleans a la política Ana Pastor, a la que Pablo recuerda como “una excelente gestora”.
Como decíamos, un buen día de 2013, Pablo Lago decidió salir de su zona de confort y buscarse la vida por sí mismo. “Soy un hombre de retos. Si algún día me conformo, me aburriré”, explica. El hecho de convertirse en DJ pilló a su madre por sorpresa – “no imaginaba eso para mí”-, pero Pablo quiso ir a por todas. “Aunque nunca había estudiado solfeo ni nada parecido”, matiza. Fue cuestión de poco tiempo cuando Pablo comenzó a triunfar en las salas de las discotecas más relevantes de Madrid. “Qué época tan maravillosa, pero también sacrificada. Viajé mucho y conocí gente interesante. También fui productor musical de una artista que ahora mismo es muy exitosa, Sofía Ellar, una buena amiga. ¡Ah, y uno de los primeros en apostar por el cantante Don Patricio!”, relata.
Durante seis años, Lago combinó su trabajo en la cabina con el de gestor de establecimientos nocturnos. “Trabajé de director de relaciones públicas en varias discotecas. Una de las noches más bonitas fue un baile de máscaras que organicé. Recaudamos mucho dinero que fue a parar a Save the children. También popularicé la zona vip de algunos festivales de música. Tener ese reservado exclusivo era algo que aquí no se estilaba mucho”, declara sin darse importancia. Durante esta etapa nocturna- “la gente no sabe lo duro que es”-, conoció al que hoy es uno de sus mejores amigos, Felipe de Marichalar, el nieto del rey Juan Carlos. “Es un tipo excelente. Muy educado. Lo quiero mucho, la verdad”. De hecho, el hijo de Jaime de Marichalar y la infanta Elena ejerció de relaciones públicas en las primeras sesiones de Pablo Lago en la sala Joy Eslava. El primer trabajo de Felipe fue una noticia que generó mucho ruido mediático.
Aprovecho su amistad con el sobrino del rey Felipe VI para preguntarle por su opinión sobre la monarquía. “Yo soy práctico. Creo en el sistema en el cual las personas mejor preparadas tienen que tener mejores cargos. Pero, entiéndeme, no soy objetivo. Tengo a Felipe cerca”, contesta entre risas. Pablo comparte amigos con Froilán. Entre ellos, Isidro del Moral, hijo del gurú inmobiliario de Amancio Ortega del mismo nombre; Sito Parladé, sobrino nieto del interiorista Jaime Parladé, y Victoria Federica, la hermana de Froilán, a cuya puesta de largo asistió en 2019. Lago es educado y gentil. Tiene labia y mucha capacidad comunicativa. Eso sí: nunca se planteó estudiar periodismo. “Mis padres me recomendaron que no estudiara esa carrera”, dice.
Pronto, vio la otra cara de la música y el año pasado, durante la primavera de 2019, decidió cortarse la coleta como DJ. “Hubiera querido ser David Guetta, pero me di cuenta de que él no es músico sino un producto. Me lo tomé como una oportunidad en la vida”. Pablo me cuenta que ha vuelto donde siempre quiso estar: en un despacho. En concreto, en el de la empresa MEEU, donde se encarga de expandir un nuevo negocio: el restaurante Zielou, ubicado en Chamartín y recién inaugurado. Quienes conocen a Pablo Lago destacan de él su pasión, su visión del negocio y su humildad. “En ese sentido soy como mi padre, cercano. Él nunca se movía por interés. No se merecía un final así. Hace poco, encontré unas notas que me dejaba si llegaba tarde a casa y no me podía ver. “Te quiero, Pablito” y cosas así. ¡Me impresionó ver que teníamos la misma letra!”, musita.
Desde que hace un año se retirara de la música, Pablo Lago ya no es Julien Leik. La pasada Nochevieja hizo una excepción y pinchó para más de 1.000 personas en la sala LAB de Madrid. “Fue muy especial porque vinieron muchos amigos y gente que me quiere mucho. ¡Se presentó hasta mi madre! Esa noche fue mi última actuación. También sentí a mi padre muy de cerca, claro”. Antes de despedirnos le pregunto: “Ahora que ya no lleva su nombre, ¿cómo hace para seguir sintiéndolo próximo?”. “Me ha dado por coleccionar relojes, como hacía él. Tengo una pequeña colección. Es preciosa esa metáfora del tiempo. Es algo que te conecta con el pasado y con el futuro. El listón está muy alto, pero aspiro a dejar una huellatan profunda como hizo mi padre”.
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