Por fin comenzamos a ver por dónde pueden ir los tiros de la presencia pública y el activismo influencer de Meghan Markle y el príncipe Harry, hasta ahora bastante paralizados por la crisis pandémica del coronavirus en Estados Unidos y las impresionantes protestas de Black Lives Matter. La pareja británica más global sostiene que las redes sociales viven una auténtica «crisis de odio» que no solo abunda en insultos y descalificaciones contra famosos y anónimos sino también en desinformación e información falsa. Por eso, han ideado un plan de choque que demuestre que no estamos en manos de las redes, sino que podemos controlarlas y «rediseñarlas». Su primer paso: reunirse con los empresarios más importantes de su país de acogida.
Su plan para controlar lo que circula por las redes sociales tiene sentido: están tratando de convencer a las grandes empresas estadounidenses para que dejen de poner publicidad en las redes sociales y, así, asfixiarlas económicamente. De hecho, tanto Meghan Markle como el príncipe Harry están insistiendo en que financiar estas plataformas es contribuir directamente a los mensajes de odio y las campañas falsas que también distribuyen «a esta crisis de odio, crisis de salur y crisis de la verdad».
Lo que el principe Harry y Meghan Markle defienden es, en suma, un control por parte de las empresas de un espacio que, hasta ahora, se parece bastante al salvaje oeste. Su campaña se llama «Stop Hate for Profit» (No al dinero del odio) y ha comenzado pidiendo el boicot a Facebook, hasta que Mark Zuckerberg admita que Facebook tiene que tener una actitud mas proactiva a la hora de eliminar los discursos de odio de su red. Más de mil compañías han firmado ya a favor de esta campaña, que acaba de conseguir su primera victoria: Facebook eliminó esta semana un vídeo de Donald Trump en el que hacía sfirmaciones falsas sobre el coronavirus.
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