¿Seremos capaces de desintoxicarnos de las pantallas este verano? Llega la nueva era de la desconexión

Una palabra para la nueva era “post-covid” es JOMO, el acrónimo de joy of missing out o, lo que es lo mismo, “la alegría de perderse lo que está pasando”. Surgió en 2012 como lo opuesto a FOMO, fear of missing out –“miedo a perderse lo que pasa”–, que entonces describía cómo el mundo se llenaba de personas enceguecidas agarradas las 24 horas del día a la pantalla de un móvil.

El JOMO (joy of missing out, la alegría de perderse lo que está pasando) es la CONSIGNA para la era post-Covid.

Hoy, tras un confinamiento que solo permitía comunicarse, trabajar, querer, comprar o distraerse digitalmente, el JOMO es lo que muchos, empachados de tecnología, reivindican con fuerza. Un nuevo movimiento busca equilibrio, intimidad y bienestar vital. El encierro disparó el uso de apps y dispositivos: subió un 20% el uso de las redes sociales y casi un 40% el tiempo dedicado al móvil en general, lo que supone de media 3,5 horas al día. Tal saturación ha llevado a muchos a buscar una vida de placeres sencillos y relaciones personales ajenas al filtro virtual. Así lo ve la escritora e investigadora canadiense Christina Crook, promotora del JOMO –experiencejomo.com– con su libro The joy of missing out: finding balance in a wired world. “Este es, sin ninguna duda, un momento crucial para la desconexión”, explica.

“Profundizar en nuestro vínculo con los placeres del mundo real nunca ha sido tan importante como ahora”. Para Crook prescindir del enganche digital no significa, sin embargo, poner en cuarentena la tecnología, sino saber prescindir de “cosas como las prisas, el compararse con otros y el no poder dejar de lado tu móvil –explica–. Vamos a vivir con la tecnología el resto de nuestras vidas, se trata de que escojamos cómo queremos hacerlo. El trabajo en remoto ha llegado para quedarse. Necesitaremos estrategias para aprovecharlo al máximo y sacarle todo su potencial a nuestro tiempo sin pantallas para descansar y recuperarnos”.

El confinamiento nos ha dejado a las puertas de una nueva esclavitud, cuando nuestras pantallas eran nuestra principal puerta de comunicación con el mundo. “Este sobreuso de la nuevas tecnologías produce una fatiga que se acrecienta. En las reuniones de trabajo, por ejemplo, se maneja un código distinto a la situación presencial; los silencios nos despistan y nos mantienen en vilo, no tenemos acceso al lenguaje no verbal”, explica Manuel Armayones, profesor de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya y autor de El efecto Smartphone (UOC).

Profundizar en nuestro VÍNCULO con los placeres del mundo REAL nunca ha sido tan IMPORTANTE como ahora.

Christina Crook (escritora)

“Hay un empacho digital que ha llevado a mucha gente a necesitar lo físico y el movimiento”. Otro de los elementos más perturbadores ha sido la mezcla de trabajo y ocio, algo que no es nuevo, pero que ha llegado hasta el límite. “Nunca hemos tenido tan poca capacidad de separar la vida profesional y la personal –señala Armayones–. “Hay que legislar bien sobre esto, un trabajador conectado constantemente no significa más productividad ni más creatividad”.

“La pandemia nos ha forzado digitalizarnos, sustituyendo incluso nuestro cuerpo por lo digital como forma de precaución sanitaria”. Lo explica el filósofo y escritor Enric Puig Punyet, en el libro que acaba de publicar, Los cuerpos rotos. La digitalización de la vida tras la Covid-19. “Nos suena a ciencia ficción, pero la realidad es que hemos vivido una pandemia en la que hemos tenido una crisis de contacto entre los cuerpos y hemos apuntado a la tecnología como solución –explica–. Pero el cuerpo es insustituible por la máquina”. Puig Punyet cree que vivimos, de un lado, una tendencia social que nos obliga a digitalizarnos más y, de otro, una voluntad muy íntima de querer “desdigitalizarse”.

Es una guerra fría entre los gobiernos y los actores de la economía virtual, cuyo negocio está precisamente en la hiperconectividad. “En nuestras vidas se están imponiendo procesos como la multitarea, que no nos es propia, y ha habido una reacción, una necesidad de desintoxicación digital. El proceso se ha acelerado. Saber qué vamos a hacer con las tecnologías será una de las grandes reivindicaciones de los próximos años”. Este debate sobre el papel de la tecnología en nuestra vida y sobre el derecho a liberarnos de ella acaba de empezar. No será fácil luchar con las grandes corporaciones que han hecho de la hiperdigitalización su negocio.

Christina Crook asegura que nuestra fuerza está en los gestos sencillos. “Antes de encender tu ordenador, haz una lista de las cosas que necesitas hacer on line”, explica. “Cúmplela lo más rápido que puedas, cierra tu ordenador y haz otra cosa”.

Es uno de los consejos que plantea en The joy of missing out. “He querido enseñar a la gente cómo no vivir en piloto automático. No estamos aquí para ser consumidores pasivos. No debemos dejarnos contagiar por la creencia de que podemos hacer, ser y experimentar todo lo que queramos. Esa es la mentira que define nuestro tiempo”. “Soy optimista respeto al futuro –asegura Crook, a pesar de todo–. El año 2020 ha sido una pesadilla, pero creo que la gente ha despertado y ha hecho frente al consumismo, a la constante conexión. Creo que nos encontramos preparados para cambiar la superficialidad de las conexiones on line por algo más profundo. Creo que estamos viendo lo esencial. Creo que podemos dejar detrás de nosotros la década FOMO e iniciar una vida que no esté pegada a la pantalla al servicio del capitalismo”.

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