QUÉ HA PASADO
• Sabina salva a Lolita de ser atracada en su negocio.
• Los hermanos Quesada llegan al barrio de Acacias.
• Miguel desconfía de la actitud de sus abuelos.
Los Bacigalupe organizan una fiesta en su vivienda para sus vecinos. Lolita asiste con Antoñito, que ha hecho un hueco en su apretada agenda como diputado.
Allí se encuentran con Aurelio y Natalia, que acuden por sorpresa y se presentan ante los invitados como unos antiguos amigos de los anfitriones.
La recién llegada empieza a charlar amigablemente con el político, despertando los celos de la mantequera, que pide a su amado que se marchen. Ya en su hogar, tienen una fuerte discusión.
Estoy harta de tu actitud, estás ausente, no haces caso a tu familia, ni siquiera te gustó la idea de que tuviéramos otro bebé”, afirma ella. Tras decir la última palabra, la mujer comienza a sentirse mal y cae al suelo desmayada.
Su esposo la recoge y la lleva a la habitación. Después de que la examine el doctor, no se separa de su lado ni un momento. “Lo siento, pero no tengo claro lo que sufre, quizá sea undesvanecimiento sin importancia”, explica el médico.
Al día siguiente, Genoveva se levanta de su cama y va a leer el correo. Entre las cartas ve una misiva dirigida a Felipe, y la remitente no es otra que Laura. Cuando la señora pregunta a su marido por la carta, él dice no saber nada de su existencia, ni el motivo por el que la ha recibido.
Después, se pone a la defensiva y, para desviar la atención, pregunta a su esposa sobre los anónimos que ha estado recibiendo. Esta decide dar por zanjada la charla.
Horas más tarde, la pareja conversa tranquilamente en el salón cuando el abogado menciona sin querer la muerte de Úrsula. “¿Cómo recuerdas ese suceso?”, duda su mujer. Álvarez-Hermoso explica que fue Liberto quien se lo contó.
Ella no le cree y va a hablar con Ramón, pues piensa que su cónyuge finge la amnesia que padece y Palacios está ayudándolo. El empresario le asegura que está equivocada: “No debería desconfiar así de la persona a la que tanto dice amar”.
Por su parte, Felicia tiene un grave enfrentamiento con Susana tras escucharla hablar mal de su hija. “No voy a permitir que la calumnies. Si sigues por ese camino, nuestra amistad se romperá”, afirma herida.
Rosina, que observa la disputa, interviene y consigue que ambas se reconcilien. Superado el enfado, la hostelera se va a su piso.
Allí, se decide a dialogar con Marcos y le pregunta qué relación tiene con los nuevos vecinos, los Quesada. “Simplemente nos conocemos de México. Fui socio de su padre durante muchos años y mi hija se llevaba bastante bien con Natalia. No hay de qué preocuparse”, contesta el señor. No obstante, ella no queda convencida con la respuesta y piensa seguir con los ojos abiertos para averiguar qué ocurre en realidad.
Cerca de allí, Anabel pasa una bonita velada con Pablo. Los sentimientos de los dos jóvenes cada día van a más y se sienten muy a gusto el uno con el otro.
Están besándose por primera vez cuando son interrumpidos por Aurelio, quien empieza a soltar comentarios inapropiados a la muchacha. Su acompañante sale en su defensa y consigue que el chico se vaya y los deje en paz.
Al caer la tarde, mientras termina sus labores como portero, Jacinto escucha un sutilruido en casa de los Domínguez. Cesáreo lo observa subir hasta el apartamento y lo detiene justo cuando va a abrir la puerta.
“Vete o empezarás a ver fantasmas. Yo no escuché nada”, dice con sorna. Cuando el sirviente se aleja, el sereno entra en el inmueble y comenta a Becerra que debe ser más cuidadoso: “Si sigues montando tanto jaleo te descubrirán, es mejor que te marches”.
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