El rey de España jamás ha usado corona y, al contrario de lo que sucede en otras monarquías como la británica, es proclamado rey en lugar de ser coronado. El 1 de julio de 1995, sin embargo, el entonces príncipe Felipe sostuvo una sobre la cabeza de su primo Pablo de Grecia al ejercer como padrino en la boda de este príncipe con la estadounidense Marie-Chantal Miller, celebrada en la catedral ortodoxa de Santa Sofía en Londres.
Vestido con un chaqué de la firma italiana Brioni al igual que su primo Nicolás de Grecia, el otro padrino del novio, el entonces príncipe de Asturias participó así en el rito de intercambio de coronas de los recién casados, repitiendo de esta manera la famosa imagen protagonizada por sus padres, don Juan Carlos y doña Sofía, el día de su boda ortodoxa en Atenas. Para evitar el enfado del pueblo griego con la exiliada familia real, hubo que aclarar, eso sí, que la corona era solo un ritual y carecía de un significado “regio”: al contrario que Felipe VI, lo más probable es que Pablo de Grecia nunca sea rey.
Nada impidió, sin embargo, que el hijo mayor de Constantino y Ana María de Grecia tuviera una boda digna de reyes. Al enlace asistieron tres monarcas: Isabel II de Reino Unido, Margarita II de Dinamarca y el tío del novio, Juan Carlos I. El parentesco griego de los Borbón volvió así a reunir a la familia real española con los mediáticos Windsor, aunque don Juan Carlos debió de lamentar que la princesa Diana prefiriera quedarse ese día celebrando su cumpleaños con sus hijos: diez años antes, el rey de España se lo había pasado de lo lindo bailando con la famosa Lady Di en el hotel Claridge’s de Londres, donde la familia real griega celebró el cumpleaños de la princesa Alexia.
Quien no faltó a la boda, claro está, fue doña Sofía, que junto al rey y a su hermana Irene, ocupó un lugar privilegiado en la ceremoniay se sentó con el resto de familiares directos del novio en los primeros bancos del lado derecho de la iglesia. También estuvieron presentes la infanta Pilar, que acudió con el duque de Badajoz y sus hijos, y la infanta Margarita, acompañada también de su familia y vestida de margaritas.
Han sido muy pocas las ocasiones que doña Sofía se ha tocado con un sombrero y aquel día no fue la excepción, siendo una de las pocas invitadas que prescindió de una pamela o un tocado. La reina acudió con un llamativo vestido de un fuerte color rosa y una chaqueta con rombos de distintas tonalidades del mismo color de Valentino, el mismo diseñador que firmó el traje de la novia y los vestidos de hasta sesenta invitadas. Entre estas, la princesa y modelo Rosario Nadal, casada en aquella época con Kyril de Bulgaria, la emperatriz Farah Diba, o, sin ir más lejos, la infanta Cristina, que escogió un modelo rosa como su madre, aunque lo combióo con una pamela color crema.
Según destacó The New York Times en sus páginas de moda, la bodade los príncipes Pablo y Marie Chantal de Grecia marcó de esa manera el retorno las clientas aristócratas a las casas de alta costura, aunque no era ni mucho menos la primera vez que doña Sofía había vestido de Valentino. En 1975, la reina lució un modelo confeccionado a partir de un patrón de Valentino para asistir a la proclamación de Juan Carlos I como rey de España. Ese mismo año de 1995, la reina se había vestido también de Valentino para asistir a la cena previa a la boda en Sevilla de su hija, la infanta Elena, y Jaime de Marichalar.
Los duques de Lugo se habían casado cuatro meses antes de la boda de los príncipe Pablo y Marie Chantal, siendo su asistencia a este enlace una de sus primeras apariciones públicas como casados. El matrimonio volvería a pisar la iglesia de Santa Sofía cuatro años después para asistir a la boda de Alexia de Grecia y Carlos Morales, pero ya no lo hicieron solos: los duques acudieron con su primer hijo, Froilán, nacido un año antes.
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