“Voy a serte franca, Dorothy, si tuviese un hijo homosexual no dejaría de quererle ni un tanto así. Y le desearía toda la felicidad del mundo”, aseveraba el personaje de Sofia a su hija Dorothy.
Recordamos lo que la serie significó para el lesbianismo cuando en la América férreamente puritana de 1986 Disney, el titán del ocio familiar, rompía barreras introduciéndolo en una de sus series estrella.
El 8 de noviembre de 1986 Las chicas de oro, una de las ficciones más seguidas de la NBC, emitió un episodio en el que presentaba a Jean, interpretada por la actriz Lois Nettleton. Una amiga de Dorothy que tras el fallecimiento de su pareja llega a Miami para pasar unos días en casa de las chicas. Una trama que sería rutinaria sin el pequeño detalle de que esa pareja era una mujer. Un matiz aparentemente insignificante, pero absolutamente revolucionario a mediados de los ochenta. Rememoremos que estamos en la era Reagan, que Bea Arthur estuvo a punto de no interpretar a Dorothy por haber abortado en su anterior serie, Maude –ojo, en una ficción, ni siquiera en la vida real– y que seis años después Murphy Brown, otra comedia, sufriría la ira de los conservadores por mostrar a una madre soltera. Sí, mientras la España del pelotazo encendía pebeteros a flechazos en el país más presuntamente moderno del mundo se juzgaba a una mujer de ficción por tener un hijo.
Y es precisamente ese contexto histórico el que demuestra la valentía de los creadores de la serie que, además, añadieron un extra sumamente interesante: la edad. No estamos viendo a una joven liberada experimentando o a una adolescente confusa con sus sentimientos, como esa Aitana Sánchez Gijón de Segunda Enseñanza, también de 1986 y también de una creadora valiente y arriesgada como era Ana Diosdado . Estamos ante una mujer madura, una golden girl más como las miles que cada día se pasean por Miami Beach con sus batas multicolores y sus maxibolsos repletos de cupones de Walmart y cartones de bingo. Y no se puede dejar de destacar otro elemento diferencial: una mujer feliz. La felicidad de las lesbianas que tanto nos había racaneado la ficción se muestra aquí a través de una mujer que vive su sexualidad abiertamente y sin dramas y que tras conocer a Rose –he aquí el imprescindible elemento cómico: Joan se enamora de Rose, la más pacata y en principio conservadora de las cuatro– descubre que es capaz de volver a sentir amor**.
Una mujer a la que no le preocupa la reacción de los demás ("No estoy avergonzada de quién soy", le dice a Dorothy) pero que deja en manos de su amiga la decisión de comunicar ese detalle a sus compañeras de casa. Y aquí es donde se nos muestran el crisol de reacciones habituales.
Sofía, la primera en descubrirlo, reduce la cuestión a un silogismo descacharrante:
“Jean es encantadora, solo que le gustan las chicas en vez de los chicos. Hay quien prefiere los gatos a los perros. Prefiero vivir con una lesbiana que con un gato. A menos que las lesbianas también muden el pelo, eso nunca se sabe.”
Que posteriormente remata con otra aseveración demoledora tras ser cuestionada por su hija acerca de la circunstancia de tener un hijo gay.
“Voy a serte franca, Dorothy, si tuviese un hijo homosexual no dejaría de quererle ni un tanto así. Y le desearía toda la felicidad del mundo”.
Es lógico que a una mujer que ha sobrevivido a dos guerras, al exilio y a una residencia de ancianos el amor le parezca un sentimiento sobre el que es imposible albergar un mal pensamiento.
La actitud de Blanche es tan común ("¿Cómo puede ser lesbiana con la cantidad de hombres atractivos que hay?") como propia de su personaje: “¿Si le gustan las mujeres porque no le gusto YO?”. Y su descubrimiento de la sexualidad de Jean nos proporciona el gag más celebrado del capítulo, que tiene lugar cuando Blanche irrumpe en la habitación de Dorothy y sorprende a ésta hablando del tema con su madre.
Blanche: ¿Os ocurre algo? Dorothy y Sophia : Nada.
Blanche: ¿Entonces a qué venían esas risas? ¿Cuál es el chiste? Sophia: Para empezar, Jean es lesbiana. Blanche: ¿Y eso os hace gracia? Sophia: ¿No te sorprende? Blanche : ¿A santo de qué? No conozco a ninguna personalmente pero Fatima Thomas lo es.
Dorothy : No ha dicho libanesa, Blanche, sino lesbiana.
Blanche : Lesbiana… Lesbiana… ¡Oh! ¡Lesbiana! Eso es cuando una mujer y otra mujer…
https://youtube.com/watch?v=HRoKiwmgFkw
Y Rose, la inocente Rose de la que Jeane se enamora y a la que veladamente declara sus sentimientos actúa con la naturalidad esperada de una nativa de Saint Olaf.
“Si fuese igual que tú me sentiría muy halagada y orgullosa de que hubieses pensado en mí”.
Era imposible tratar con más humor y naturalidad un suceso tan habitual en la vida como extraordinario en la ficción. Y la crítica lo entendió así, regalando a estos 22 minutos un Emmy y un Directors Guild of America Award a mejor dirección y otras tres nominaciones repartidas entre las actrices protagonistas.
La homosexualidad no era ajena a Las chicas de oro. En el capítulo piloto habíamos conocido a Cocó, el cocinero homosexual destinado a convertirse en el quinto personaje de la serie hasta que los guionistas decidieron que la cocina sería más un confesionario que una estancia doméstica y redujeron la cuota gastronómica a porciones de tarta de queso y ensueños sicilianos de Sofía. Mientras que en la cuarta temporada el hermano de Blanche llegaba a la casa para anunciar su matrimonio con otro hombre. Y no fueron los únicos hombres gays de un show que a lo largo de siete temporadas fue terriblemente moderno sin esforzarse en ello.
Sin embargo, a pesar de que los homosexuales masculinos empezaban a ser frecuentes, la presencia de lesbianas en televisión era absolutamente residual y parecía reducido a víctimas de asesinato o asesinas psicópatas. El primer beso entre dos mujeres en La Ley de los Ángeles en 1991 fue vendido como un acontecimiento sin precedentes que incluso mereció un espacio en la portada de Teleindiscreta. Y ni siquiera era un beso entre dos lesbianas o una trama con peso en el guión: sólo una maniobra publicitaria para atraer audiencia que posteriormente utilizaron series como Ally McBeal o Friends con su beso entre Jennifer Aniston y Winona Ryder.
E incluso tras cientos de personajes homosexuales en series y películas, que Disney, –nuevamente Disney– incluyese una pareja de lesbianas en una serie destinada al público infantil en 2014 provocó una oleada de protestas capitaneada por la plataforma ultraconservadora One Millioms Moms. El mismo tipo de plataformas que vocifera airada ante la más mínima insinuación de que el gigante del entretenimiento pueda incluir una princesa lesbiana en su catálogo de aristócratas cantarinas heterosexuales.
Y es por eso que la presencia del personaje de la lesbiana Jean en una comedia destinada a toda la familia, con sus sesenta años, sus batas coloristas, su ausencia de dramas y sus ganas de disfrutar del amor fue tan importante en la televisión de 1986 y hoy, 34 años después, la seguimos recordando.
Artículo publicado en Vanity Fair el 28 de abril de 2018 y actualizado.
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