Tilda Swinton decide contarle a su amante la receta de la Oucha, una sopa rusa que cocinaba su abuela y que requiere de pescado de gran calidad y paciencia, en la casa de campo que opera como escondite de sus encuentros. Los ingredientes son lo de menos. Las palabras de Emma –personaje que interpreta Swinton– sirven como declaración de intenciones: confío en ti, que me ves tal y como soy. En esta preciosa escena de la película Yo soy el amor, la comida es la excusa o mejor dicho el vehículo del que se sirve el director Luca Guadagnino para hablar del amor con mayúsculas; del que no se busca sino que aparece cuando menos se espera y nos reconcilia con nuestro verdadero ser. Una sopa puede hacer eso y mucho más. Una sopa puede decir esas dos palabras con más claridad que cualquier canción.
© GettyImages.
El cine, la comida y el amor. Cuando estos tres elementos se mezclan pueden surgir recetas deliciosas como un plato francés cocinado por una norteamericana (Meryl Streep), un pastel hecho por y para la última reina de Francia o unos bombones que cambiarán la vida de los habitantes de una pequeña aldea. Hemos repasado el catálogo de Netflix, Hbo, Filmin y Movistar Plus en busca de menús así de suculentos y hemos encontrado estos cinco tesoros fílmicos que merecen el delantal de la inmunidad.
Aspirantes, mejor tener la nevera a mano antes de empezar:
Fotograma de «Julie & Julia».© CordonPress.
Julie y Julia
Pocos sabían quién era Julia Child –norteamericanos y sabios de la cocina aparte– antes de que una jovencita que andaba un tanto perdida decidiera hacer todas las recetas de su libro El arte de la cocina francesa y convirtiera esta experiencia en otro exitoso libro y en esta película, que relata la vida de Child –desde su llegada a París hasta su conversión en cocinera de masas gracias a la televisión– y de la otra Julie, Powell, que intenta retomar el control de su existencia enfrentándose a los fogones. Ambas mujeres, Julie y Julia, ofrecen al espectador un atracón delicioso e interminable que devuelve las ganas de cocinar y de entregarse a uno de los placeres sencillos que más reconfortan: sentarse a la mesa con los que se quiere.
La receta: Boeuf Bourguignon.
Fotograma de «Yo soy el amor».© CordonPress.
Yo soy el amor
Imposible hablar de esta película desde otro lugar que no sean las entrañas. Todo en ella se disfruta como si del carpaccio más exquisito se tratara. Los Tancredi son una familia de la burguesía industrial milanesa que ven los días pasar con la desidia del que todo lo tiene hasta que Emma (Tilda Swinton) prueba el plato de un chef amigo de su hijo. Y hasta aquí se puede contar. La cocina, el arte, la naturaleza… Todos los elementos que dotan de emoción y significado a una vida son los verdaderos protagonistas de esta experiencia fílmica que no puede pensarse, solo sentirse. No es para todo el mudo. Quizá solo para los que en una cucharada de sopa presienten el mundo entero.
La receta: la Oucha.
Fotograma de ‘Chocolat’.© CordonPress.
Chocolat
Esta película es sinónimo de una tarde riquísima. Un pequeño pueblo francés, una encantadora repostera que abre una polémica pastelería y litros de chocolate en forma de bombones, cuadrados amargos, delicias de coco y tazas inundadas de su versión líquida y caliente. Juliette Binoche, a quien siempre apetece ver, protagoniza este cuento sobre la inutilidad de la contención y lo mucho que una onza pueder ayudar para recuperar esa chispa que a veces se pierde. Y si encima aparece un músico con el rostro de Johnny Depp, poco más podemos añadir.
La receta: taza de chocolate al estilo Maya (con guindilla).
Fotograma de «María Antonieta».© CordonPress.
María Antonieta
La última reina de Francia no puede entenderse sin sus pasteles, es decir, sin sus excesos. Sofia Coppola retrata con todo lujo de detalles la vida de la monarca desde su llegada a Versalles hasta la guillotina. Un metraje lleno de los lujos tan innecesarios como inspiradores de los que solía rodearse Antonieta y que le valieron la fama de caprichosa y hedonista. Sus jornadas de compras en palacio regadas con litros de champán y amenizadas con perritos, pasteles y tartas; sus noches de bailes de máscaras; sus interminables desayunos –en los que incluso había pescados y carnes varias–; su retiros a la mansión de verano (Petit Trianon), donde se ocupaba de su propia huerta y obsequiaba a los invitados con un vaso de leche fresca. El hambre, en el sentido más consumista, se apoderará de ti.
La receta: macarons.
Fotograma de ‘El festín de Babette’.© CordonPress.
El festín de Babette
Si María Antonieta utiliza la comida como un producto de consumo más carente de significado, Babette la convierte en sinónimo de espiritualidad. La película favorita del Papa Francisco relata la historia de una mujer que aparece en una aldea en busca de una oportunidad. Por supuesto, hay un festín. Quizá el más bello narrado en el cine y que transcurre en absoluto silencio, solo amenizado por el tintineo de vasos y cubiertos, el agua en ebullición de caldos y sopas, y el golpe seco de cuchillos. No hay mejor manera de cerrar este maratón gastronómico que con la película que eleva la comida a la categoría de placer de dioses y la convierte en la herramienta definitiva para dar y agradecer.
La receta: blinis Demidoff.
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