Ana se merece el cielo

La tristeza de Ana Obregón parecía infinita tras la muerte de su hijo, Álex. Pero si hay algo que hemos aprendido de la vida es que esta siempre esconde en alguna esquina un nuevo dolor y es capaz de hacer del pozo en el que estamos, una sima más profunda. Por eso, la pérdida de su amada Luna, «su mejor amiga», es un nuevo golpe que nos hace entender, con el corazón encogido, ese tuit en el que pedía cada noche «que muy pronto pueda estar con vosotros y volver a ser la familia que éramos antes».

Hace unos días, cuando leí el hilo de Beatriz Rico contando algunas anécdotas de Ana, así como una lamentación, la de haberla herido sin querer y no haberse disculpado a tiempo, pensé que aquellas palabras hacían innecesarias otras que uno pudiera aportar sobre la actriz y presentadora. Pero pensándolo mejor, he decidido que no, que con todo lo que está pasando lo mejor era darle un poco de cariño.

En 1996, de la mano de Valerio Lazarov y José Antonio Plaza, debuté como guionista en ‘Brindemos por los 40’, la gala de aniversario de TVE. Fue en el Palau de la Música de Valencia. Presentaban Ana Obregón y Matías Prats. La leyenda de ‘Anita, la fantástica’ me hizo creer que sería de las que cambian el guion porque no se lo ha estudiado, de las que se queja por el vestido, el maquillaje o la peluquería (bueno, a muchos de ellos también les pasa)… Vamos, la peor pesadilla de un guionista. Cuando llegó, Ana se sabía de memoria todas las entradillas, todos sus diálogos, e insistía en ensayar todo cuanto fuera posible. La sorpresa fue descubrir que quien se saltó todo el texto fue Matías, que incluso cambiaba el guion para ‘darle el pie’ a su compañera, que se veía obligada a improvisar.

En cada corte, Ana venía azorada justificándose, insistiendo todo el tiempo en algo que uno siempre agradece, «con lo que te ha costado escribirlo». Así que 20 años después, cuando me pidieron que escribiera la obra ‘Sofocos Plus’ para Ana Obregón, su debut teatral, reconozco que puse especial cariño en el proyecto. Era una obra coral, ella era el principal gancho comercial, pero nunca pidió más texto, más protagonismo. Ana siempre quería hacerlo mejor, por ella pero, sobre todo, por sus compañeras.

Ana habrá sido todo lo fantástica que haya querido ser, pero nunca lo fue contra nadie. Como buena mitómana, alimentó leyendas y adornó fantasías, claro, pero para los anales de la Historia queda su foto con la paella junto a Steven Spielberg. Pocos personajes de este mundo loco de exclusivas y papel cuché han demostrado ser tan buenas personas como ella.

Nace una estrella

Escribo estas líneas antes de la final de ‘Operación Triunfo’ (TVE) y voy a dar por sentado que la ganadora de esta edición es Nia. Claro que me puedo equivocar, como lo hice creyendo que Samatha sería finalista, pero de ser así, los errados serían realmente los espectadores del ‘talent’, no yo. Porque Nia es ganadora desde hace ya muchas semanas. De todas formas, la canaria tiene el mundo a sus pies: basta con ver las cifras millonarias de los visionados de sus actuaciones y reacciones de los ‘influencers’ musicales en Estados Unidos o Reino Unido. Nia tiene sencillo y contrato de multinacional sobre la mesa. Y España se le va a quedar pequeña. Su carisma, su encanto, su voz y su talento son indiscutibles.

La cantante, con trayectoria profesional en musicales, ‘solo’ necesitaba un empujoncito emocional que le diera seguridad. Semana a semana, ha ido ganando seguridad y, con ella, una presencia como pocas veces se ha visto en el programa. Las coreografías y puestas en escena la han potenciado. Y ella ha sabido aprovecharlas en beneficio propio pero, sobre todo, del espectáculo. Del mismo modo que ‘Got Talent’ hizo de Susan Boyle una estrella mundial de la noche a la mañana, es probable que ‘O.T.’ lo haga con Nia.

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