Cuando a Ana María Aldón le ofrecieron comida en abundancia a cambio de cortarse el pelo, no se lo pensó. Lo que no sabía era que la ruleta que tenía que girar para determinar cuánto de corta iba a quedar su melena, iba a pararse en 15 milímiteros. Pero cumplió su palabra y se rapó.
Anoche, la diseñadora se puso delante de un espejo por primera vez desde que sus compañeros le metieran la maquinilla, y se quedó impactada al verse con el pelo tan corto. Su primera reacción fue la de llevarse las manos a la cara, porque le costaba reconocer a la mujer que estaba viendo justo delante de sus narices.
Estoy divina de la muerte»
«Ay, lo que he hecho por tres cocidos… Pero estoy divina de la muerte. Digan lo que digan me veo muy bien», acertaba a decir, aunque, inmediatamente, despejaba los miedos que tenía con respecto a este cambio tan radical: «Espero que a mi niño no le impresione tanto… Mi nieta no me va a reconocer tampoco. Tengo que pasar un duelo, y empieza hoy, cuando me he visto en el espejo».
Por cierto, que no es la única preocupación que manifestó tener, porque parece que ya sabemos el motivo de ese ataque de ansiedad en el aeropuerto recién aterrizada desde Honduras. No, no era tan solo por la presión de verse rodeada de medios y las circunstancias en las que se encuentra sumido el país.
En medio de esa maraña de prensa, escuchó cómo alguien le preguntaba qué le parecía que su hija Gema se hubiese sentado en un plató de televisión (aquí, las claves de su entrevista). Era la primera noticia que tenía y, por supuesto, no ha podido parar de darle vueltas estos días. Porque Gema jamás había hecho algo así, y no saber cómo se había enfrentado a ello, era algo que le estaba reconcomiendo.
El encargado de tranquilizar a Ana María fue Jorge Javier Vázquez, que tras pedirle que confiara en él, le explicaba que no tenía de qué tener miedo, porque su hija había hecho una muy buena entrevista, cómoda, sin nada que pueda martirizar a la familia.
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