Una habitación propia

En 1928 a Virginia Woolf le propusieron dar una serie de charlas sobre el tema de la mujer y la novela. Planteó el asunto a través de una sencilla pregunta: ¿qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? Una sola respuesta: independencia económica y personal, es decir, Una habitación propia.

Me viene a la cabeza la exquisita parábola que narra Woolf por algo bastante menos elevado que lo que expone en su libro, y es que no he tenido más remedio que montar un despacho en condiciones para poder trabajar mejor desde casa, y no parecer una gárgola de Notredame al final del día. El cuerpo aguanta lo que aguanta, y trabajar en la mesa del salón, por más amplia que sea, nos estaba causando problemas tanto a mi coworker (mi hijo) como a mí. Ni la altura, ni la silla, ni la posición de los equipos, nada favorecía a la salud. Así que como no sabemos ni cómo ni cuándo (ni si sí) volveremos a nuestros espacios de trabajo (él al cole y yo a la redacción), pues ha habido que hacer hueco.

No me arrepiento de la “inversión”. Por más que me guste la manera en la que el sol entra en el salón, justo a las 10:30 de la mañana, y de repente ilumina todo. Al otro lado de la casa, en el despacho, no da el sol a esa hora, sino por la tarde, y escucho a los pájaros, y veo árboles. También veo a los esforzados corredores, perdón, runners, que se afanan por soltar las lorzas de la cuarentena. Está la calle (que da a un descampado y normalmente no pasa ni Blas) que parece Madrid Río en hora punta.

Tengo otro motivo de peso para haber trasladado la zona de trabajo: una vecina ya mayor que acostumbra a poner la tele a todo lo que da mientras se mueve por la casa. También pega unas voces al hablar por teléfono que no sé ni cómo no le da un mal. Andará un poco sorda. ¿Y qué le dices: “señora, soy su nueva vecina, cambie todas sus costumbres y su forma de ser porque he llegado yo y tengo que trabajar al otro lado de la pared”?. Puede que cuando me la pueda cruzar de verdad le ruegue que baje el volumen de la tele por las noches, pero no osaría decirle nada más.

Me doy cuenta de que esto debe pasarnos mucho a los que de repente tenemos que estar todo el día en casa. Ellos, los jubilados, la gente mayor, eran los que pasaban todo el tiempo en ella, ponían la tele como querían, era su espacio. Y ahora venimos nosotros y nos molesta lo que hacen y a las horas que lo hacen. Lo ideal sería una entente cordiale, pero sin vernos… ya me dirás.

Tampoco me quiero meter en broncas porque en algún momento vendrá a visitarme Amante, y con tanta abstinencia sospecho que algo de jaleo armaremos. Porque en una casa “nueva” hay muchos rincones por “desvirgar”, y porque, hablando en plata, somos un pelín gritones. Más él que yo, que conste, pero discretos discretos, pues no.

Espero que llegue ese día, paciente como Penélope esperando a Ulises, mirando al descampado, desde mi nueva habitación propia.

Buen lunes a todos y todas. Mantened la distancia de seguridad, no seáis petardos, que los Amantes también queremos salir.

#diasextraordinarios
#MantenedLaDistanciaDeDosMetrosNoSeaisMalajes
#SacadALosNiñosDeUnoEnUno
#NoQuedeisParaJugarPachangasEnElParque
#LosAmantesQueremosPoderVernos
#HacedloBienOnoVamosaSalirEnLaVidaCoño

///////////////////

PREGÚNTALE A PEPA
¿Tienes un dilema sentimental que no puedes contar en tu entorno? ¿Necesitas compartir tu historia o desahogarte con una desconocida? ¿No tienes ni idea de cómo empezar a utilizar una app para citas y quieres consejo? ¿Te apetece ponerme a caer de un burro? ¿Te ha pasado algo digno de salir en nuestras SITUACIONES BOCHORNOSAS? No te cortes, escríbeme a [email protected], o por Twitter a @amorentinder, o en Instagram a @amorentinder, o en Facebook a Pepa Marcos – El amor en tiempos de Tinder

Fuente: Leer Artículo Completo