No está siendo fácil para María Teresa Campos hacer frente al confinamiento. Principalmente, porque tiene el dolor causado por el desamor muy reciente. A la presentadora le ha pillado la crisis sanitaria sin haber terminado de cerrar las cicatrices de su ruptura con Edmundo Bigote Arrocet. Ahora, se ha aventurado a confesarlo.
Porque, si bien es cierto que había entrado en directo en ‘La Resistencia’ (que se lo pregunten a su hija Terelu, que acabó saliendo en pantalla sin maquillar), no ha sido hasta ayer, en una conversación con Risto Mejide en su nuevo espacio de Cuatro ‘Conversaciones en Fase Cero’ cuando se ha atrevido a reconocer que se le ha hecho especialmente duro.
«Estoy todo lo bien que se puede estar en una situación como ésta», empezaba esa confesión ante alguien por quien siempre ha mostrado cariño y respeto. «Me ha cogido débil psicológicamente hablando, porque hay cosas que no se superan ni en un día ni en dos«, revelaba sin aludir directamente a la ruptura, pero poniendo de manifiesto que esa era la losa que más le había pesado.
María Teresa, que asegura que con la salvedad de su hija no se cruza con nadie en casa, también admitía que la fe está siendo un pilar en el que se está apoyando para superar los bajones: «Sí rezo. Te vas a reír. Una cuñada mía que murió me dejó una cosa de la beata Petra de San José. Muchas veces hay cosas que quiero. «Mi ángel de la guarda son mis hijas, mi familia y mis hija«.
También reflexionaba sobre la cantidad de fallecidos que ha dejado (y sigue dejando el Covid-19) y la frialdad que reflejan las estadísticas que se nos ofrecen a diario: «Cuánta gente te enteras que ha muerto porque ha salido un numero. Detrás de ese número hay mucho dolor. Luego te enteras de personas afines, conocidas, que han tenido esa desgracia. La gente que se está yendo sin posibilidad de despedirse».
«Es que eso es terrible. Conozco a alguna persona muy cercana, amigos de mi hija Terelu con los que los domingos suelo venir aquí. A uno de ellos se le ha muerto su padre. Que no puedas verlo ni despedirte. Eso es terrible. Sé de alguna persona más», remataba una María Teresa muy sincera.
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