El universo es una galaxia que cabe en el microcosmos de Mediaset. Que un periodista que colabora en las tertulias políticas de Ana Rosa salga con una ‘gran hermana’ y le pillen engañándola con una reportera de ‘Socialité’ durante un falso directo con un falso periodista es, estadísticamente hablando, más improbable que morir aplastado por un meteorito. Y aunque el polvo cósmico no nos ha dado en el cogote, otros son los polvos que han traído el lodo a la vida Alfonso Merlos, liado con Alexia Rivas mientras supuestamente estaba con Marta López.
No vamos a negar el lado divertido de un vodevil en el que se mezclan cuernos, famoseo, ambiciones, conspiraciones políticas, mediáticas y profesionales que han atraído incluso a un público ajeno pero que, por morbo, se han enganchado por primera vez a los entresijos del corazoneo.
Llama la atención que a estas alturas una historia de cuernos siga teniendo tufillo machista: mientras ellas sufrieron un tercer grado con acusaciones en ‘Viva la vida’, ‘Deluxe’ y el propio ’Socialité’, Merlos fue recibido en ‘AR’ como el macho alfa que no quiere hablar de su vida privada. El triángulo se hacía más famoso que el de las Bermudas pero nos faltaba por conocer la versión de una sus partes. Y llegó el lunes, con toda España esperando ver en acción esa parte, Bueno, toda España, no, que Ana Rosa parecía sentirse obligada a preguntar. En todo escándalo pasa lo mismo, una suerte de doble rasero: si los protagonistas son ajenos al programa, abundan las críticas para despellejar; si es colaborador amigo, la cosa cambia.
«La verdad es que no sé, el pobre, cómo puede estar aquí». Pues es fácil de entender, Ana Rosa: está ahí porque cobra. Y lo decimos en sentido literal, porque del figurado cobró poco: al menos se llevó lo suyo gracias a Esther Palomera, que le echó en cara su doble moral. A Merlos solo le faltó hablar de su ex como ‘esa mujer de la que usted me habla’, porque no tuvo el coraje de pronunciar su nombre para pedirle disculpas.
Eso sí, valor tuvo para escudarse en los 20.000 muertos de esta crisis para no hablar de lo suyo. Cometió esa indignidad en dos ocasiones sin que la presentadora le dijera nada: como si el programa fuera un monográfico dedicado a las víctimas, como si no hubiera sección de corazón, como si fuera decente esconder sus problema de bragueta en el dolor de 20.000 familias.
Es un culebrón con muchas aristas del que quedan misterios por resolver pero nos deja una lección de ética personal: engañar es de cobardes, como bien pudimos ver esa misma tarde, cuando ‘Sálvame’ obró el milagro televisivo de unir a Merlos y Marta en el plató de ’Todo es mentira’. «¿Me pides disculpas porque he podido imaginarme que me has ofendido o porque realmente me has ofendido?», fue la pregunta de Marta que quedó en el aire, porque Alfonso, con una sonrisa que no hacía juego con su actitud de dignidad afectada, se negaba a enfrentarse a los hechos: «Como te imaginarás, no pienso participar en esto”. Como si ella no estuviera delante. Él se escabullía con el rabo entre las piernas mientras Marta se negaba a seguirle. Ya en pleno delirio, Jorge Javier tiró de ironía: «¿Ha sido todo una trama del gobierno bolivariano?». A juzgar por estas cosas del directo, al menos algo de realismo mágico hay.
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