Cinco años sin Jesús Hermida, el gran contador de historias

Despedir a un genio es duro, pero que su recuerdo aparezca cada poco es sencillo. Sobre todo si ha dejado un legado como el de Jesús Hermida. Este lunes, 4 de mayo, se cumplen cinco años de la despedida del que fuera el primer corresponsal de TVE en Nueva York, pero su impronta sigue impregnando los contenidos de la pequeña pantalla.

Sin embargo, Jesús Hermida fue mucho más que alguien que transformó la forma de hacer televisión, porque lo suyo era la comunicación en toda su extensión. Triunfó en la radio, le dio un toque personal a la corresponsalía, escribía con brillantez y formó a toda una generación de periodistas y comunicadores.

Por eso, quienes estuvieron a su lado solo tienen una palabra para definirlo. «La capacidad para ser maestro no la tiene todo el mundo, pero él lo fue», nos cuenta la periodista Nieves Herrero, que formó parte del grupo de personas que se cruzaron con el periodista onubense en un punto del camino y que han seguido vinculados a él –y entre ellos– aún después de su muerte.

«Me parece increíble que hayan pasado cinco años ya», dice Consuelo Berlanga. Ella también forma parte de ese grupo llamado las chicas Hermida. «Yo al principio llevaba bien la etiqueta, porque era un lujo. Aunque él siempre decía que no nos llamaran así, que teníamos cada una nuestra personalidad. Después, cuando empecé a hacer mis programas, estaba bien, pero también pensaba: «Podemos hablar de lo que estoy haciendo ahora». Y con el paso del tiempo, sigues enriqueciéndote y enorgulleciéndote otra vez de ser chica Hermida«.

Y es que no todo el mundo tuvo la suerte de trabajar con él. En ambos casos, en el de Herrero y en el de Berlanga, fue la insistencia de Hermida lo que hizo que ambas acabaran a sus órdenes. ¿Qué vio en ellas? «Yo creo que en cada uno veía una cosa», cuenta Nieves Herrero. Ella recuerda que cuando la llamó para la televisión, «como siempre me pasaba con él, yo dije que no». Así que hizo la prueba de cámara «loquísima» y aunque pensó que no le gustaría, él le contestó que era «justo lo que quería», y ella acabó siguiéndole.

Ese es uno de los muchos recuerdos de una etapa intensa que también Consuelo Berlanga rememora con cariño. «Me he reído mucho y también he llorado mucho. Jesús era de dar y soltar», nos dice. «Un día se enfadó conmigo, no sé por qué, y al día siguiente, en el minuto final del programa me dijo: «Venga, señorita Berlanga». Él era el padrino de mi hijo. Sin decir nada sacó un móvil de cuna. Le dio a la cuerda y se marcó un minuto de pedir perdón sin pedirlo, de decir que era maravillosa sin decirlo y de darle mil besos a mi hijo sin nombrarlo», rememora. «La audiencia no entendió nada, pero yo estuve con el lagrimón puesto». Eso, según ella define a Hermida. «Eso decía como era él; una persona sensible que se ponía un caparazón de defensa. Era un gran tímido«.

El vínculo de quienes trabajaron con él no fue solo laboral, también personal. Hasta el punto de que en sus últimas horas, Hermida estuvo acompañado por sus dos familias, la de sangre y parte de la de televisión. «Una de las cosas más bonitas que nos sucedieron es que la familia, en concreto tanto sus hijos como Begoña, su mujer, nos dieron la oportunidad de estar con el maestro hasta su viaje final», recuerda emocionada Nieves Herrero.

Aquella despedida fue dura, pero a la vez, una muestra más de que lo suyo era más que profesional. «Ese tanatorio se convirtió en una amalgama de recuerdos que nos descargó a todos de tensión. Nos sentamos en el suelo, y empezamos a recordarle. Y aquello fue muy bonito», comenta.

«Eso que dicen que nadie es imprescindible no es verdad, y la prueba está en que le echamos de menos en todas partes», reflexiona. Por suerte, siempre nos quedarán sus crónicas y el recuerdo de lo que fue por encima de todas las cosas: un gran contador de historias.

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